Él la miró con sorpresa.
—Sube al auto.—Gracias —comentó y simplemente desapareció de la calle para subirse a ese vehículo.Su corazón latía con prisa, en parte, no esperaba que él pudiera llegar a escucharlo y menos comprenderla.En ese instante, lo único que quería era básicamente saber si su hija iba a estar bien.Sus ojos estaban llorosos, y podía ver que su bebé lloraba desesperada.—Tranquila amor —comentó mientras la abrazaba, y sacaba su pecho para dárselos. Eduardo desvió la vista en ese momento, tragó saliva en seco.<<¿Acaso ella será..? No, no puede ser>>Pudo comprender, esa pequeña bebé podría ser su hija. Si ella hubiera estado embarazada en el momento que él ha hecho, tal vez hubiera estado de cuánto dos meses, tres meses. Si hubiera tenido ese bebé, el mismo tendría un año y tantos meses. —Tranquila, ya llegamos. Este no es el hospital —comentó al ver una gran clínica.La cual no podría pagar en mil años.—Esto es mejor que un hospital además, no vas a tener que esperar tanto tiempo.—No, no puedo.—¿Qué cosa no puedes..? —comentó él mientras abría la puerta, y sacaba con bastante agilidad la silla de ruedas de la parte trasera.—N-no puedo pagarlo —dijo en un hilo de voz.—Eres rica, ¿de qué demonios hablas?—¿Rica? era rica, mi padre... mi padre se llevó todo y nos dejó a mí y a mi madre en la calle.—No es mi problema, pagaré lo que tenga esa niña.—No, solamente llévame al hospital.—Eres terca, esa niña se agarrara de otra peste en el hospital.—No necesito de tu benevolencia, solamente llévame ahí.—No lo hago por ti, lo hago por la niña.—Porque es, ella no es de tu responsabilidad.—Y si lo fueras, ¿acaso tienes algo que decirme? —le preguntó, acercándose a Briana.Al hacerlo, fue un gran error para él. El olor a vainilla, invadió sus fosas nasales, y rápidamente, su cuerpo se hizo hacia atrás por el impacto.—Solamente déjame en el hospital —volvía a demandar y él puso los ojos en blanco.Bajó con agilidad, sentándose de su silla de ruedas y cerrando la puerta.Se giró como para abrir la puerta de su acompañante, y dejándola salir. La misma, con desconfianza pisó el suelo húmedo de la calle. En silencio ingresaron, ella nunca había entrado en un lugar así con su hija. Hubiera deseado tener todo el dinero de antes, para poder ayudar a su bebé a estar mejor. Ni siquiera tenía un juguete, solo el único que le habían dado en el hospital.—Buen día, este hospital no es público —comentaba una mujer al mirar de arriba a abajo aquella chica, parecía ni siquiera tener un peso.—Yo pagaré lo que necesita esa niña, por favor revísela.—Enseguida señor —dijo la chica, agachando la mirada, y atendiéndola. Ambos se sentaron en la sala de espera.Enseguida, en cuestión de 15 minutos salió un doctor pronunciando el apellido Alba.— Aquí está Emma —comentó y se puso de pie.—Gracias por esto —comentó y simplemente desapareció por las puertas blancas.El llanto de la niña, poco a poco desapareció. Hasta que el silencio sepulcral invadió el lugar. Eduardo hizo una mueca como al percatarse de lo que estaba haciendo. Él nunca se había preocupado por nadie, y ahora hacerlo, detonaba en él un sentimiento difícil de describir. Cuestión de una hora, Briana apareció con la bebé dormida, y agradeciendo una y otra vez al doctor. El mismo, era joven y Eduardo sintió algo extraño al verlo.—Ya te di mi número. Cualquier cosa me puedes consultar y no tengo problema en atenderla. Es una niña adorable.—Muchas gracias doctor.—Solamente dime Juan —comentó con una sonrisa e ingresó.—¿Y bien..? —preguntó en tono seco, dandose la vuelta con la silla para ir a la salida.—Bien, el señor Juan, la atendió muy bien y me dio para hacerle nebulizaciones, porque tiene mucosidad.—Está bien ¿y la fiebre?