Al día siguiente, ya se encontraba de pie frente a su jefe. El mismo, como siempre ni siquiera la miró al rostro, simplemente le ordenó que hacer.
—Buen día Señor —dijo ella.—Buen día, aquí tienes estas planillas, quiero que las llenes, y me digas cómo están los números de la empresa.—Claro señor. Pero yo soy simplemente una secretaria.—Eres un administradora de empresas, me sorprende que estés... olvídalo.—Enseguida señor.Dio la vuelta y comenzó a caminar.—Espera... —dijo de repente la voz gruesa de su marido.Al girarse lo contempló con curiosidad.—¿Qué ocurre?—¿Cómo has estado? —preguntó de repente, y el corazón de Briana dio un salto."¿Estará preocupado por mí? —pensó —¡Eso jamás!".—Muy bien ¿y usted?—Maravilloso. Ambos se quedaron observando. Briana tenía el cuerpo de costado, sintiendo que su corazón se saldría de su pecho. Mientras que él, simplemente estaba inexpresivo, con las dos manos apoyadas en el escritorio.—Eres muy lenta ¡Ve a trabajar! —la regañó.—Enseguida señor —dijo cabizbaja y salió por la puerta.En cuanto estuvo en el pasillo, dejó caer su espalda en contra de la madera fría.Poco a poco se deslizó hasta llegar al suelo. Sus manos se apoyaron en su pecho, y sonrió. Su corazón latía con prisa, como si fuera el primer día.¿Acaso aún lo amaba? y al parecer así era. Movió su cabeza de un lado al otro.Su cuerpo cayó hacia atrás.—¡Auch!—Aún sigues aquí —murmuró una voz, y ella no pudo ver.—L-lo lamento —comentó y salió corriendo hacia su cubículo.Aún no estaba terminada el área donde ella comenzaría a trabajar. Lo único bueno, era que le aumentarían el sueldo. Y le parecía bastante extraño, que él la hubiera contratado sabiendo que era la ex mujer.< >De igual forma, solamente quería aprovechar cada centavo extra que pudiera ganar.En cuanto llegó, Melissa la tomó de la mano y juntas fueron a la cafetería.Eran amigas desde que iban al jardín, esa costumbre no se había borrado en ningún momento. Melisa, ayudó a Briana a poder ingresar en esa empresa. Siempre estaba ocupada de vacantes hasta que uno libre apareció. Lo malo, era que ese vacante solamente era por licencia de maternidad.Briana, no sabía que tan incierto era su futuro.—Estás sonrojada, dime ¿qué te ha pasado? —preguntó Melisa, mientras las dos bebían una taza de café.—No lo sé, fue un poco extraño. Me preguntó, cómo había estado.—Yo creo que a él le interesa, solamente se hace el duro.—No, ¡Ay no le intereso! Además, me dejó abandonada y sola con una bebé.—Una bebé que él no sabía. Y si le decías, tal vez... estaba pasando por un mal momento o algo y...—No creo que haya una excusa para dejarme. Siempre lo amé; siempre le cuidé y fui fiel. No entiendo su comportamiento.—No importa, ahora tal vez sea una oportunidad para averiguar qué le pasó ¿no te parece?—No lo sé.Volvieron a trabajar, y la cabeza de Briana, solo daba vueltas. En ese día, a diferencia del anterior, tenía mucho trabajo.Tuvo que descargar e imprimir durante horas, archivos de la empresa. Compararlos con los nuevos, y anotarle cada una de las cifras, registradas por la empresa. Cuando quiso ver el reloj ya eran las 8 de la noche. Melisa ya había ido a su casa y quedaban pocos empleados. Al terminar, tomó las carpetas y dió un leve golpeteo frente a la oficina de su jefe.—¡Pasa..! —comentaron del otro lado y ella accedió. —Ya terminé señor ¿puedo retirarme?