Cielos, cuánto tiempo había estado sumida en sus propias cavilaciones, con la mirada clavada en el plato de guisantes y rodaballo escalfado. Catherine parpadeó en un intento por deshacerse de la preocupación que embargaba y forzó una sonrisa.
—No puedo creer que ustedes... —Catherine soltó levantando la mirada y anclando los ojos sobre aquella bella mujer.
—Es mi culpa, para ser más específicos... es culpa de mi familia, hace tres años se corrió la noticia equivocada y con todo el revuelo que ha levantado la guerra y al ver a los inversionistas sobre el cuello de mi padre, me vi en la penosa necesidad de tener que esconderme en Hamburgo por un tiempo, era prioridad que nadie supiera que mi marido es el capitán Stanton del ejército rebel
Ofelia, con los ojos iluminados de pura animación se volvió a mirar a Alessandro y poniéndose de pie sin ningún miramiento... le planto un beso en los labios. Catherine los miró y arrugó la nariz para después darle un sorbo a su copa de vino al ver como Alessandro no se inmutaba.—Si me disculpan, creo que necesitan espacio y yo estar más presentable.—De ninguna manera, Catherine, eres mi esposa y...—No lo niego —los ojos de Catherine se anclaron sobre los ojos grises de él y después pasó a colocar su mirada dulce sobre aquella dama de belleza exagerada a comparación de una diosa griega—. Soy esposa del Capitán Stanton, no sé qué pasó realmente
En la estancia principal de visitas se respiraba un ambiente hostil, Catherine se quebraba los dedos de las manos en buscar una idea que la hiciera escapar de aquel lugar en el que se encontraban no solo su esposo Alessandro, sino, también lady Ofelia con una mueca que lejos de parecer una sonrisa cálida, parecía un gesto lleno de odio, su mejor amigo Kit acompañado de lady Enriqueta, y por supuesto... su pequeña hermana Adela.—Es un extraño acontecimiento verlos reunidos tan pronto aquí, sabiendo que solo llevo horas casado con Catherine —anuncia Alessandro.La mirada de Catherine se desvío hasta posarse en el hombre que había invadido todos sus pensamientos demasiado a menudo desde que lo conoció. Alessandro tenía la barbilla apoyada en la palma
Alessandro respiraba todavía en entrecortados jadeos al tiempo que sus pulmones funcionaban como fuelles. Cerró con fuerza los ojos e intentó recuperar el control de sus emociones. De hecho, estaba físicamente debilitado. Sentía débiles las rodillas y estaba furioso. Catherine avanzó hasta el borde del manantial con una furiosa zancada y le lanzó una mirada enojada.—Cath...—Creí haber dejado claro que quería un momento a solas, ¿por qué no vas con tu esposa lady Ofelia?—Eso es pasado, tu eres mi esposa, sé que cometí un error al no contarte pero creí que estaba muerta y... creo que te estás comportando como una niña —Alessandro sentía
Los primeros rayos del sol ya se filtraba a través de las delgadas cortinas, ya era medio día y Catherine no tenía deseo alguno de despertar, se había quebrado la cabeza toda la noche pensando en una excusa para evitar a Alessandro; quién a su vez no había podido dejar de repasar y de volver a revivir a cada momento lo que sucedió anoche entre él y su ahora esposa, tocándose los labios y sonriendo como un adolescente que acababa de conocer a su primer amor. Ambos habían dormido en distintas habitaciones a petición de ella, ya que seguía enfadada e incómoda por la situación que estaban atravesando ahora.En su casa no solo estaba su ex esposa, sino, que ahora tenía que cargar con la víbora de Enriqueta, la impertinente de su cuñada lady Adela, y con la preocupación
Alessandro se estaba volviendo loco por encontrar a Catherine, ya habían pasado horas en su búsqueda, pero ese no era realmente el verdadero temor que lo inundaba, lady Enriqueta le había informado que Andrew vendría para arreglar aparentemente asuntos importantes con ambos, cosa que no se tomó muy a la ligera y no creyó, conocía a su amigo; si es que así lo podía seguir llamando. Él no se rendiría fácilmente y de antemano todos sabían que sus intenciones no eran para nada honorables tratándose de la mujer que a él le gustaba aunque se empeñaba tanto en demostrar lo contrario.—¿Dónde se pudo haber metido? —murmuró con el corazón desbocado.—¿Acaso temes que se encuentre con
—Esto no me puede estar pasando...Y justo cuando creía que todo estaba perdido, una luz se encendió cuando escuchó la voz de Alessandro y de su mejor amigo Kit.—¡Catherine!—¡Aquí abajo! —un alivio inundó su ser y sonrió al saber que su esposo estaba cerca.Catherine esperó unos cuantos minutos que le parecieron una eternidad, de pronto, y para su sorpresa, Andrew despertó y comenzó a decir incoherencias que no entendía, apretó los labios con fuerza y en un descuido pudo notar como Andrew abría un ojo y una sutil pero muy notoria sonrisa se asomó en sus perfectos labios delgados. Lo supo enseguida, Catherine
Catherine se había encerrado en su habitación, no había querido hablar ni siquiera con Kit, pese a los años de buena amistad de los que eran poseedores. Por más súplicas que le hizo Alessandro no cambió de opinión. Las lágrimas derramadas toda la noche solo le sirvieron para reforzar aquella barrera que siempre se había puesto para rechazar educadamente a los hombres que se le acercaban con segundas intenciones. Odiaba los cortejos. Cuando se miró en el espejo se dio cuenta del aspecto tan deplorable que tenía, su belleza, ante sus ojos se había esfumado como si el viento hubiera soplado un diente de león.Ya habían pasado algunos minutos desde que una de las sirvientas había subido a dejarle el desayuno por órdenes de su esposo. Oportunidad que aprovechó para ord
—La conozco mejor que ustedes dos, y te puedo asegurar que cuando Catherine se enfada o está triste, no hay mujer más terca y poderosa que ella, lo mejor es que la dejemos sola, por la noche hablarás con ella y le dirás todo lo que se te apetezca —dijo Kit resignado al dolor que ya estaba sintiendo su mejor amiga.—Andrew, largó de mi casa, ya has conseguido lo que tanto esperabas así que te pido de la forma más atenta que te retires, no quiero verte o de lo contrario juro por lo más sagrado que tengo que te mataré —le amenazó Alessandro.—Está bien, me iré, pero quiero que sepas que no pienso dejarte el camino libre, una parte de mí se había resignado a perderla pero ahora que todos sabemos que no es tu esposa