—Es por eso mismo, al tener la vías respiratorias un poco tapadas, ella no puede respirar bien y eso le da fiebre. Me dio también para calmar la fiebre puntos diálogo está bien, las llevaré a su casa. Tienes que llegar y enseguida lo hacen, encender la calefacción. Está haciendo mucho frío.En ese instante ella palideció, no tenía gas, solamente tenía una hornalla con una pequeña garrafa. Él se detuvo y la miró con una ceja levantada.—¿Por qué te pones pálida de repente?—P-por nada —comentó y él la tomó del brazo deteniéndola antes de atravesar la salida.—Dime.—N-no puedo pagar la calefacción, no tenemos gas natural.—Es una broma ¿verdad?—No... no lo es.—Esa niña necesita calefacción, ¿de verdad ibas a llevarlas para que se vuelva a enfermar..?—¡Hago lo mejor que puedo! Iba a pagar el gas natural pero mi jefe me echó.—Ahora es culpa mía, hace tanto tiempo tu hija no tenga gas natural.—Para ti es fácil porque eres millonario, pero no para mí. Tengo que contar cada centavo que gano, para poder distribuirlo bien en la casa. Tú no sabes nada —reprochó.—No, tienes razón soy millonario y no me interesa tus problemas matutinos. Pero no dejaré que esa niña duerma en el frío, ven a dormir a mi casa. Mañana ve y paga la calefacción.—¡No iré a tu casa! —comentó ella y él no la soltó.—No te lo estoy preguntando —dijo en tono seco.Ella suspiro y dijo:—Tengo que avisarle a mi madre.—La buscaremos. No quiero tampoco que una persona de mayor edad, se enferme.—¡Me estás haciendo sentir culpable a mí! por tu...—Puede ser, no hay otra culpable de que en tu propio hogar no tengas calefacción.—Tú no sabes las cosas que he pasado —comentó mientras caminaban en dirección al auto.Los dos se enfrascaron en una discusión y el chify puso los ojos en blanco. La había reconocido en el momento que subió al vehículo. Sabía que había sido la esposa de Eduardo por muchos años. Al igual que su novia desde que eran adolescentes. Incluso a él también le sorprendió la decisión de dejarla. Sabía que él había estado enamorado desde que eran unos niños.—Mejor me iré a dormir con Melisa —comentó mientras iban en silencio en el auto.—¡Eres muy terca mujer! ve a mi casa y ya. No te estoy pidiendo quedarte en mi cama.Al decir esas palabras, las mejillas de Brianna se sonrojaron.—¿Qué?—Nada, iremos y punto; además, buscaremos a tu madre.—Está bien.En cuanto estuvieron enfrente del departamento, ella llamó explicándole la situación a su madre.La misma no entendió mucho, pero bajó con una pequeña maleta en la mano, e ingresó al vehículo.—Hola Eduardo, tanto tiempo —dijoLo hizo con la voz bastante queda en ese instante, la vio subirse al vehículo. Todos fueron en silencio.Aunque su madre de vez en cuando hablaba. Emma seguía dormida en sus brazos, y por fortuna la fiebre había bajado considerablemente. En cuanto llegaron, Briana se deslumbró. Era una casa tan grande, y con una arquitectura tan perfecta, la deslumbró.Ingresaron en silencio, en cuanto lo hicieron, él apuntó la escalera hacia arriba. Había una silla acomodada para que él pudiera desplazarse.—Vamos —dijo y sin dificultad, se subió en la silla.Poco a poco, empezó a ascender mientras que las dos miraban hacia todos lados sorprendida.No hacía tanto tiempo que no habían un lujo de ese estilo y Briana recordó todos esos años donde estaban en la mansión.—Se te caerá la baba por mi casa —comentó Eduardo divertido.Era la primera vez que él decía algo con una sonrisa y Briana se quedó congelada observándolos. Se vea tan guapo, su corazón late con prisa, después de haber sido su primer amor.Aún le era difícil apartar la mirada de él.—Bueno, será nuestra habitación —comentó entusiasmada a su madre, interrumpiendo el momento a propósito.—Es la segunda puerta a la derecha —comentó él desviando la vista de su ex esposa.Ella, pasó por su lado con la bebé, y él de reojo pudo ver un lunar, una marca de nacimiento, la misma que él tenía y era hereditaria. Eso lo confundió un poco.