La noche es terrible, luego de que me separan de Ignacio, quien recibió unos cuantos golpes tras intentar resistirse, me dejan en una apestosa habitación. Intento recrear el camino hasta aquí en mi cabeza, pero solo puedo rememorar salir de la casa, ingresar a una especie de establo, bajar unas escaleras y luego zigzaguear hasta este lugar.
El maldito lugar es enorme, no hay forma de escapar sin ser vistos y capturados. Cámaras por todos lados, cada pocos metros, un guardia armado apostado frente a alguna puerta de acero. Justo como la que me guarda aquí.
Trato de acomodarme mejor en la silla de metal en la que me ataron cada una de mis muñecas a los posabrazos. Me duele el trasero y tengo las extremidades entumecidas por la quietud.
El estómago me ruge, la garganta me arde por la sed. Tenía la estúpida y romántica idea, de que, si alguna vez tenía que estar en esta situación, lo
Siento que llevo una eternidad metida en esta celda de mierda. Ahora me encuentro en una habitación similar, con la excepción del mobiliario. Hay un colchón, una mesa con dos sillas en metal y una cubeta. Nada más.En estas cuatro paredes, las cosas empeoran rápidamente. Una mala situación, escala a una terrible situación en dos segundos. Basta una mala contestación, que el guardia tenga un mal día o simplemente este aburrido.Mis captores rotan, no siempre están los mismo trayendo la comida, algunos, son más civilizados que otros. El que nunca cambia, es cobra. Él me visita a diario, justo como prometió. Cumpliendo con su palabra, primero me golpea, a veces en las costillas, a veces en el abdomen. Si su día es muy malo, entonces, es en la cara. Por lo general usa sus puños, rara vez sus piernas.Luego, me somete. Toma lo que queda de mí, pero no ruego
—No me extrañes mucho —se despide Cobra cuando el bote llega al otro lado del río.—¿Te acuerdas lo que te prometí? —pregunto entre dientes.Sonríe y me tira un beso mientras el motor lo aleja de mí. Me quedo mirando fijo la embarcación alejándose de la orilla, hasta que se pierde en el horizonte. Y solo entonces me dejo caer de rodillas sobre la húmeda hierba.—Tenemos que irnos de aquí Val. —me pide Ignacio ayudándome a ponerme de pie.Cargo con su peso sobre mi hombro. Apenas lleguemos al pueblo lo voy a llevar al hospital, aunque sea a la fuerza. Tengo miedo de que la herida de bala en su rodilla derecha se infecte. Al igual que la lesión de la mano izquierda, de donde le cortaron tres de sus dedos.Lentamente nos abrimos camino a través de la frondosa vegetación, hasta que por fin puedo ver la carretera
Pasamos unos días en el hospital de Vadío Viejo, donde tuvieron que intervenir a Falcón para tratar de arreglar el desastre que hicieron esos malditos con él. Por supuesto, me quedé a su lado. Ninguno de los dos confiábamos en nadie más que nosotros mismos.El primer día, López vino a vernos y trajo consigo nuestras pertenencias que pudo recuperar de la hostería. Dos días después, regreso con mi auto y bolso. La versión oficial, habíamos sido asaltados en la frontera.Una vez que le dieron el alta a Ignacio, nos subimos al vehículo y abandonamos Vadío Viejo sin mirar atrás. Con la horrible sensación de estar siendo observados en todo momento, encima la frustración de tener que volver con las manos vacías y la cola entre las piernas.Huyendo, como dos míseros cobardes. Espantados por los recuerdos de nuestro cautiverio
Pasar unos días en Charjál, en compañía de Elvira, ayuda a sanar mi espíritu, pero es hora de volver a la realidad. Debo seguir mi camino, aunque no decido cómo continuar.Todo en mi interior quiere seguir con el plan original, publicar la historia y enfrentar lo que venga luego. Si solo mi vida estuviera en juego, lo haría sin dudarlo. Pero no puedo apostar vidas ajenas en esto.Me despido de Elvira entre abrazos y lágrimas. Vuelve a pedirme perdón, niego su culpa, ella es la persona más inocente en esta historia. Mi propio ego me impulsó a seguir adelante, incluso cuando mi lado racional me pedía alejarme.Cargo los bolsos al auto y veo como Falcón mete el suyo en el baúl junto al mío.—¿Qué haces? —pregunto confundida, creí que volvía a Castañares.—¿Pensaste que iba a dejarte sola?
