Los primeros rayos del sol ya se filtraba a través de las delgadas cortinas, ya era medio día y Catherine no tenía deseo alguno de despertar, se había quebrado la cabeza toda la noche pensando en una excusa para evitar a Alessandro; quién a su vez no había podido dejar de repasar y de volver a revivir a cada momento lo que sucedió anoche entre él y su ahora esposa, tocándose los labios y sonriendo como un adolescente que acababa de conocer a su primer amor. Ambos habían dormido en distintas habitaciones a petición de ella, ya que seguía enfadada e incómoda por la situación que estaban atravesando ahora.
En su casa no solo estaba su ex esposa, sino, que ahora tenía que cargar con la víbora de Enriqueta, la impertinente de su cuñada lady Adela, y con la preocupación
Alessandro se estaba volviendo loco por encontrar a Catherine, ya habían pasado horas en su búsqueda, pero ese no era realmente el verdadero temor que lo inundaba, lady Enriqueta le había informado que Andrew vendría para arreglar aparentemente asuntos importantes con ambos, cosa que no se tomó muy a la ligera y no creyó, conocía a su amigo; si es que así lo podía seguir llamando. Él no se rendiría fácilmente y de antemano todos sabían que sus intenciones no eran para nada honorables tratándose de la mujer que a él le gustaba aunque se empeñaba tanto en demostrar lo contrario.—¿Dónde se pudo haber metido? —murmuró con el corazón desbocado.—¿Acaso temes que se encuentre con
—Esto no me puede estar pasando...Y justo cuando creía que todo estaba perdido, una luz se encendió cuando escuchó la voz de Alessandro y de su mejor amigo Kit.—¡Catherine!—¡Aquí abajo! —un alivio inundó su ser y sonrió al saber que su esposo estaba cerca.Catherine esperó unos cuantos minutos que le parecieron una eternidad, de pronto, y para su sorpresa, Andrew despertó y comenzó a decir incoherencias que no entendía, apretó los labios con fuerza y en un descuido pudo notar como Andrew abría un ojo y una sutil pero muy notoria sonrisa se asomó en sus perfectos labios delgados. Lo supo enseguida, Catherine
Catherine se había encerrado en su habitación, no había querido hablar ni siquiera con Kit, pese a los años de buena amistad de los que eran poseedores. Por más súplicas que le hizo Alessandro no cambió de opinión. Las lágrimas derramadas toda la noche solo le sirvieron para reforzar aquella barrera que siempre se había puesto para rechazar educadamente a los hombres que se le acercaban con segundas intenciones. Odiaba los cortejos. Cuando se miró en el espejo se dio cuenta del aspecto tan deplorable que tenía, su belleza, ante sus ojos se había esfumado como si el viento hubiera soplado un diente de león.Ya habían pasado algunos minutos desde que una de las sirvientas había subido a dejarle el desayuno por órdenes de su esposo. Oportunidad que aprovechó para ord
—La conozco mejor que ustedes dos, y te puedo asegurar que cuando Catherine se enfada o está triste, no hay mujer más terca y poderosa que ella, lo mejor es que la dejemos sola, por la noche hablarás con ella y le dirás todo lo que se te apetezca —dijo Kit resignado al dolor que ya estaba sintiendo su mejor amiga.—Andrew, largó de mi casa, ya has conseguido lo que tanto esperabas así que te pido de la forma más atenta que te retires, no quiero verte o de lo contrario juro por lo más sagrado que tengo que te mataré —le amenazó Alessandro.—Está bien, me iré, pero quiero que sepas que no pienso dejarte el camino libre, una parte de mí se había resignado a perderla pero ahora que todos sabemos que no es tu esposa
Sobre su mesita de noche dejó dos cartas destinadas para Alessandro y para Kit, se puso de pie y le echó un vistazo a su alrededor, se despidió de aquella habitación en la que por poco tiempo había sido suya y salió con la frente en alto, solo faltaba el acto final. Descendió las escaleras y cuando llegó por fin al salón principal, entró sin avisar. Dentro, estaban solo Alessandro y Kit, que a juzgar por la expresión y apariencia de ambos, supuso que estaban en medio de una acalorada discusión.—Cath... —Alessandro se puso de pie de forma inmediata.Catherine lo observó fijamente, con una chaqueta azul marino, camisa blanca y pantalones de color gamuza, Alessandro tenía un aspecto masculino, imponente y absolutamente delicioso.
Alessandro se quedó totalmente inmóvil, dejando que su cuerpo y mente asimilaran todo el asombroso impacto que las palabras y actos de Catherine le habían producido. Ella estaba de pie ante él con los ojos brillantes de deseo, las manos posadas sobre su pecho y su lujurioso cuerpo pegado al suyo, el nebuloso timbre de su voz al susurrar aquella sentencia con la que apunto había estado de detenerle el corazón.«Quiero que me hagas el amor»A pesar de las innumerables veces que había fantaseado con oírla pronunciar esas palabras desde que la conoció, nadie lo había preparado para la realidad. El corazón le latía con tanta fuerza contra las costillas que no le habría sorprendido nada. Aun así, bajo las capas de la alegr&ia
Catherine le vio sacudirse la tela azul marino de los hombros y de pronto supo exactamente por dónde empezar. Dando un paso adelante, le cogió del puño. Alessandro se quedó inmóvil, observándola, y por primera vez en su vida Catherine le quitó una prenda de ropa a un hombre, el simple hecho de deslizar despacio la tela por sus brazos la embriagó. Cuando terminó, se quedó con la prenda, que todavía conservaba el calor del cuerpo de Alessandro, contra su pecho. Sus párpados se cerraron y agachó la cabeza para aspirar su olor. Él se quedó totalmente hechizado por la visión de Catherine acunando su chaqueta contra su cuerpo. Dios sabía que nunca había sido más sincero que cuando le había dicho que lo único que deseaba era complacerla y adorarla.&
El torrente de lluvia arrasaba con todo a su paso, los truenos iluminaban la estancia principal, en dónde Alessandro miraba a través de la ventana, ya habían pasado dos semanas en las que incansablemente había buscado a Catherine, sin resultados favorables, era como si de algún modo se la hubiera tragado la tierra, ¿tanto lo odiaba? No, debía haber alguna explicación lógica, después de aquella noche mágica en la que ella se había entregado a él, no podía olvidarla, y no quería, juraría de ser necesario que la encontraría y le haría pagar el corazón roto que le dejó después de su partida. Y por supuesto... mataría a Andrew.—Ya no sigas pensando, te tengo buenas noticias.La voz d