—Sí, vete —comentó con voz desinteresada.Ella asintió, y simplemente se dio la vuelta para poder marcharse. Sus pasos, fueron más rápidos que su corazón. Entre medio del pasillo, se sintió feliz de poder regresar a su casa.El único problema, era la distancia que tenía que recorrer. Ya había anochecido, la neblina poco a poco estaba cayendo. Estiró la mano, sintiendo que en cualquier momento desaparecería. Se abrigó, primero se cambió los tacones, al llegar al banco que quedaba enfrente de la empresa. Ya lista con sus zapatillas deportivas, agujereadas comenzó su caminata. La farola, la acompañaban. Haciéndola sentir menos sola. No pasaron ni 15 minutos cuando se sintió levemente observada. Pero, desestimó ese sentimiento.A lo lejos, había un vehículo de color azul, largo, al estilo limusina. —¿Por qué caminarás sola..? — se preguntó Eduardo mientras había ordenado a su chofer, seguirla a la
Al parecer, habían sacado dinero de la empresa, sin siquiera justificación. Dió un leve golpeteo a la puerta, pero como no tuvo respuesta, la abrió.—Señor, aquí tengo esta carpeta y no puedo llegar a comprender los números y... —se quedó en silencio, nunca en su vida hubiera esperado ver a su ex esposo en una silla de ruedas.Sus ojos salieron como platos, y el mismo se encontraba mirando por la ventana. Se veía calmado, incluso a pesar de estar en esa posición, se había se veía poderoso y muy atractivo. Su cabello, algo largo lo hacía ver aún más varonil. —¡Te dije que golpees la puerta, y que esperes! —gritó de pronto su esposo.—L-lo siento, pero como no respondió yo...—No puedes hacer nada bien Briana, solamente te pedí una cosa, que cada vez que vengas golpees la puerta y que no abras por nada del mundo y ingresas igual ¿Acaso quieres que te despida? ¡pues lo haré! ¡Estás despedida! Brianna abrió los ojos sorprendida, sin haber esperado nada de eso. Solamente quería adverti
Él la miró con sorpresa.—Sube al auto.—Gracias —comentó y simplemente desapareció de la calle para subirse a ese vehículo. Su corazón latía con prisa, en parte, no esperaba que él pudiera llegar a escucharlo y menos comprenderla.En ese instante, lo único que quería era básicamente saber si su hija iba a estar bien. Sus ojos estaban llorosos, y podía ver que su bebé lloraba desesperada.—Tranquila amor —comentó mientras la abrazaba, y sacaba su pecho para dárselos. Eduardo desvió la vista en ese momento, tragó saliva en seco. >Pudo comprender, esa pequeña bebé podría ser su hija. Si ella hubiera estado embarazada en el momento que él ha hecho, tal vez hubiera estado de cuánto dos meses, tres meses. Si hubiera tenido ese bebé, el mismo tendría un año y tantos meses. —Tranquila, ya llegamos. Este no es el hospital —comentó al ver una gran clínica. La cual no podría pagar en mil años.—Esto es mejor que un hospital además, no vas a tener q
Eduardo, disfrutaba de las caricias de aquella rubia. Ya estaba encima del, sentado en su silla giratoria. Cuando trabajaba, eran pocas las ocasiones, sentado en su silla de ruedas.En aquella silla majestuosa y giratoria.Se sentía poderoso, y a veces se olvidaba de su condición. Más sintiendo los pezones erectos, de aquella mujer.Tenía el pecho descubierto. Sus piernas enredadas sobre sus propias caderas. Una cintura pequeña, un trasero grande. Toda esa combinación, hizo que Eduardo, sintiera confusión.De igual forma, sonrío. A pesar de que no la estaba besando, su erección era grande. Sentir, su paquete pegado al enorme trasero de la rubia, lo hacía llenarse de un éxtasis especial.Con su mano derecha, tocaba el botón húmedo y dilatado. —¡Más!Movió sus dedos de un lado al otro. En círculos, llenándose de humedad en su mano. Introdujo tres dedos en la cavidad húmeda y resbaladiza. —Estás... muy húmeda. Te penetrar...—¡Mete tu enorme miembro! —exigió. Cuando ya no lo soport
