La novata siendo llevada por el mismisimo CEO. Pero Ali flojita y cooperando ¿que pasará en esa noche lluviosa? lo sabremos más tarde.
El ruido constante de la lluvia golpeando el parabrisas se mezclaba con el zumbido tenue del motor mientras Zane conducía por las calles mojadas. A pesar de que la tormenta no daba tregua, su conducción era firme, precisa, pero sin prisa. Alison estaba sentada a su lado, sintiendo el peso de su presencia en cada fibra de su cuerpo. La atmósfera dentro del lujoso auto era sofocante, y no precisamente por la humedad que impregnaba el aire.Había algo en Zane Blackford que la ponía en alerta, como si su mera presencia captara todos sus sentidos. Sabía que él era imponente, pero no era solo su físico lo que la intimidaba. Era su control absoluto sobre cada situación, su capacidad para hacer que los demás se sintieran pequeños e irrelevantes sin siquiera decir una palabra. Y ahora, en este auto, con las luces de la ciudad reflejándose en el parabrisas empañado, Alison se sentía más vulnerable de lo que le gustaba admitir.El tráfico estaba denso, un río interminable de luces rojas de freno
Alison y Zane cruzaron el vestíbulo del edificio en silencio. Mientras el eco de sus pasos resonaba en el piso de mármol al tiempo que el parpadeo de las luces del techo llenaba el ambiente con una incomodidad apenas perceptible. Alison lanzó una mirada rápida al ascensor, con la esperanza de que estuviera en funcionamiento, pero las puertas metálicas estaban cerradas y un letrero colgaba advirtiendo que estaba fuera de servicio. «Maldición» pensó Alison apretando los labios. —Tendremos que usar las escaleras —dijo, sintiendo un pequeño nudo de nervios en el estómago. No porque se avergonzara de vivir en un sitio donde el ascensor no servía regularmente, sino por el hecho de subir mas de tres pisos en compañía de Zane Blackford. Zane no dijo nada, simplemente asintió y comenzó a subir los escalones, con pasos largos y decididos. Alison lo siguió, sus tacones resonando a un ritmo acelerado mientras intentaba mantenerse a su altura. «¿Por qué tenía que ser hoy, justo hoy?» pensó mien
El silencio seguía envolviendo la habitación, pesado y denso, mientras Alison y Zane se miraban a los ojos sin moverse, como si el aire alrededor de ellos se hubiera detenido. Las manos de Alison seguían descansando en los botones de su camisa, a medio desabotonar, y aunque su cabeza le decía que debería apartarse, sus pies parecían clavados en el suelo. Los latidos de su corazón resonaban tan fuertes que sentía que Zane debía escucharlos también, cada pulso como un tambor que marcaba la tensión entre ellos. Zane no rompió el contacto visual en ningún momento, ni siquiera cuando ella se percató de lo que estaba haciendo. Sus ojos, oscuros y profundos, la miraban con una intensidad que quemaba. Alison sintió una oleada de calor recorrer su cuerpo, una que comenzó en su pecho y descendió lentamente, encendiéndola desde adentro. No era solo atracción lo que sentía. Había algo más, algo incontrolable que se deslizaba por sus venas, algo que no podía nombrar pero que la estaba consumiendo.
