El toque de sus dedos lo estremecía por completo, esas caricias en su piel, esa necesidad de sentirlo más allá de todo lo permisible, era tan moldeable en sus dedos. El Adrien que todos conocían no tenía nada que ver con lo que se convertía en sus manos.Edward se alejó un momento solo para sacar un par de esposas y sujetar las muñecas de su joven amante por encima de su cabeza, amarrándolas al cabezal de la cama.— Tengo que enseñarte modales, cariño.— No… Edward necesitó tocarte.Y aunque se quejó, no pudo evitar hacer lo que el abogado le pedía, llevando las manos sobre su cabeza mientras intentaba provocarlo con el roce incesante de sus caderas.—Me castigas por morirme por ti… Por no poder soportar cuando oigo a alguien más en tu departamento a través de las paredes, lo que hace que mi cabeza imagine sin parar cosas que me vuelven loco.— Te castigo por no confiar en mí.Se dedicó a bajar por su cuerpo, por su piel, a erizar cada centímetro de su piel con sus labios, mordiendo,
— Soy celoso de mi privacidad, pero soy más celoso de ti, además mi amigo sabe quién eres, y si fuera alguien del trabajo sabe que tengo un protegido, es normal que entres a mi casa, por la noche.Mencionó besándolo y dejando marcas en su cuello.— Aunque todavía no estoy preparado, para dar a conocer que estoy contigo.Reconoció viéndolo a los ojos, moviéndose una vez más, gruñendo al sentir la estrechez de su interior.— ¿Se verá tan normal que entre y me meta en tu cama?Gimió con fuerza en su boca al sentirlo nuevamente, enterrarse en él y se empujó contra él en busca de más.— Nadie sabría que es mi cama, no es como si todo mundo supiera cuál es mi cuarto. ¿Quieres que rompa esa pared que separa nuestros apartamentos?Le preguntó, esta vez, volviendo a besarlo, junto al vaivén de sus cuerpos, uniéndose.— ¿Lo harías, romperías esa pared que nos separa?Preguntó aprovechando que lo tenía rodeado con las piernas para hacer fuerza y rodar con él dejándolo bajo su cuerpo.— Si romper
Casi se echa a llorar tras Enrico salir de la oficina, el miedo recorría su cuerpo, como veneno por sus venas. Desde que se había comprometido con Enrico ella había empezado a cambiar, ahora era consciente de que no era única, mucho menos especial, toda su arrogancia se había desaparecido poco a poco, era como si estuviera despertando a un nuevo mundo. Al mundo de Enrico. No era que fuera abusada o maltratada por su futuro esposo, pero no por eso el miedo que sentía recorrer en su cuerpo era infundado. No, todo lo contrario, su instinto de supervivencia parecía indicarle que empezará a moverse en dirección contraria, lejos de Enrico y lo que significaba ser la señora Dumas. Reprimió las lágrimas, no lloraría ni se alejaría, ella misma se había ofrecido como tributo en el juego de su padre. Huir podría ser una buena opción, si tuviera los recursos para hacerlo, en esos momentos no tenía más dinero que el primer mendigo que se encontrará en la calle. Lo único que tenía a su favor era su
Gregory debía de acatar sus órdenes, que tan difícil le resultaba hacerlo, ese hijo suyo le provocaba dolor de cabeza.¿Cómo confiar en que haría lo correcto?Si hacía el tipo de cosas que siempre lo tenían en el punto de mira. A su edad él ya tenía noción de que era lo que deseaba en la vida y lo que Enrico a esa edad codiciaba era sobrepasar a su padre y lo hizo, levantó la pequeña empresa de su padre de transporte y la convirtió en algo más.Por eso ahora era así de inflexible con su hijo. En el fondo sabía que lo que sentía en esos momentos era como una especie de envidia lo que sentía por Gregory. Envidia por su juventud y la libertad que disfrutaba, irónicamente él le había obsequiado esa libertad. ¿Por qué no hizo lo que su padre hizo?Porque en el fondo él hubiera deseado que su padre le hubiera dado la oportunidad de decidir qué hacer con su vida. Pero sin darse cuenta al hacer todo lo contrario a lo que su padre hizo, derivó al distanciamiento entre Gregory y él.Hablando d
