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Catherine intentó respirar hondo, es como si de pronto alguien hubiera dejado los establos sin un ápice de aire. Alessandro abrió la puerta que los separaba y sonrió.

—¿Deseas unirte a nosotros?

Incluso mientras su cabeza le decía que declinara la oferta de Alessandro, los pies de Catherine se movieron hacia delante. Entró y pasó la mano por el morro satinado del caballo. Quien relinchó y empujó afectuosamente contra si palma.

—Deberías seguir con lo que estabas haciendo —le indica Catherine con delicadeza.

—Es un hermoso animal —dijo Alessandro, volviendo a coger el cepillo.

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