CAPITULO 13

LUCIANA

Me había marchado a casa con una sonrisa tonta que me autoconvencía de que había tomado la decisión correcta.

Desde que se me impuso un marido y enviudé, no había vuelto a mirar a ningún otro hombre. Ni siquiera había sentido la tentación, el deseo o las ganas de querer a alguien más en mi vida. Sin embargo, todos los días me encontraba con ese diávolo italiano que, además de admirar, deseaba con todas mis ansias tocar.

¿Para qué engañarme?

Aparentar que ese beso no se había dado, no significaba que lo hubiera olvidado.

Repetirme a diario que no debía sentir nada por un hombre que pertenecía a mi pasado, un hombre que ni siquiera estaba interesado en mí, no significaba que no sintiera nada por él.

Había algo que flotaba a mi alrededor y despertaba

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