Los ojos de Alison, que antes habían estado perdidos en el fuego del deseo, ahora se encontraron con los de Zane de una manera distinta, cargada de una nueva tensión.Él no se movió, pero la intensidad en su mirada aún ardía, oscura y cargada de una emoción que ella no podía descifrar del todo. Alison tragó con fuerza, notando la rapidez de su respiración, la cercanía de sus cuerpos, y lo fácil que había sido perderse en el contacto, en el deseo. Pero ahora, con el sonido del teléfono rompiendo el hechizo, la realidad la golpeaba con la fuerza de una tormenta.Dio un paso hacia atrás, liberándose del calor sofocante que Zane emanaba, su corazón aun latiendo desbocado en su pecho, pero ahora por razones diferentes. Todo en su interior parecía gritarle que debía apartarse, que debía recuperar el control de la situación antes de que todo se desmoronara. Zane, sin embargo, la observaba con detenimiento, con su expresión inescrutable.—Yo… esto… no debería estar pasando —murmuró Alison, su
La pequeña sala de Alison estaba bañada por una luz suave, el único testigo del torbellino de emociones que giraban en su interior. Se sentó en el suelo, junto a Jessica, alrededor de la mesita del centro, que ahora sostenía las cervezas y la bolsa de comida coreana que su amiga había traído. Había un silencio momentáneo, que se rompió por el sonido de las latas abriéndose, el chasquido que parecía el preludio de la conversación inevitable que sabía que vendría.Jessica no tardó mucho en alzar una ceja, curiosa, mientras servía la comida en recipientes improvisados. Su mirada inquisitiva se clavaba en Alison como una flecha, esperando a que su amiga soltara lo que, claramente, había estado ocurriendo. Alison, por su parte, sentía que las palabras se le atoraban en la garganta, aun intentando procesar la intensidad del encuentro con Zane.—Bueno, ¿y qué pasó realmente? —preguntó Jessica con una sonrisa traviesa, tomando un trago largo de su cerveza—. Porque cuando llegué, no parecía que
Con el primer rayo de sol que se filtraba a través de las gruesas cortinas de su dormitorio, Zane Blackford se despertó.Se sentó en la cama, pasando una mano por su cabello desordenado, y respiró hondo. La noche anterior aún estaba fresca en su mente, y el sabor de los labios de Alison seguía persistiendo en su boca como un recuerdo imposible de borrar.Zane negó con la cabeza, desde hacía poco más de un año, dejarse llevar por el momento era algo que jamás hacía, siempre trataba de mantener el absoluto control de todo cuánto estuviera a su alcance. Pero por alguna razón Alison, la abogada novata en su firma, parecía desestabilizarlo.Con un suspiro frustrado, se levantó de la cama, vistiendo rápidamente un traje oscuro que reflejaba la imagen de control y perfección que tanto se esforzaba por cultivar.Zane Blackford, era el implacable CEO de una de la firmas de abogados más prestigiosa de la ciudad, no podía permitirse mostrar debilidad. No podía permitir que nadie, ni siquiera él
El sonido de los tacones de Alison resonó en el mármol pulido del vestíbulo de la firma. El eco de cada paso parecía tan fuerte como los latidos acelerados de su corazón. Apenas había dormido esa noche, dando vueltas en la cama mientras el recuerdo del beso con Zane la asediaba una y otra vez. ¿Qué había hecho? ¿Cómo había pasado? No era propio de ella perder el control de esa manera, pero algo en Zane la había desarmado, la había llevado al límite de lo que ella misma podía reconocer.Apretaba entre sus dedos la bolsa de papel que contenía la chaqueta de Zane, la cual había mojado con la lluvia cuando salió corriendo de su departamento tras la tormenta de la noche anterior. ¿Cómo iba a enfrentarlo ahora? Su jefe. El respetado e implacable Zane Blackford. Pero no podía ignorar lo que había pasado, y devolverle la chaqueta era un recordatorio ineludible de lo que compartieron la noche anterior.Alison respiró profundamente al entrar en la firma. El bullicio habitual la rodeaba, pero pa
Alison salió de la oficina de Zane con el corazón aún latiendo desbocado. Sus labios aún hormigueaban por el beso, sus manos temblaban ligeramente por la intensidad del contacto reciente. Su mente intentaba desesperadamente recuperar el control, encontrar algo de lógica en el caos de emociones que se agitaban en su pecho. Mientras se encaminaba por el pasillo, sintió cómo el aire frío del vestíbulo de la planta la envolvía, contrastando con el calor que todavía abrasaba su piel.Gloria, la asistente de Zane, levantó la mirada de su escritorio cuando Alison pasó a su lado. Sus cejas se arquearon con curiosidad, pero no dijo nada. Sin embargo, su expresión dejó claro que no esperaba ver a Alison saliendo de la oficina de su jefe, sobre todo sin haber sido anunciada. Pero fue otra figura, más allá de Gloria, la que hizo que el corazón de Alison se detuviera por un segundo.Allí, de pie junto a la sala de espera de la oficina del CEO, estaba una mujer que Alison reconoció inmediatamente,