LUCIANA
Había llegado demasiado lejos con Julián, pero apenas me daba cuenta de que no había pensado en lo que pasaría entre los dos.
En relación a mi inexperiencia, por muy aterrador y excitante que todo resultara, seguramente por instinto mi cuerpo seguiría sus movimientos y Julián se haría cargo de la situación.
Tragué grueso al rememorar con su cercanía, todo lo que había sentido cuando él me tocaba en el pasado, y el modo en el que todo mi cuerpo ardía presa de las llamas aun hasta ahora… en eso, nada había cambiado.
Pensar en que sería mucho más glorioso sentir cómo él me hacía el amor, me había envalentonado para negar que estuviera nerviosa. Sin embargo, lo estaba, aunque también muy excitada ante la perspectiva de hacer el amor con él. Aun así, teníam
LUCIANA—No digas estupideces… —dijo él con incredulidad y asentí con la cabeza—. No puede ser —frunció el ceño—. Te aseguro que no tienes necesidad de mentir para aumentar mi interés —añadió— porque ya está lo suficientemente acrecentado. De hecho, lleva así desde el momento en que tu hermano fue a verme para pedirme ayuda.En ese instante, todo comenzó a desencajar en mi cabeza—¿Qué quieres decir?—Cuando escuché el nombre de tu hermano me di cuenta de lo que me faltaba para poder dar por terminado lo que tuvimos en el pasado y eso no era otra cosa que tenerte en mi cama y consumar la relación.—¿Querías que termináramos en la cama? ¿Por eso nos ayudaste?—Estaba seguro que eso sería lo que ocurriría.&mda
LUCIANA En ese instante tan íntimo, ni siquiera era capaz de recordar lo que había esperado de mi matrimonio con Owen. Les había creído a mis padres cuando dijeron que lo que sentía por Julián era tan solo una locura de adolescente que había surgido al estar lejos de casa, libre por primera vez. Me habían asegurado que le ocurría a todo el mundo y que no tardaría en desaparecer el sentimiento que pensaba sentía por él. Que una vez aburrida, volvería a acercarme a alguien de mi propio nivel, de mi propia clase social y la emoción por lo desconocido terminaría por desaparecer. Sus palabras habían sido tan convincentes que, cuando empezaron a haber más razones para que me casara con Owen, la lucha interna que se había desatado dentro de mí sobre mis sentimientos por Julián y la postura de mis padres, se intensificó. Sin embargo, no me había imaginado que jamás podría tener sexo satisfactorio con el hombre con el que nunca debí haberme casado.
JULIÁNLuciana reposaba como una diosa sobre mi cuerpo y podría quedarme observando su gloriosa anatomía durante toda la eternidad. Su delicada cintura, sus vibrantes pechos, la perfecta definición de sus pezones y las pecas que le cubrían el escote me estaban volviendo loco porque nunca antes me había sentido tan vivo cuando estaba haciendo el amor.De algún modo las cosas parecían estar funcionando a otro nivel, donde cada sensación se acrecentaba hasta un límite casi insostenible.¿Sería posible que me sintiera de ese modo porque por fin estaba haciendo el amor con la única mujer que se me había escapado?¿Era esto lo que debía sentir al cerrar por fin esta historia?¿Me habría sentido así si la hubiera poseído hace siete años?No. De eso estaba seguro.Por muy loco que
LUCIANA Tres meses después… Las cosas no habían cambiado entre Julián y yo durante los últimos meses y seguíamos teniendo encuentros fogosos en el piso que me había asignado en calidad de préstamo. Estaba feliz porque me había pedido ser su acompañante en la boda de Giulio, por lo que lo estaba esperando para que ambos fuéramos al aeropuerto privado donde nos montaríamos en un jet de su empresa para volar a la isla Cagliari, en Italia. La empresa había crecido a pasos agigantados y Julián había encontrado a la persona perfecta para que manejara la presidencia cuando él decidiera retirarse del mando, ya que no me encontraba en condiciones de manejar todos los asuntos por mi cuenta. La puerta se abrió y supe que Julián había llegado por mí. Corrí como una adolescente a su encuentro, colgándome de su cuello y enrollando mis piernas a su cintura para devorar su boca en un apasionado beso.
JULIANLuciana estaba furiosa por lo que la seguí hasta el dormitorio.Me recosté en el marco de la puerta con los brazos cruzados, mientras ella había entrado al tocador. Cuando salió, parecía dispuesta a matarme.—No hay nada que pueda terminar más rápidamente con un buen ambiente que una charla sobre asuntos personales —ella solo guardó silencio—. El jet espera por nosotros; no le quiero quedar mal a Giulio, por favor.Salí de la alcoba para dejarla sola y que se serenara un poco. Minutos después, salió del dormitorio con su equipaje y llevaba puesta una gafa de sol.La ayudé con la maleta y en un absoluto silencio incomodo, hicimos el trayecto del hotel al aeropuerto y del aeropuerto hasta la isla, donde nos recibió Giulio y a quien trató con una amabilidad cortante, según ella misma, porque el futuro espos
LUCIANALuego de que Julián diera media vuelta y se marchara, permanecí donde estaba mientras él se alejaba.Las lágrimas no tardaron en fluir y las sentí deslizándose por mis mejillas.De repente, mi cuerpo se encogió como si hubiera recibido un golpe físico que me doblaba las rodillas y me obligaba a caer de cuclillas en el suelo. En ese instante, la ira desapareció y comencé a sentirme vacía y muy triste.Me sentí una completa tonta porque de todos modos, en algún momento, lo que acababa de pasar sucedería. Él fue claro al decir que solo comenzaría a rendir cuenta de sus actos cuando encontrara a la mujer adecuada, por lo que yo solo estaba siendo su diversión del momento y nada más. No sentía nada por mí, solo deseo; un deseo que tarde o temprano se apagaría.
LUCIANAOí dos golpes fuertes en la puerta de la alcoba en la que el señor Lucca me había mandado instalar y temblé de pánico. Hice caso omiso al llamado, pero una voz familiar me hizo respingar aún más.—¡Ábreme, Luciana. Soy Alessandro! —insistió del otro lado, uno de los mejores amigos de Julián—. Me envía el padre de Giulio, así que no hay nada que debas temer.Suspirando resignada, abrí la puerta del dormitorio topándome con el caprichoso soltero más codiciado de toda Italia y Grecia, quien sonreía con picardía mientras sus ojos color aguamarina brillaban divertidos y dos hoyuelos se enmarcaban a los lados de sus labios.—Que desconfiada eres… —negó con la cabeza, ingresando como torbellino a la alcoba. Cerré la puerta y me crucé de brazos, aguardando a
LUCIANA—¡Ayuda! ¡Alessandro! —grité desesperada cuando Julián cayó al suelo sin remedio.Él ingresó raudamente a la habitación y se puso de cuclillas, tomando la muñeca de Julián para controlar su pulso.—¡Lo has matado de amor, Luciana! —dijo con absoluta seriedad que casi me dio un infarto.—¡No es momento de bromas! —reproché cuando no se aguantó y comenzó a reír—. ¿Está bien?—Está bien, no te preocupes. Bebió demasiado y sabes que no está habituado al alcohol.—¿Estás seguro?—Por supuesto; llevo años en una situación similar… así que no te preocupes, despertará cuando se le haya pasado la conmoción. —lo miré curiosa. De nuevo se ponía se