¿Acaso... tanta conciencia podía..? sin embargo no dijo nada.Las dos, ingresaron en la habitación, y se sorprendieron. Habían dos camas enormes de dos plazas, incluso la habitación era tan grande su apartamento o incluso más, con una sonrisa. Acostó a Emma con cuidado y se refugió las cobijas. El lugar estaba caliente, y no tenían que dormir con ropa punta sonrío, y cerró los ojos y en el instante se quedó dormido.Eduardo, disfrutaba de las caricias de aquella rubia. Ya estaba encima del, sentado en su silla giratoria. Cuando trabajaba, eran pocas las ocasiones, sentado en su silla de ruedas.En aquella silla majestuosa y giratoria.Se sentía poderoso, y a veces se olvidaba de su condición. Más sintiendo los pezones erectos, de aquella mujer.Tenía el pecho descubierto. Sus piernas enredadas sobre sus propias caderas. Una cintura pequeña, un trasero grande. Toda esa combinación, hizo que Eduardo, sintiera confusión.De igual forma, sonrío. A pesar de que no la estaba besando, su erección era grande. Sentir, su paquete pegado al enorme trasero de la rubia, lo hacía llenarse de un éxtasis especial.Con su mano derecha, tocaba el botón húmedo y dilatado. —¡Más!Movió sus dedos de un lado al otro. En círculos, llenándose de humedad en su mano. Introdujo tres dedos en la cavidad húmeda y resbaladiza. —Estás... muy húmeda. Te penetrar...—¡Mete tu enorme miembro! —exigió. Cuando ya no lo soport
Briana, al llegar a la oficina, se tocó el corazón. No había sentido algo así antes.—Ahora sí viste un fantasma —dijo divertida Melisa, dándole un codazo amistoso y después añadió:— dime que viste.—A... Eduardo.—¿Eduardo? Pero si lo vez todos los días y...—Teniendo sexo con alguien —comentó en forma monótona Melisa borró su sonrisa y la tomó del codo. Se desplazaron hasta llegar al baño y Briana aún no llegaba a la realidad. —¿Y qué tiene?, De igual forma es tu ex esposo. Tienes que golpear la puerta Briana, en serio te lo digo. Puedes meterte en varios problemas con...—Lo que ocurre es.... encontré más irregularidades de los números. Alguien se está robando el dinero de la empresa. —Oh, eso es grave.—Lo es. Por eso te estoy diciendo. No estoy bromeando. —Bueno... vas a tener que esperar a que termine —dijo divertida Melisa, se miró al espejo y se lavó la cara.—Ahora ni siquiera quiero ir —comentó apoyando la mitad de su cuerpo en el lavado.—¿Y eso por qué? —preguntó Melis
Aceleró el paso. Solamente quería estar con su hija, se preguntaba cómo la encontraría.La había anotado en esa misma mañana en un maternal. No había querido, pero pensaba que era lo mejor punta debería adaptarse tal cual ella lo hacía, a esa nueva vida. Eran buenos con la bebé, eso es lo que había sentido desde el primer momento.Era tan solo tres cuadras, llegó rápido. Con nerviosismo, estaba frente a la puerta junto con otros padres. Algunos hablaban entre sí, otros simplemente estaban de pie esperando a su hijo.Al Abrir la puerta... Ella ingresó con un poco de duda. Había muchos niños esperando, algunos llorando y otros jugando felices. Pudo ver en un rincón además, en los brazos de una maestra y otros sobre una bonita alfombra de peluche.—Hola, aquí está mi bebé.—Ella se ha portado muy bien. Es una niña muy buena, nosotros la cuidamos bien. —Gracias, es la primera vez que la traigo a un maternal. —Está bien, muchos padres lo hacen incluso desde los 45 días de vida.—Está
Frente a una gran casa, el portón ya se desplegaba. Mientras él manejaba hasta el interior.En cuanto estacionaron, él levantó la palanca de freno. Briana, salió por la puerta, y mientras desabrochaba a Emma, él tomaba la silla de ruedas que se encontraba en la parte de atrás, y con bastante agilidad sosteniéndose solamente de sus brazos, bajaba.Brianna lo miró sorprendida. No podía creer la agilidad con la que se manejaba ese hombre. Si no lo creería, parecía que alguien lo hubiera ayudado a bajar y ponerse la silla de ruedas. En realidad sus pensamientos estuvieron rondando sobre eso durante todo el viaje. Preguntándose si acaso ella tendría que ayudarlos, si podría con el peso de aquel hombre tan musculoso. No obstante, se había equivocado y él como si fuera un peso pluma, se había manejado con agilidad. Briana, al llegar a la casa, vio a su madre y solamente la abrazó.Ambas llegaron al interior de la habitación, hablando sin parar de lo que habían hecho durante el día. Al día s
