Capítulo 7

Él la miró con sorpresa.

—Sube al auto.

—Gracias —comentó y simplemente desapareció de la calle para subirse a ese vehículo.

Su corazón latía con prisa, en parte, no esperaba que él pudiera llegar a escucharlo y menos comprenderla.

En ese instante, lo único que quería era básicamente saber si su hija iba a estar bien.

Sus ojos estaban llorosos, y podía ver que su bebé lloraba desesperada.

—Tranquila amor —comentó mientras la abrazaba, y sacaba su pecho para dárselos.

Eduardo desvió la vista en ese momento, tragó saliva en seco.

<<¿Acaso ella será..? No, no puede ser>>

Pudo comprender, esa pequeña bebé podría ser su hija. Si ella hubiera estado embarazada en el momento que él ha hecho, tal vez hubiera estado de cuánto dos meses, tres meses.

Si hubiera tenido ese bebé, el mismo tendría un año y tantos meses.

—Tranquila, ya llegamos. Este no es el hospital —comentó al ver una gran clínica.

La cual no podría pagar en mil años.

—Esto es mejor que un hospital además, no vas a tener que esperar tanto tiempo.

—No, no puedo.

—¿Qué cosa no puedes..? —comentó él mientras abría la puerta, y sacaba con bastante agilidad la silla de ruedas de la parte trasera.

—N-no puedo pagarlo —dijo en un hilo de voz.

—Eres rica, ¿de qué demonios hablas?

—¿Rica? era rica, mi padre... mi padre se llevó todo y nos dejó a mí y a mi madre en la calle.

—No es mi problema, pagaré lo que tenga esa niña.

—No, solamente llévame al hospital.

—Eres terca, esa niña se agarrara de otra peste en el hospital.

—No necesito de tu benevolencia, solamente llévame ahí.

—No lo hago por ti, lo hago por la niña.

—Porque es, ella no es de tu responsabilidad.

—Y si lo fueras, ¿acaso tienes algo que decirme? —le preguntó, acercándose a Briana.

Al hacerlo, fue un gran error para él. El olor a vainilla, invadió sus fosas nasales, y rápidamente, su cuerpo se hizo hacia atrás por el impacto.

—Solamente déjame en el hospital —volvía a demandar y él puso los ojos en blanco.

Bajó con agilidad, sentándose de su silla de ruedas y cerrando la puerta.

Se giró como para abrir la puerta de su acompañante, y dejándola salir. La misma, con desconfianza pisó el suelo húmedo de la calle.

En silencio ingresaron, ella nunca había entrado en un lugar así con su hija. Hubiera deseado tener todo el dinero de antes, para poder ayudar a su bebé a estar mejor. Ni siquiera tenía un juguete, solo el único que le habían dado en el hospital.

—Buen día, este hospital no es público —comentaba una mujer al mirar de arriba a abajo aquella chica, parecía ni siquiera tener un peso.

—Yo pagaré lo que necesita esa niña, por favor revísela.

—Enseguida señor —dijo la chica, agachando la mirada, y atendiéndola. Ambos se sentaron en la sala de espera.

Enseguida, en cuestión de 15 minutos salió un doctor pronunciando el apellido Alba.

— Aquí está Emma —comentó y se puso de pie.

—Gracias por esto —comentó y simplemente desapareció por las puertas blancas.

El llanto de la niña, poco a poco desapareció. Hasta que el silencio sepulcral invadió el lugar.

Eduardo hizo una mueca como al percatarse de lo que estaba haciendo. Él nunca se había preocupado por nadie, y ahora hacerlo, detonaba en él un sentimiento difícil de describir.

Cuestión de una hora, Briana apareció con la bebé dormida, y agradeciendo una y otra vez al doctor.

El mismo, era joven y Eduardo sintió algo extraño al verlo.

—Ya te di mi número. Cualquier cosa me puedes consultar y no tengo problema en atenderla. Es una niña adorable.

—Muchas gracias doctor.

—Solamente dime Juan —comentó con una sonrisa e ingresó.

—¿Y bien..? —preguntó en tono seco, dandose la vuelta con la silla para ir a la salida.

—Bien, el señor Juan, la atendió muy bien y me dio para hacerle nebulizaciones, porque tiene mucosidad.

—Está bien ¿y la fiebre?

—Es por eso mismo, al tener la vías respiratorias un poco tapadas, ella no puede respirar bien y eso le da fiebre. Me dio también para calmar la fiebre puntos diálogo está bien, las llevaré a su casa. Tienes que llegar y enseguida lo hacen, encender la calefacción.

Está haciendo mucho frío.

