Ayer no pude subir por temas personales, pero acá les voy dejando el primero del día. Gracias por el apoyo.
MarinaHan pasado dos días desde que Joaquín nos prometió que intentaría ayudarnos, y la espera me está consumiendo viva. Estoy sentada en la esquina de la habitación, con la espalda apoyada contra la fría pared y los ojos clavados en la puerta, como si pudiera abrirse en cualquier momento y traernos buenas noticias. Pero no pasa. Solo silencio. Solo tiempo.Daniel duerme a mi lado, su fiebre ha bajado un poco desde que Joaquin nos consiguió algunos medicamentos que tengo escondidos, pero sigue débil. Intento no dejar que el miedo me consuma, pero cada vez que lo escucho gemir entre sueños, siento que el corazón se me parte.Joaquín nos dijo que escapar era casi imposible, la prueba es que Daniel casi muere intentandolo, que cada rincón de esta casa está vigilado, que las puertas se cierran con códigos distintos cada noche. Su idea era conseguir un celular, robarlo por unos minutos, enviar un mensaje con a ubicación y el mensaje de auxilio y borrar todo antes de que lo noten. Le di
SalvadorOdio los hospitales.No puedo evitar asociarlos a ese momento en el que mi padres murieron, puede que fuera solo un adolecente, casi un niño, pero el recuerdo lo tengo nítido en mi mente. Fue un accidente triple, tres autos colisionaron por culpa de un conductor ebrio, irónicamente el único que quedó vivo.Sin embargo se trata de Alex quién es casi como un hermano para mi y por eso ignoro todo lo que este lugar me genera, mientras camino de un lado a otro esperando alguna respuesta, hace más de una hora que entro a operación con una bala en su torso.Tengo la ropa manchada de sangre, su sangre, y el corazón latiendo como un loco dentro de mi pecho.No puedo perderlo.No puedo perder a más nadie, no voy a permitirlo.Y aparte de toda esta mierd4 está el hecho de que debemos esperar que el hacker encuentre algo que no sirva, pues desbloquear el celular no fue problema, Federico se lo llevo y a los 10 minutos tuvimos la confirmación, sin embargo las conversaciones son en clave.P
MarinaEl grito de Joaquín nos sacude.—¡Corran!Ni siquiera lo pienso. Me aferro al brazo de Daniel y salimos corriendo del cuartito donde estábamos. El corazón me martillea las costillas. Las luces están apagadas, solo se ve la luna filtrarse por los ventanales, y el eco de nuestros pasos rebota contra las paredes.Puedo sentir la adrenalina recorriendo mi cuerpo, el miedo amenazando con apoderarse de mí, pero no lo permito, no puedo hacerlo, porque esto no se trata solo de mí, tengo que proteger a Daniel.Joaquín corre delante de nosotros, indicándonos con señas hacia dónde girar. Daniel respira con dificultad, pero no se detiene. No podemos detenernos. No ahora.Nos metemos por un pasillo estrecho que da hacia una escalera lateral, y es justo cuando creo que lo lograremos, que podremos llegar a la salida o al menos escondernos para pensar el siguiente movimiento, hasta que una voz ruge desde las sombras:—¡Alto!Nos paralizamos.La luz se enciende de golpe. Cuatro hombres armados
SalvadorLa espera es lo peor que hay.El mensaje de Marina llegó hace ya más de media hora al celular de Clara. Una ubicación. Un mensaje de auxilio. Un solo punto en el mapa que parece insignificante… pero para mí significa todo. Porque si ese punto es real, si ella logró mandar ese mensaje, entonces está viva. Está luchando.Y yo voy a traerla de vuelta.Sin embargo, la policía y el equipo especial que he contratado parecen tener mil cosas que evaluar antes de decidir ir a buscarla, y lo entiendo, sé que para que todo tenga éxito debemos ser meticulosos, pero también sé, que si ella se arriesgo a envíar ese mensaje es porque probablemente se le acaba el tiempo.Estoy a punto de envíar todo a la mierd4 y salir yo mismo a buscarla cuándo finalmente el líder del equipo táctico y el detective parecen haberse puesto de acuerdo.—Equipo uno, arma larga. Equipo dos, perimetrar la zona trasera. Nadie dispara si no hay una amenaza clara —ordena el líder del grupo privado que contraté. Diez