Enrico se dejó arrastrar bajo la ducha, el agua que recorría su cuerpo apenas y podía sentirla, lo único que importaba era esa joven que por fin tenía entre sus brazos.— Estaba con un chico…— confesó Danielle mientras terminaba de despojarlo de su camisa y el agua les caía encima — pero tuve que escapar, porque no puedo comprometerme con alguien sabiendo que usted existe.— No me importa con quién estuviste, lo que me importa es lo que deseas Danielle. —Pese a sentir el veneno de los celos, no podía enojarse. ¿Qué derecho tenía él para enojarse con la joven? No tenía ninguno. Ella era libre, en todo caso él tenía que pedirle perdón, por no poder pararse y querer avanzar y eso hizo, tras hacer su pregunta llevo los labios por la delicada mandíbula de la joven hasta su cuello besándolo, saboreando su piel húmeda.— Dímelo Danielle, mi hermosa mariposa azul, ¿Qué es lo que deseas realmente?No lo sabía, no sabía que deseaba, lo único que tenía claro era que estaba donde y con quién querí
Ella lo tenía loco con cada uno de sus gemidos, de sus gestos, de su entrega, simplemente hermosa e impaciente.— No me detendré…—murmuró Enrico bajando con su boca hasta el su valle de Venus, dónde no tardó en abrir sus pliegues y probar su sabor.El italiano recorrió con destreza su sexo, jugando con su lengua, hasta llegar a su botoncito, el cual tomo entre sus labios, succionándolo de manera suave, dejando a sus manos, vagando por su cuerpo, hasta llegar a sus senos, hasta sus pezones, pequeños botones rosados, los cuales tomo entre los dedos, acariciándolos, jugando con ellos. —Ahhh— Danielle no pudo contener el gemido que escapó de sus labios en el momento en que sintió esa lengua entre sus piernas, se arqueó llevando una mano al cabello de Enrico sin apretar pero manteniéndolo allí. Sus gemidos llenan la habitación de la cabaña y es que nunca había experimentado algo como eso, esa habilidad que tenía para estimularla con la lengua.La entrepierna de Enrico dolía de excitación,
Gregory no había tardado nada en correr tras de ella, llamándola, pero sin resultado, la tormenta llegó y él todavía se mantuvo toda una hora bajo la lluvia antes de darse por vencido. Ella ya había desaparecido.Tenía que encontrarla, explicarse.Si Gregory Dumas necesitaba explicarse con alguien y ese alguien era su futura señora, la cual había desaparecido, condujo hasta su casa, estuvo otra hora golpeando la puerta y gritando su nombre hasta que los vecinos salieron a ver de qué se trataba solo en ese momento salió de allí, la única persona que se le vino la mente fue Adrien porque no conocía a nadie más del círculo de Danielle.Adrien estaba en la cama dormido y agotado, abrazado al cuerpo de Edward cuando su teléfono móvil empezó a sonar. ¿Quién podía llamarlo a esa hora?Estuvo a punto de dejar sonar el teléfono hasta que quién llamará se cansara, pero recordó que no estaba solo en su cama y que Edward tenía muy mal despertar si lo molestaban durante el sueño, así que refunfuñó
— Podrías por una maldita vez callarte, no es momento para que me reclames nada, sino que me ayudes a encontrarla, podrías, por favor Adrien, dejar de sermonear. No eres mi padre.— Gregory, te ayudaré, pero será que me sueltes y te comportes —Adrien le acercó el teléfono móvil a Gregory con el nombre y dirección del hotel y después de librarse de su agarre lo guardó en el bolsillo, sintiéndose culpable por aquello. Pero saber dónde se encontraba Danielle era mucho más importante que guardarle el secreto.Gregory se calmó justo cuando él le mostró su celular soltando su agarre del francés, calmándose, Adrien estaba al igual que él preocupado por ella, de inmediato Gregory palmeo le palmeo sus mejillas sonriendo como si hubiera tenido un arrebato con el joven.— Entonces vayamos, tal vez esté allí con ese desconocido.Adrien se arrepintió al escuchar aquello, si ella estaba con ese hombre, Gregory podía enfrentarlos y en realidad ni siquiera sabía cómo sería capaz de actuar.Jamás lo