Las leo
El aire a mi alrededor se volvió denso, cada respiración pesada y amarga. Frente a mí, estaban ellos dos: Estela, la mujer a la que amaba, y Zander, mi propio hermano. La traición se sentía como una daga, afilada y cruel, clavándose en mi pecho con una precisión despiadada. Jamás, ni en mis peores pesadillas, hubiera imaginado que el “alguien más” fuera mi propio hermano.Dio un paso hacia mí, con una expresión de falsa sorpresa, como si le incomodara que hubiera descubierto su traición de esa forma. Pero en su mirada no había arrepentimiento, ni siquiera remordimiento. Era casi como si lo disfrutara.—Zane —dijo Zander, con una voz controlada y fría—, no esperaba que te enteraras de esta manera.Lo miré, incrédulo. Todo mi cuerpo temblaba de rabia, mis manos se cerraban en puños, y una voz en mi interior me gritaba que le arrancara esa expresión de superioridad. Pero al mismo tiempo, estaba paralizado, atrapado en una tormenta de emociones que me ahogaba, que me rompía.—¿De esta mane
La noche estaba fría y el aire tenía ese peso que anunciaba una tormenta. Observé la calle desierta desde el umbral de ese bar, cuando sin dudarlo pensé en hablar nuevamente con Estela, como si la humillación de la tarde no hubiera sido suficiente.Mientras un sinfín de pensamientos atravesaban mi mente. Había descubierto la verdad por casualidad, algo que nunca habría esperado de ella. Estela estaba embarazada y me lo había ocultado, como si no tuviera derecho a saberlo, como si no fuera asunto mío. La rabia me recorría el cuerpo en oleadas, y no podía detenerme de pensar en todas las posibilidades, en todas las mentiras que había tejido.Ignorando el tono de voz preocupado de Ophelia, quien no tenía menor idea de lo que estaba ocurriendo, le envié un mensaje, directo y claro: “Ven a verme. Quiero hablar contigo, sobre el hijo que estás esperando.” Guardé mi móvil y subí de inmediato a mi auto.—¿A dónde vas? —preguntó Ophelia.—A casa —respondí, en una mentira a medias, por supuesto
Las palabras de Estela seguían repitiéndose en mi mente. Ese hijo era mío.Al principio dude de su palabra. ¿Cómo podría creerle después de todo el engaño? Negué con la cabeza mientras mis ojos la miraban fijamente, buscando un atisbo de duda en sus palabras, algo en sus ojos que me dijera que estaba mintiendo. Sin embargo, no había nada, sus palabras, aunque en un tono bajo, sonaron seguras, y una amargura aún más grande se instaló en mi pecho.—¿Cómo estás segura de que es mío? —pregunté—. Si has estado follando con Zander también, ¿Cómo puedes asegurar que yo soy el padre? —solté con desprecio, porque gracias a ella me estaba portando como un hijo de p*ta, pero ¿Cómo creer ciegamente en sus palabras después de que me estuvo mintiendo?Estela apretó sus labios y respondió:—Mi cicló no ha llegado desde hace tres meses, yo ya me había hecho dos pruebas en casa, pero me negué a creerlo. Hace tres meses, Zander estuvo fuera…Sus palabras se detuvieron. Lo que decía era cierto, Zander se
Pasaron un par de horas desde que ellos se fueron y me encontré en el suelo de mi departamento, en un rincón oscuro y silencioso que, por alguna razón, parecía el único lugar en el mundo donde podía respirar. La botella en mis manos estaba a medio vaciar, y mi visión se tornaba borrosa, pero no podía —o quizá no quería— parar. Bebía como si el alcohol pudiera llevarse el dolor, como si cada trago pudiera borrar las imágenes de Estela y Zander, juntos, riéndose de mí. Era una ilusión, claro. El alcohol no hacía nada más que aumentar la desesperación, pero en ese momento, me daba igual.Llevé la botella a mis labios una vez más, dejando que el licor quemara mi garganta, intensificando la sensación de vacío en mi pecho. Sentía que me ahogaba en ese vacío, que cada gota que bebía me hundía más en un mar oscuro de autodesprecio y rabia. No sabía qué me dolía más: que ella me hubiera traicionado o que él hubiera sido capaz de llevársela, a pesar de todo."Soy una basura", me dije en voz baja
