Cuando por fin llegaron a casa, Catherine se percató de que el rostro de su madre se descompuso, puesto que su realidad no le gustaba, ellos vivían al lado del molino, en una vieja cabaña alejada del resto, contaban con una pequeña granja y un establo enorme en donde cinco caballos eran de su propiedad. Su padre estaba enfermo pero aun así se obligaba a él mismo a empeñar bien su trabajo para traer el sustento a su familia.
—¡Oh, madre, Catherine! —salió su hermana Adela corriendo a su encuentro, abrazando a su madre y dándole besos por todo el rostro, mientras que a ella solo le regaló una simple y falsa sonrisa—. Os he esperado con impaciencia, odio esto, Catherine debió haberse quedado para hacer el labor de la casa, ve mis manos madre, se han puesto como las de ella; resecas y me he lastimado un dedo al intentar arreglar una prenda de padre.
—¡Mi querida hija, cuánto has sufrido! —exclama la mujer abrazando a su pequeña mientras Catherine ve como una sonrisa se coloca desvergonzadamente en sus labios.
—¿Cómo se encuentra papá? —se atreve a preguntar Catherine sin importarle les queja absurdas de su hermana.
—¿Por qué no entras y lo ves tú misma? —le indica Adela con ojos de cachorro.
Catherine hizo caso omiso al tono que usó su hermana y se dispuso a entrar a la cabaña en busca de cobijo paternal. Al hacerlo su corazón palpitó con fuerza y temiendo lo peor se armó de valor y entró. Sus ojos se abrieron como platos al ver a su viejo padre sentado junto al hogar mientras leía uno de los libros que ella amablemente le había prestado y que a su vez su gran amigo Kit le había regalado.
—Papá, hemos vuelto —Catherine se acerca hasta él con ojos llenos de lágrimas, su padre era su salvavidas.
—Cariño, me alegra saberlo, no soportaba estar un minuto más cerca de tu hermana —dijo el señor Griftonn con voz cansada.
—¿Te encuentras bien papá? —pregunta Catherine con un nudo en la garganta.
—No te preocupes pequeña, claro que lo estoy, solo necesito descansar y que tu madre no me moleste —le dice su padre con ojos cansados.
Justo en ese instante entró Adela saltando de emoción y detrás de esta su madre; quien al ver lo decaído que estaba su marido, frunció el ceño y apartó la mirada de él, no tenía tiempo para ese tipo de cosas aunque le carcomiera saber qué pensaba hacer su hija mayor al enterarse de tal noticia.
—¿Qué sucede? —pregunta Catherine cansada por el viaje y solo deseando poder cerrar los ojos y recostarse en su cama.
—¡Que el Archiduque Revensly te ha mandado una invitación para asistir a su elegante fiesta de cumpleaños mañana por la noche! —exclama Adela quien al leer lo último frunció el ceño y apretó los labios; lo que significaba que estaba a punto de hacer un nuevo berrinche que sin lugar a dudas terminaría en una coletilla con ella— ¡pero qué horror, solo es para ti, pensé que nos invitaría a mamá y a mí!
Catherine al escuchar aquello no pudo contener elevar las comisuras de sus labios en dirección al cielo, ya sabía que aquella invitación solo era para ella, y eso se debía a que su buen amigo Kit odiaba a su madre y a su pequeña hermana. Ambas mujeres no sabían comportarse adecuadamente ante la sociedad, no importaba cuánto esfuerzo hicieran por intentar colarse entre los más ricos, siempre quedaban expuestas ante su comportamiento inapropiado y vulgar, algo de lo que ellas siempre se quejaban de las demás.
—¡Debe ser una broma! —Chilló su madre arrancándole de las manos a su hija la invitación— ¡esto es inconcebible! ahora mismo vamos a ir a la casa de los Revensly para arreglar este mal entendido, seguramente el que llevó a cabo las invitaciones cometió un error y lo pagará con su muerte de ser necesario.
—Me pondré guapa para ir —Adela suelta una carcajada llena de coquetería.
—Madre, si me permite opinar... creo que no es de muy buen juicio hacer eso, puesto que es un poco tarde y puede que el Archiduque Revensly no nos pueda atender —habla Catherine apenas con un susurro, mismo que se llevó el viento que sutil se colaba por una de las ventanas abiertas.
