CAPITULO 11

LUCIANA

Cuando vi a Julián ingresando al piso, el corazón me latió tan fuerte que casi no pude respirar. Su presencia parecía filtrarse por todo el apartamento, colmando todo el espacio con una tórrida y masculina intensidad. Así era y así había sido siempre cuando estaba con él.

En su presencia me sentía frágil y encantadoramente expuesta. Incluso cuando no tenía dinero, Julián había conseguido emanar una irrefrenable seguridad en sí mismo. Siempre hacia parecer que, en comparación a su presencia imponente, el resto de los hombres fueran considerados chicos inexpertos.

En aquella época había podido disfrutar de tanta masculinidad. Había podido tocarlo, acariciarlo sin tener que pedir permiso. Lo había deseado libremente y también demostrarle lo mucho que yo lo deseaba a él.

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