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La curiosidad hizo presa en Catherine. Y Alessandro decidió guardar silencio para dejar que su amigo cayera en el error de contradecirla o de intentar llegar a su corazón mediante a falsas palabras.

—Y sé perfectamente que yo no soy candidata para tener ese honor, duque Sterlingh.

—¿Qué clase de mujer cree usted que quiero? —Andrew comenzaba a divertirse con aquella charla, nunca había sido tan ameno su tiempo con alguna mujer, ni siquiera con las prostitutas con las que desahogada sus penas.

—Hermosa, sofisticada, sumisa, núbil, de dulce voz y comedida. Y si adorara el suelo por donde pisa, eso sería un plus adicional.

Alessandro echó la cabeza hac

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