—¡Pero qué desgracia la mía al tener una hija tan malagradecida como tú! —su madre se acerca a ella y la reta con sus ojos de víbora— ¿acaso no quieres ver a tu hermana menor feliz? sabes bien que los bailes son la oportunidad perfecta para nosotras las casaderas, mis hijas terminarán con hombres de grandes riquezas, tú ya estás prometida con Andrew Sterlingh pero tu hermana aún tiene que encontrar un buen marido, así que iremos las tres a arreglar esto.
Catherine guardó silencio, buscando la mirada de su padre y rogándole ayuda, pero notó como este solo negaba con la cabeza y apartaba la mirada de ella, ambos sabían que llevarle la contraria a aquella mujer sólo daría inicio una batalla que ambos terminarían perdiendo. Por lo que de mala gana guardada y mostrando una sonrisa falsa, lady Catherine terminó aceptando.
—Será como usted diga madre —finaliza Catherine.
—¡Me haces muy feliz hermana! —Adela corre a sus brazos y busca cobijo, cosa que Catherine pese a la maldad que llenaba el corazón de su hermana menor, no le podía negar, después de todo era su sangre.
—Bien, andando niñas —les indica su madre aventándole una mirada mortífera a su esposo.
Las tres mujeres se pusieron en marcha, debido a sus pocos recursos tuvieron que ir andando, y mientras su hermana y madre no dejaban de quejarse de su estatus social, Catherine disfrutaba del aire libre y del paisaje rezando porque su buen amigo Kit no estuviera presente en su hogar. Hace dos años recordó que la madre de este obligó a que cortejara a lady Merfonw; una joven enfermiza con la que solo habló dos veces ella, pero que era buena mujer, de una belleza exquisita aunque debido a su condición, era imposible que un caballero se fijara en ella para tomarla como esposa, había hecho buena amistad con ella y esperaba verla en el cumpleaños de Kit o de lo contrario se aburriría como una ostra. Cuando llegaron a la residencia de los Revensly tragó saliva, Kit ya le había advertido que odiaba a su familia con excepción de su buen padre y de ella, así que se mentalizó para el posible y acertado desagrado de su amigo.
Un mozo los recibió y las pasó a la sala de visitas pidiendo amablemente que esperaran a que su señor viniera, puesto que estaba ocupado con otros asuntos. En cuanto se fue, tanto su madre como su hermana comenzaron a caminar alrededor de la sala observando con detalle cada una de las figurillas de oro colocadas minuciosamente sobre un mueble de madera tallado finamente, junto al hogar. Hace años que había advertido que su hermana nunca aceptaría como esposo a un hombre que no fuera inmensamente rico. Pero ante todos no era más que una niña infantil, ancló sus ojos azules sobre aquella rubia egoísta y supo que lo último que necesitaba Adela era tener a su hermana mayor murmurándole palabras de desánimo. Entonces la puerta se abrió y entró Kit; un hombre apuesto, con un porte excepcional, ojos negros como la noche y una sonrisa endiabladamente sexy. Catherine inspiró hondo y se obligó a adoptar una actitud positiva. Pero al ver la mueca de su amigo, su frustrante fracaso por aparentar tranquilidad se vio interrumpida por un segundo caballero; quien entraba con galantería detrás de su buen amigo Revensly.
—¡Catherine, qué alegría verte! —el Archiduque Kit le hizo una reverencia y besó su mano con la delicadeza necesaria que solo se les da a las mujeres de gran abolengo—. Os pido una disculpa por haberte hecho esperar, pero me temo que estaba atendiendo algunos casos con numerosos inversores que se han propuesto a donar fondos para el nuevo proyecto que estoy llevando a cabo.
—Archiduque Revensly, la que debe disculparse por tremenda interrupción soy yo —dice Catherine apenada ignorando a su madre y hermana, quienes se estaban poniendo de mal humor.
—¡Pero qué dices, llámame Kit, que nos conocemos de años y me tomo la ligera y atrevida expresión de decir que sois no sólo una de las mujeres más bellas de este sitio, sino, mi mejor amiga! —Comenta Kit sonriendo y volteando a regañadientes hacia la madre y hermana de Catherine—. Disculpen mi despiste damas, no me he percatado de su presencia puesto que es eclipsada por la de Catherine.