Nos adaptamos rápidamente a nuestra nueva realidad, Ignacio se adueñó del sofá cama como su habitación. Deje de insistir en que tome mi habitación, es una lucha perdida.Mientras yo trabajo en la historia, él reúne todas las pruebas que logramos conseguir, no son muchas, pero sí tenemos suficientes para al menos abrir una investigación a la policía de Vadío Viejo por la muerte de Soledad Quiroga.El primero de mis reportes, es sobre la aparición de los cadáveres en la vera del Paraná, la conexión con la red y la desaparición de docenas de jovencitas de los pueblos aledaños.Todo en un informe completo, con fechas, locaciones, nombre y apellido de las víctimas, con la previa autorización de sus familiares. En esto, la ayuda de Elvira es indispensable. Por supuesto, consiguió la aprobación de inmediato,
La mañana comienza con buena perspectiva, me encuentro abrazada al cuerpo tibio de Ignacio en la cama, no ha pasado gran cosa, pero dormir a su lado lo ha significado todo. El sol se cuela por la ventana, es una calurosa mañana de principio de diciembre.Me levanto sin hacer ruido y tras un breve paso por el baño comienzo a preparar el desayuno para todos. Lourdes no tarda mucho en unirse a mí en la cocina. Comienza a cebar mate, mientras termino con las tostadas estilo francesas que estoy intentando no quemar.Intercambiamos una breve y simple charla. No quiero pensar en el día que me espera. Debo volver al periódico, poner a Diego al tanto de todo. No puedo seguir evitando sus mails. Luego entregarle los reportes, esperando que se anime a publicarlos.Cuando Nacho se suma al comedor, desayunamos con un ambiente agradable y distendido. La energía entre los tres es excelente, no hemos tenido ningún conflict
La puerta de su oficina está ligeramente abierta, el corazón me late fuerte, todo podría salir mal. Si me equivoco con él, estamos perdidos.—Señorita Muñiz —saluda el hombre poniéndose de pie.Viste un traje de tres piezas en azul oscuro, su cabello gris prolijamente peinado, tiene un rostro solemne. Se nota que es un hombre mayor, pero todo en él llama al respeto.—Señor fiscal, gracias por recibirme, Valeria Muñiz —saludo apretando la mano que me ofrece.—Ferreyra o Damián. Menos sílabas —bromea con una sonrisa—Débora, mi secretaria dice que tiene información sensible sobre un caso.—De hecho, es un caso completo —advierto cerrando la puerta detrás de mí, le ofrezco la carpeta que contiene toda la investigación.—La escucho —incita con la información
Las horas parecen interminables haciendo la espera aún más insoportable. Mi ansiedad está por el techo. No encuentro con qué distraerme. Siguiendo el consejo de Lou, decido ir a correr. No estoy en forma para nada, al poco tiempo noto mis pulmones irritados por la falta de oxígeno. Por lo que decido regresar caminando. El calor comienza a enrojecer mi piel y me protejo a la sombra de un inmenso árbol.Me siento en la banca mientras veo a los niños jugar en el parque. Sus risas me sacan una sonrisa, por unos segundos, olvido que el mundo es un infierno en la tierra. Olvido la inmensa crueldad sobre la que está construido. Y las decenas de almas que aún no encuentran paz.Me cuesta imaginar que todas esas jovencitas estén con vida. Pero la esperanza alimenta mi conciencia al no haber encontrado más cuerpos. Me aferro a las palabras de Falcón. “No es buen negocio perder activos