—Me dijo que por un accidente. Para cuando yo lo conocí... era un hombre viril. Le encantaba hacer deporte, y nos gustaba caminar. Nos conocimos haciendo ejercicio al aire libre, en ese instante, nos volvimos inseparables. Estuvimos por más de 5 años juntos y antes éramos amigos. —Lo siento mucho. —Está bien, nos conocíamos desde que éramos pequeños y después nos volvimos a encontrar cuando éramos... un poco más grandes. Pero al parecer eso no fue suficiente para esto, se aburrió de mí y se enamoró... De Alguien más.—¿Y Emma es de él?"Si..."—Creo que tengo que irme —comento Briana poniéndose de pie y desapareciendo de la cafetería. Era una pregunta personal, ella nunca contestaría a eso. Sin embargo, la palabra "Sí", rondó una y otra vez en su cabeza. Eduardo era el padre de su hija y después pensó: "no le pregunté el nombre al médico". Si se lo había mencionado con anterioridad como a ella se lo había o
Brianna se detuvo.—No... la descubrirá Melissa, él ¡No! debe enterarse de eso.Continúo la caminata.—Pero si en un rincón único caso, se entera y...—¡No lo sé!, no se me había planteado eso la verdad. Ni siquiera pensé volver a verlo...—¡Ay Bri! Sigió caminando a la par de su amiga. Las cuadras se hicieron bastante largas para ellas, sin embargo no se quejó.Al estar frente a su casa, saludó a Melissa. Ellatenía que seguir el recorrido.Busco a Emma, quién como siempre estaba muy feliz después de haber salido de la guardería y caminó con sus zapatillas cómodas hasta llegar a la casa. Sin embargo, cuando estaba a punto de llegar, un vehículo le tocó bocina. Al girarse un poco enojada, lo vió. Al mismo médico. —Qué casualidad.. ¿tú también vives por aquí?—En realidad no, nos vemos otro día —comentó Briana mientras tomaba la perilla de la puerta. —¿Quieres ir a cenar? te
Eduardo, sin embargo no se durmió, el llegar a su habitación, sigue observando por la ventana, con la esperanza de ver alguna luz que le indique que Briana había llegado. Sin embargo con el paso del tiempo, se resignó, recostándose la cama. No comprendía, lo tarde que podía llegar una persona después de tener una cita.—¡No es una cita! —murmuró molesto."¡Es una cita Eduardo!"—¡No..! Briana, sonreía divertida habían ido al área de juegos, cerca había un shopping. —Le encanta ese dinosaurio que se mueve. Mira la sonrisa que tiene —dijo divertida.—Tiene una bonita sonrisa como la tienes tú —comentó Agustín y ella lo miró un poco sonrojada.—¿Qué dices..? —dijo divertida, quitando mechón detrás de esa oreja. —La verdad, es bonita como su madre.—Pues yo creo que hay más mucho más bonita. Se parece a su padre.—Entonces estás queriendo decir que es más bonita como su padre ¿Aún te
Brianna.Veo muchas personas de un lado al otro. El jefe nos había avisado esa misma mañana; teníamos una convención. No era muy recurrente, pero eran bastante interesantes. Iban muchos representantes de distintas empresas y compartían ideas. No estaba del todo entusiasmada, aunque Melissa... Sí. Daba saltos y aplausos a mi a mi lado. —No te creas que no vamos a trabajar porque lo haremos —dije y ella borró la sonrisa. —No seas agua fiesta. Ya verás cómo nos divertiremos ¿Y si encontramos a alguien guapo que nos saque de la pobreza? Tal vez un importante Ceo, que...—¡Melissa!, yo baja de la nube —la regañé y sacó la lengua.Se dio la vuelta para ir al baño. Suspiré, pronto salió el jefe de la oficina, y todos lo seguimos como si fuéramos un rebaño de ovejas.—Pensé que ya no vendrías —le dije a Melissa quién venía corriendo con sus tacos.—Tenía que hacer lo segundo, y justo ahora...—¡Melissa!, no