Antes de que la señora Griftonn aventara un venenoso comentario, el carraspeo del caballero que se había mantenido al margen de la situación permaneciendo detrás de Kit, llamó la atención de todos, pero en especial de Catherine, quien al darse cuenta de que se trataba del mismo hombre de ojos grises que se atrevió a robarle su primer beso, un calor incontrolable recorrió su cuerpo hasta alojarse en sus pálidas mejillas haciendo que un color rosado se notara y que hiciera sonreír a aquel hombre.
—Que descortés he sido, Catherine, te presento a mi buen amigo y socio de inversiones el capitán Alessandro Stanton —los presenta Kit y dirigiéndose a su amigo esta vez, una sonrisa se coloca en su perfecto rostro—. Alessandro, ella es mi buena amiga lady Catherine Griftonn.
Alessandro, fascinado por aquel descubrimiento y por volver a encontrarse frente a aquella mujer de alma salvaje, se acercó y tomó su delicada mano dándole un dulce beso sin apartar la mirada de ella.
Justo cuando Catherine estaba por abrir la boca, el ama de llaves entró a la estancia entregándole una carta a Kit, quien este al leerla soltó un suspiro y sonriendo regaló una enorme carcajada. Catherine al darse cuenta de que Alessandro no soltaba su mano, la arrebató con un ligero movimiento digno de no ser visto por el ojo despistado y puso cierta distancia considerable entre ambos.
—Creo que les tengo buenas nuevas, en especial a ti, Catherine —Kit ancla sus ojos sobre ella y le guiña un ojo—. Un viejo amigo vendrá a mi cumpleaños mañana por la noche, y no solo eso, parece ser que viene para reclamar lo que es suyo y quedarse.
—¿A quién se refiere Archiduque Revensly? —cuestiona la señora Griftonn molesta porque aquel capitán no se hubiera presentado con Adela y ella.
—El Duque Andrew Sterlingh viene en camino —responde Kit poniendo toda su atención en la reacción de su amiga lady Catherine.
—Andrew —susurra ella con el corazón latiendo con fuerza proclamando a su prometido.
Un silencio sepulcral se colocó en la estancia principal, mientras Alessandro maravillado y extasiado por la belleza de esta, se preguntaba el porqué y el cómo es que lady Catherine conocía a su viejo amigo de infancia Andrew. Algo era seguro, él estaba hechizado por aquellos ojos azules y no pensaba dejarle el camino libre a nadie para que la cortejara, sin saber que aquella mujer de alma salvaje que le había robado el corazón, era la prometida con la que tanto ahínco hablaba su mejor amigo Andrew.
Catherine parecía ansiosa ante la noticia que anunciaba la llegada de Andrew Sterlingh, mientras su madre y su hermana escuchaban atentamente como su mejor amigo Kit hablaba con el capitán Alessandro acerca de unas jugosas inversiones para el proyecto de su buen amigo. Catherine moría de ganas por marcharse a casa pero ante la insistencia de Kit por quedarse a tomar un poco de té y las malas miradas que le aventaron su madre y hermana, no tuvo más opción que aceptar tal propuesta. Y ahora se encontraba sentada en uno de los lujosos sillones dentro de la estancia capitular que los Revensly habían mandado a adornar con un estilo cómodo pero gótico para el gusto de ella. Toda aquella situación le pareció poco juiciosa debido a que su madre casi se atraganta cuando escuchó que Kit pensaba hacer otra cuantiosa inversión y parecía interesado en vol
—¡Catherine, mi buena amiga, siento no dejaros más tiempo a solas pero me temo que la compañía de tu madre y hermana, son más peligrosas que estar junto a un león! —exclama Kit fastidiado por lo que escuchó de aquellas dos víboras venenosas, palabras que Catherine jamás sabría.—Kit, no te preocupes, entiendo lo que dices, me tengo que ir antes de que terminen por incendiar tu casa.—¡O el pueblo entero! —se carcajea Kit.—Mañana te veré en tu cumpleaños, agradezco que me tengas en consideración —Catherine inclina la cabeza a ambos caballeros—. Hasta luego.—No faltéis.