MarinaFinalmente parece que la pesadilla ha terminado.Siento mis extremidades pesadas, el cuerpo adolorido, la cabeza me palpita y el corazón me está latiendo con tanta intensidad que puedo sentir el sonido vibrando en mis oídos.Es como estar atascada en un mal sueño y luchar para despertar y cuándo lo haces sientes las mismas sensaciones de cuando estabas dormida.Es horrible.Y lo peor de todo es que nada más avanzar para salir de este lugar, Daniel se desplomó por completo en el suelo y tuve que ver como lo levantaban en brazos mientras yo gritaba por ayuda.No sé cuánto tiempo ha pasado desde que salimos de esa casa, pero aún siento el eco de los disparos rebotando en mis oídos. El caos, el miedo, la sangre… Salvador. Y ese es otro punto demasiado difícil de asimilar, verlo a él, ahí.Todo fue tan rápido y, al mismo tiempo, tan eterno.El brazo de Salvador no se ha separado del mío en ningún momento. Siento su calor, su fuerza, su presencia tan cerca que todavía me cuesta cree
MarinaEl calor de la cocina es asfixiante. El aire está impregnado de especias, humo y tensión. El restaurante está al tope, los pedidos entran y salen a una velocidad frenética, y apenas tengo tiempo para respirar.—¡Esa mesa seis todavía no tiene su orden! —grito mientras revuelvo una salsa en el fuego.—¡Ya el saco, jefa! —responde una de las cocineras.Todo marcha bien... hasta que lo veo venir.Mateo, el jefe de meseros, cruza la cocina con la expresión de alguien a punto de soltar una bomba. Por su cara, algo grande está pasando.—Marina… —su voz baja un par de tonos—. Acaba de llegar un cliente importante.Le lanzó una mirada impaciente.—Mateo, tenemos el restaurante lleno de clientes importantes. ¡Define "importante"!Él me mira fijamente.—Uno de los magnates más influyentes de la ciudad. Un socialite.Un leve murmullo se levanta entre los cocineros. Algunos se detectan un instante. Hasta los fogones parecen hacer una pausa.Siento una leve punzada de adrenalina. Si un homb
MarinaDos meses despuésLa cremallera del vestido se atasca justo a la mitad de mi espalda.—¡Maldita sea! —gruño, estirando el brazo en un ángulo imposible para intentar subirla.Estoy a punto de rendirme cuando mi teléfono vibra sobre la cama. Clara.— ¿Qué pasó? —contesto sin aliento, todavía luchando con el maldito vestido.—Pasó que espero que estés lista. No me digas que todavía no has salido de tu casa.Ruedo los ojos.—Estoy en ello, no seas tan dramática. Además, ¿estás segura de que este tipo vale la pena? No quiero otra cita con un soso sin conversación ni personalidad.—Marina, confía en mí. Yo jamás te pondría en una situación así.—Oh, por favor. ¿Te recuerdo el desastre del mes pasado?—Eso no cuenta. Me lo recomendaron, pero nadie me dijo que tenía el carisma de una piedra.Suelto una risa sarcástica mientras forcejeo con la cremallera.—Está bien, entonces dime la verdad. ¿Ya le advertiste cómo soy?Silencio. Luego, Clara suspira.—A ver, ¿a qué te refieres?—No te h
MarinaMarinaEsto tiene que ser una maldita broma.Por unos segundos no lo reconozco. No consigo ubicar la imagen del hombre imponente frente a mi, aunque si se me hace familiar.Es solo cuando su rostro se convierte en una mueca de rabia total, que me doy cuenta de quién es la persona que tengo enfrente: Salvador Montenegro.El mismo que fue con su novia al restaurante y le lance un vaso de agua y casi la llamo anorexica. Oh Dios, esto va a ser malo, va a ser realmente malo.La furia en su voz hace que se me me hiele la sangre.Mi cuerpo se tensa automáticamente siento que estoy en negación absoluta.No puede ser él. No puede ser el mismo hombre con el que discutí en el restaurante. Pero lo es.Está sentado detrás de un escritorio de madera oscura, con una puerta imponente, una mano apoyada sobre la mesa y la otra sosteniendo una pluma con aire impaciente. Sus ojos oscuros me taladran con una mezcla de incredulidad y desprecio.Esto es una pesadilla.El abogado que Clara consiguió