En ese instante ella palideció, no tenía gas, solamente tenía una hornalla con una pequeña garrafa. Él se detuvo y la miró con una ceja levantada.

—¿Por qué te pones pálida de repente?

—P-por nada —comentó y él la tomó del brazo deteniéndola antes de atravesar la salida.

—Dime.

—N-no puedo pagar la calefacción, no tenemos gas natural.

—Es una broma ¿verdad?

—No... no lo es.

—Esa niña necesita calefacción, ¿de verdad ibas a llevarlas para que se vuelva a enfermar..?

—¡Hago lo mejor que puedo! Iba a pagar el gas natural pero mi jefe me echó.

—Ahora es culpa mía, hace tanto tiempo tu hija no tenga gas natural.

—Para ti es fácil porque eres millonario, pero no para mí. Tengo que contar cada centavo que gano, para poder distribuirlo bien en la casa. Tú no sabes nada —reprochó.

—No, tienes razón soy millonario y no me interesa tus problemas matutinos. Pero no dejaré que esa niña duerma en el frío, ven a dormir a mi casa. Mañana ve y paga la calefacción.

—¡No iré a tu casa! —comentó ella y él no la soltó.

—No te lo estoy preguntando —dijo en tono seco.

Ella suspiro y dijo:

—Tengo que avisarle a mi madre.

—La buscaremos. No quiero tampoco que una persona de mayor edad, se enferme.

—¡Me estás haciendo sentir culpable a mí! por tu...

—Puede ser, no hay otra culpable de que en tu propio hogar no tengas calefacción.

—Tú no sabes las cosas que he pasado —comentó mientras caminaban en dirección al auto.

Los dos se enfrascaron en una discusión y el chify puso los ojos en blanco. La había reconocido en el momento que subió al vehículo. Sabía que había sido la esposa de Eduardo por muchos años. Al igual que su novia desde que eran adolescentes.

Incluso a él también le sorprendió la decisión de dejarla. Sabía que él había estado enamorado desde que eran unos niños.

—Mejor me iré a dormir con Melisa —comentó mientras iban en silencio en el auto.

—¡Eres muy terca mujer! ve a mi casa y ya. No te estoy pidiendo quedarte en mi cama.

Al decir esas palabras, las mejillas de Brianna se sonrojaron.

—¿Qué?

—Nada, iremos y punto; además, buscaremos a tu madre.

—Está bien.

En cuanto estuvieron enfrente del departamento, ella llamó explicándole la situación a su madre.

La misma no entendió mucho, pero bajó con una pequeña maleta en la mano, e ingresó al vehículo.

—Hola Eduardo, tanto tiempo —dijo

Lo hizo con la voz bastante queda en ese instante, la vio subirse al vehículo. Todos fueron en silencio.

Aunque su madre de vez en cuando hablaba. Emma seguía dormida en sus brazos, y por fortuna la fiebre había bajado considerablemente.

En cuanto llegaron, Briana se deslumbró. Era una casa tan grande, y con una arquitectura tan perfecta, la deslumbró.

Ingresaron en silencio, en cuanto lo hicieron, él apuntó la escalera hacia arriba. Había una silla acomodada para que él pudiera desplazarse.

—Vamos —dijo y sin dificultad, se subió en la silla.

Poco a poco, empezó a ascender mientras que las dos miraban hacia todos lados sorprendida.

No hacía tanto tiempo que no habían un lujo de ese estilo y Briana recordó todos esos años donde estaban en la mansión.

—Se te caerá la baba por mi casa —comentó Eduardo divertido.

Era la primera vez que él decía algo con una sonrisa y Briana se quedó congelada observándolos. Se vea tan guapo, su corazón late con prisa, después de haber sido su primer amor.

Aún le era difícil apartar la mirada de él.

—Bueno, será nuestra habitación —comentó entusiasmada a su madre, interrumpiendo el momento a propósito.

—Es la segunda puerta a la derecha —comentó él desviando la vista de su ex esposa.

Ella, pasó por su lado con la bebé, y él de reojo pudo ver un lunar, una marca de nacimiento, la misma que él tenía y era hereditaria.

Eso lo confundió un poco.

¿Acaso... tanta conciencia podía..? sin embargo no dijo nada.

Las dos, ingresaron en la habitación, y se sorprendieron. Habían dos camas enormes de dos plazas, incluso la habitación era tan grande su apartamento o incluso más, con una sonrisa. Acostó a Emma con cuidado y se refugió las cobijas. El lugar estaba caliente, y no tenían que dormir con ropa punta sonrío, y cerró los ojos y en el instante se quedó dormido.

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