La mirada de Alessandro siguió la esbelta y regía figura de lady Catherine mientras ella recorría el perímetro de la estancia llena de invitados, muchos de los cuales eran hombres que la devoraban con la mirada. Sonrió al darse cuenta de que su corazón ejecutaba el mismo brinco irregular al que se entregaba cada vez que la miraba, dándole un sorbo a su copa de vino, giró la cabeza y colocó su atención en su viejo amigo de su prematura juventud; Andrew, y recordó aquellas vagas palabras... Sintiendo una punzada de celos aceptó que se trataba de ella cuando él hablaba con tanta devoción, pero lo que no lograba entender era porque si decía amarla tanto, se había comportado de una forma tan vil con ella delante de todos, incluso ahora mismo que lady Catherine lo buscaba a él con la mirada desde la lejanía de los invita
Simon se marchó y antes de que ella se retirara con Kit al centro del salón, Alessandro se remojó los labios, deseoso de volver a probar aquella boca de bruja. Sonrió y girando sobre sus talones se perdió entre todos los invitados.Kit y Catherine comenzaron a bailar entre toda la gente y ella no tardó en llamar la atención de los hombres solteros, y de las miradas envidiosas de aquellas que la consideraban una amenaza por estar cerca de Kit, ya que en toda la velada no había aceptado bailar con nadie.—Pareces estar sufriendo demasiado con mi presencia —Kit escudriña a Catherine con su mirada intencionada—. Pero no temas, sé que te inquieta la actitud de Andrew, por eso tengo la intención de que bailes la siguiente pieza con él. No sol
El juego de destreza estuvo más que reñido, y al haber sido Alessandro el ganador, reclamando una cita con lady Catherine, y tras discutir con Andrew argumentando este que le daba permiso de cortejarla, Alessandro no perdió oportunidad alguna y decidido a conquistarla, dejó de lado a su amigo.A la mañana siguiente...Después de haber salido al alba de su casa, Andrew subió por el sendero que llevaba al humilde hogar de lady Catherine, se había comportado como un imbécil con ella, no pudo dormir en toda la noche dando vueltas en la cama, manteniendo una lucha interna con lo que deseaba y con lo que le había inculcado su madre y la presión de la sociedad. Todos esperaban grandes proezas de él pero... ¿acaso alguien se preo
Andrew estaba más que agotado con todo lo ocurrido, nunca pensó que el trabajo del hogar, de una granja y un molino fuera tan pesado, en especial porque tuvo que darles de comer a las gallinas, recoger las hierbas dañadas, fresas para hacer mermelada y no solo eso, ahora recogía manzanos del enorme árbol situado frente a la casa de los Griftonn. Cuando terminó dejó de lado sus labores absurdas y sentándose en el suelo escuchaba de lejos las risas de Alessandro. Su buen amigo estaba con ella dentro de la pequeña granja, la actitud tan positiva y extraña que ambos presentaban en su presencia le hacía creer que tramaban algo pero... ¿que era?Cuando los vio salir; él como un crío emborrachado de amor por Catherine, y ella sonriendo como una promiscua, apretó los dientes hasta sentir dolo
Catherine sonrió y Alessandro se quedó sin aliento. Maldición. Era una preciosidad. Todo el hilo de su conversación se desintegró en su mente mientras seguía mirándola sin entender las decisiones de su amigo Andrew al abandonar aquel compromiso absurdo. Estaba claro que él estaba conociendo a la verdadera Catherine y no a la mojigata y sumisa dama que se mostraba ante la sociedad. Por fin su voz interior le devolvió la vida de golpe. «Deja de mirarla como un idiota y habla cabeza de chorlito y convéncela de dar un paseo»Se aclaró la garganta al ver como una mezcla de orgullo y tristeza se asomó en el rostro de lady Catherine.—Capitán, vayamos a dar un paseo, creo que es necesario conocer toda la verdad antes de intentar siquier
Catherine le comentó lo sucedido a Alessandro, detalle a detalle para que entendiera porque no podía aceptar su cortejo. Aquella noche en la casa de los Griftonn hubo una pequeña celebración por el cumpleaños de Adela, su hermana menor, solo asistieron algunos familiares entre los cuales estaba su primo Mario. Años atrás él ya había tenido intenciones poco amistosas, pero Catherine siempre lo rechazaba recordándole a cada momento que eran familia. Todos estaban bebiendo y bailando, ella logró escabullirse hasta el granero y prendiendo una vela con todas las precauciones se dispuso a leer. La noche estaba transcurriendo con normalidad, ella se había esforzado por parecer un fantasma hasta que llegó su primo y con la altanería que lo caracterizaba le apagó la vela.—¿Qu&eac