35. Tengo que enseñarte modales.

El toque de sus dedos lo estremecía por completo, esas caricias en su piel, esa necesidad de sentirlo más allá de todo lo permisible, era tan moldeable en sus dedos. El Adrien que todos conocían no tenía nada que ver con lo que se convertía en sus manos.

Edward se alejó un momento solo para sacar un par de esposas y sujetar las muñecas de su joven amante por encima de su cabeza, amarrándolas al cabezal de la cama.

— Tengo que enseñarte modales, cariño.

— No… Edward necesitó tocarte.

Y aunque se quejó, no pudo evitar hacer lo que el abogado le pedía, llevando las manos sobre su cabeza mientras intentaba provocarlo con el roce incesante de sus caderas.

—Me castigas por morirme por ti… Por no poder soportar cuando oigo a alguien más en tu departamento a través de las paredes, lo que hace que mi cabeza imagine sin parar cosas que me vuelven loco.

— Te castigo por no confiar en mí.

Se dedicó a bajar por su cuerpo, por su piel, a erizar cada centímetro de su piel con sus labios, mordiendo,
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