Cuando Zane escuchó las palabras de Ophelia, diciendo que su hermano y Estela habían muerto, se tambaleó hacia atrás, apenas consciente de las manos de Ophelia intentando sostenerlo. El mundo a su alrededor parecía derretirse, dejando solo ese dolor crudo y palpitante que no encontraba forma de expresar. Quería gritar, destruir algo, cualquier cosa para silenciar esa voz en su cabeza que le recordaba que ellos estaban muertos, que él estaba solo, que había deseado con toda su alma que eso ocurriera y que nunca, jamás, volvería a ser el mismo.Sus pensamientos giraban en un torbellino caótico mientras la rabia, el dolor y una desoladora tristeza competían por el control. Recordaba cada instante, cada mirada que le habían dedicado Estela y Zander, la forma en que le habían arrebatado la felicidad, la traición que lo había destrozado. Sin embargo, ahora que ya no estaban, esa rabia empezaba a transformarse en un vacío helado. ¿Cómo era posible que su odio, su furia, se sintieran tan hueco
Alison escuchó en silencio mientras Zane le contaba su historia, cada palabra teñida de dolor y cicatrices invisibles. Había escuchado muchas historias desgarradoras en su vida, pero nada como eso. Zane, el hombre que parecía ser un pilar de fuerza y control, tenía una historia tan marcada por la tragedia y la pérdida que le rompía el corazón. Cada palabra que decía resonaba en ella, haciéndola comprender la profundidad de su sufrimiento y, sobre todo, las heridas con las que vivía día a día.Cuando Zane terminó de hablar, sus ojos estaban fijos en los de ella, llenos de una mezcla de vulnerabilidad y resignación. Por primera vez, Alison sintió que él la estaba dejando entrar completamente, sin barreras, sin pretensiones. Pero Zane, con la voz baja y un tono que traicionaba su miedo, le dijo:—Alison… si después de todo esto decides que no quieres estar conmigo, lo entenderé. No sería fácil estar con alguien como yo, con alguien tan… roto —dijo con la voz queda. Si había algo en ese mo
Mientras Alison buscaba en su computadora a os mejores psiquiatras del país. Jessica estaba en su pequeño estudio, concentrada en revelar las fotografías de su última sesión. Las luces bajas y el suave sonido del agua corriendo en el tanque de revelado la sumergían en una calma casi hipnótica. Cada imagen que aparecía ante sus ojos le recordaba la razón por la que amaba tanto la fotografía. Ella era capaz de mostrar todo un contexto con solo una fotografía y eso le llenaba el pecho de orgullo.Aun así, su concentración no podía evitar que sus pensamientos divagaran hacia Travis, o mejor dicho… John. La relación entre ambos había sido una montaña rusa de emociones y preguntas sin respuestas. Travis desaparecía por largos períodos sin una explicación clara, y aunque ella trataba de darle el beneficio de la duda, no podía evitar pensar que él le ocultaba algo. Quizás estaba casado, o tenía otra vida de la que nunca le había hablado. La idea la había atormentado en silencio, y francamente
Jessica seguía entre los brazos de Travis, ambos aún sin separarse desde aquel beso que había desbordado todas las emociones contenidas entre ellos. Cuando finalmente sus labios se apartaron, el silencio llenó el espacio. Pero no era un silencio incómodo; era denso, cargado de significado, como si no fueran necesarias más palabras para expresar lo que estaban sintiendo.Jessica lo miró a los ojos, con una mezcla de vulnerabilidad y determinación. En su mirada había algo nuevo, algo que parecía haber dejado atrás la confusión y las dudas que la habían atormentado hasta hace apenas unos minutos. Lentamente, llevó sus manos hacia los botones de la camisa de Travis y, sin dejar de mirarlo, comenzó a desabrocharlos uno por uno. Su tacto era suave pero seguro, cada movimiento calculado, como si quisiera saborear cada segundo.—No sabes cuanto desee que no hubiera secretos entre nosotros —declaró Travis con la voz más ronca, mientras sentía las manos de Jessica sobre su pecho. Mientras el cal