LUCIANA
Un mes después…
Julián me había informado con gusto que la renovación de las oficinas había terminado, y en mi interior sentía como si de repente hubiera perdido las riendas de mi propia vida.
Sabía que estaba siendo ridícula… y que él había accedido a verme por nuestra relación del pasado, pero no significaba nada más para él.
Julián no había intentado de ningún modo hablar sobre lo ocurrido entre nosotros, se había mostrado tan frío como era de esperar dadas las circunstancias de nuestra ruptura y a mí no me quedaba duda alguna de que la única razón por la que había accedido a ayudarnos era porque veía que podía sacar un beneficio en lo que se le ofrecía.
El dinero era lo único que le inter
JULIANSentir su piel debajo de mi tacto, era como colocar mi mano contra una brasa y me enfurecía que Luciana aún pudiera provocar aquel efecto en mí. Pero más me encolerizaba que, por primera vez en muchos años, mi cuerpo se negara a obedecer a mi mente.La solté de inmediato, intentando regresar a mis cabales y ella me miró con cierta decepción.Irritado y muerto de celos, dije lo siguiente:—¿Es la casa en realidad lo que no deseas dejar? —prácticamente gruñí, pareciendo un ogro celoso.—¿Qué tratas de insinuar, Julián? —frunció sus lindas facciones y tragué grueso mientras mis puños se presionaban aún más para evitar tomarla entre mis brazos y arrastrarla hacia un rincón con la intención de tenerla a solas.—Que tal vez no sea precisamente
LUCIANADos semanas después…Las palabras de Julián seguían retumbando en mi memoria. Cerré mis ojos y rememoré aquel momento.—No me pagarás con dinero, Luciana —había musitado Julián, dejándome sin habla—. Yo… te deseo… —se interrumpió un segundo—, al mando de la empresa cuando todo mejore.Sentí en el pecho una punzada de decepción y sonreí con tristeza. Había pensado que tal vez, aun guardaba algún atisbo de sentimiento hacia mí. Sin embargo, una vez más me daba la razón al pensar que solo le importaba el dinero.Suspiré y fijé los ojos a mi alrededor. Con cierta culpa caí en cuenta que, luego de pasar dos semanas viviendo en el piso que tan insistentemente me había provisto Julián sin
LUCIANACuando vi a Julián ingresando al piso, el corazón me latió tan fuerte que casi no pude respirar. Su presencia parecía filtrarse por todo el apartamento, colmando todo el espacio con una tórrida y masculina intensidad. Así era y así había sido siempre cuando estaba con él.En su presencia me sentía frágil y encantadoramente expuesta. Incluso cuando no tenía dinero, Julián había conseguido emanar una irrefrenable seguridad en sí mismo. Siempre hacia parecer que, en comparación a su presencia imponente, el resto de los hombres fueran considerados chicos inexpertos.En aquella época había podido disfrutar de tanta masculinidad. Había podido tocarlo, acariciarlo sin tener que pedir permiso. Lo había deseado libremente y también demostrarle lo mucho que yo lo deseaba a él.Ahora todo e
JULIANMe había sentido incrédulo ante la confesión de Luciana sobre lo que su esposo hacía con ella.Sus palabras me hicieron dudar una vez más de lo que en un principio habían sido mis intenciones con respecto a su cuerpo y me recordé que, básicamente, nada había cambiado.Luciana había iniciado una relación conmigo hace siete años, pero todo había acabado mal porque había elegido marcharse con su novio, que era socialmente más aceptable que yo ante los ojos de sus padres. Ese novio que a su vez había fallado a las expectativas puestas en él.Luego, varios sucesos desafortunados en su vida la obligaron a tomar malas decisiones y las cosas terminaron tal y como estaban ahora: con una empresa en ruina, sin esposo, sin padres y al borde de la indigencia. Sin embargo, nada de eso cambiaba el hecho de que ella me hab&i
LUCIANAMe había marchado a casa con una sonrisa tonta que me autoconvencía de que había tomado la decisión correcta.Desde que se me impuso un marido y enviudé, no había vuelto a mirar a ningún otro hombre. Ni siquiera había sentido la tentación, el deseo o las ganas de querer a alguien más en mi vida. Sin embargo, todos los días me encontraba con ese diávolo italiano que, además de admirar, deseaba con todas mis ansias tocar.¿Para qué engañarme?Aparentar que ese beso no se había dado, no significaba que lo hubiera olvidado.Repetirme a diario que no debía sentir nada por un hombre que pertenecía a mi pasado, un hombre que ni siquiera estaba interesado en mí, no significaba que no sintiera nada por él.Había algo que flotaba a mi alrededor y despertaba
JULIÁNLa confesión de Luciana era lo que había estado esperando: sus palabras eran la lenta llama que llevaba al incendio, porque sabía que habría un incendio entre nosotros dos.Luciana destilaba atractivo sexual prácticamente sin ser consciente de ello y se me estaba ofreciendo.No me había equivocado sobre las señales que había estado captando.¿Cómo había podido dudar de mí mismo?Por supuesto, tendría que dejarle bien claro que no se trataba de una especie de relación, que hiciéramos lo que hiciéramos, sería puramente un acto físico.Ya habíamos tenido la oportunidad para el romance en el pasado, pero ella le había puesto punto final a todo. El romance era ya algo impensable entre nosotros.Sonreí internamente, mordiéndome el labio inferior mientras mira
LUCIANAHabía llegado demasiado lejos con Julián, pero apenas me daba cuenta de que no había pensado en lo que pasaría entre los dos.En relación a mi inexperiencia, por muy aterrador y excitante que todo resultara, seguramente por instinto mi cuerpo seguiría sus movimientos y Julián se haría cargo de la situación.Tragué grueso al rememorar con su cercanía, todo lo que había sentido cuando él me tocaba en el pasado, y el modo en el que todo mi cuerpo ardía presa de las llamas aun hasta ahora… en eso, nada había cambiado.Pensar en que sería mucho más glorioso sentir cómo él me hacía el amor, me había envalentonado para negar que estuviera nerviosa. Sin embargo, lo estaba, aunque también muy excitada ante la perspectiva de hacer el amor con él. Aun así, teníam
LUCIANA—No digas estupideces… —dijo él con incredulidad y asentí con la cabeza—. No puede ser —frunció el ceño—. Te aseguro que no tienes necesidad de mentir para aumentar mi interés —añadió— porque ya está lo suficientemente acrecentado. De hecho, lleva así desde el momento en que tu hermano fue a verme para pedirme ayuda.En ese instante, todo comenzó a desencajar en mi cabeza—¿Qué quieres decir?—Cuando escuché el nombre de tu hermano me di cuenta de lo que me faltaba para poder dar por terminado lo que tuvimos en el pasado y eso no era otra cosa que tenerte en mi cama y consumar la relación.—¿Querías que termináramos en la cama? ¿Por eso nos ayudaste?—Estaba seguro que eso sería lo que ocurriría.&mda