Briana, al llegar a la oficina, se tocó el corazón. No había sentido algo así antes.—Ahora sí viste un fantasma —dijo divertida Melisa, dándole un codazo amistoso y después añadió:— dime que viste.—A... Eduardo.—¿Eduardo? Pero si lo vez todos los días y...—Teniendo sexo con alguien —comentó en forma monótona Melisa borró su sonrisa y la tomó del codo. Se desplazaron hasta llegar al baño y Briana aún no llegaba a la realidad. —¿Y qué tiene?, De igual forma es tu ex esposo. Tienes que golpear la puerta Briana, en serio te lo digo. Puedes meterte en varios problemas con...—Lo que ocurre es.... encontré más irregularidades de los números. Alguien se está robando el dinero de la empresa. —Oh, eso es grave.—Lo es. Por eso te estoy diciendo. No estoy bromeando. —Bueno... vas a tener que esperar a que termine —dijo divertida Melisa, se miró al espejo y se lavó la cara.—Ahora ni siquiera quiero ir —comentó apoyando la mitad de su cuerpo en el lavado.—¿Y eso por qué? —preguntó Melis
Aceleró el paso. Solamente quería estar con su hija, se preguntaba cómo la encontraría.La había anotado en esa misma mañana en un maternal. No había querido, pero pensaba que era lo mejor punta debería adaptarse tal cual ella lo hacía, a esa nueva vida. Eran buenos con la bebé, eso es lo que había sentido desde el primer momento.Era tan solo tres cuadras, llegó rápido. Con nerviosismo, estaba frente a la puerta junto con otros padres. Algunos hablaban entre sí, otros simplemente estaban de pie esperando a su hijo.Al Abrir la puerta... Ella ingresó con un poco de duda. Había muchos niños esperando, algunos llorando y otros jugando felices. Pudo ver en un rincón además, en los brazos de una maestra y otros sobre una bonita alfombra de peluche.—Hola, aquí está mi bebé.—Ella se ha portado muy bien. Es una niña muy buena, nosotros la cuidamos bien. —Gracias, es la primera vez que la traigo a un maternal. —Está bien, muchos padres lo hacen incluso desde los 45 días de vida.—Está
Frente a una gran casa, el portón ya se desplegaba. Mientras él manejaba hasta el interior.En cuanto estacionaron, él levantó la palanca de freno. Briana, salió por la puerta, y mientras desabrochaba a Emma, él tomaba la silla de ruedas que se encontraba en la parte de atrás, y con bastante agilidad sosteniéndose solamente de sus brazos, bajaba.Brianna lo miró sorprendida. No podía creer la agilidad con la que se manejaba ese hombre. Si no lo creería, parecía que alguien lo hubiera ayudado a bajar y ponerse la silla de ruedas. En realidad sus pensamientos estuvieron rondando sobre eso durante todo el viaje. Preguntándose si acaso ella tendría que ayudarlos, si podría con el peso de aquel hombre tan musculoso. No obstante, se había equivocado y él como si fuera un peso pluma, se había manejado con agilidad. Briana, al llegar a la casa, vio a su madre y solamente la abrazó.Ambas llegaron al interior de la habitación, hablando sin parar de lo que habían hecho durante el día. Al día s
—Me dijo que por un accidente. Para cuando yo lo conocí... era un hombre viril. Le encantaba hacer deporte, y nos gustaba caminar. Nos conocimos haciendo ejercicio al aire libre, en ese instante, nos volvimos inseparables. Estuvimos por más de 5 años juntos y antes éramos amigos. —Lo siento mucho. —Está bien, nos conocíamos desde que éramos pequeños y después nos volvimos a encontrar cuando éramos... un poco más grandes. Pero al parecer eso no fue suficiente para esto, se aburrió de mí y se enamoró... De Alguien más.—¿Y Emma es de él?"Si..."—Creo que tengo que irme —comento Briana poniéndose de pie y desapareciendo de la cafetería. Era una pregunta personal, ella nunca contestaría a eso. Sin embargo, la palabra "Sí", rondó una y otra vez en su cabeza. Eduardo era el padre de su hija y después pensó: "no le pregunté el nombre al médico". Si se lo había mencionado con anterioridad como a ella se lo había o