JULIÁN
Cuando ingresó a mi despacho y se acercó a mi escritorio, noté que estaba más hermosa que la imagen que tan cuidadosamente tenía guardada en mi memoria.
No podía ver lo largo que tenía el cabello, pero sí noté que seguía siendo del mismo color brillante que cuando la conocí hace siete años: color cobrizo con reflejos rubios, representando coloridos matices de mechas completamente naturales.
Y su cuerpo, seguía siendo el mismo; no había engordado a lo largo de los años y de hecho parecía más delgada que nunca. Unas profundas ojeras enmarcaban sus ojos de color celestes, siendo la imagen viva de lo que la preocupación y la ruina podían hacerle a una persona, en especial a una que había tenido todo capricho deseado en su vida.
No obstante, seguía siendo tan hermosa como la recordaba.
JULIÁN Entrecerré los ojos mientras la miraba caminar hacia el interior del bar, contoneando aquellas endiabladas caderas. Sabía que tratar de averiguar detalles de su pasado no era ya importante y me sentí furioso conmigo mismo por haber sucumbido al deseo de saber más. A causa de mi curiosidad, en cuestión de minutos ella había conseguido afectarme de nuevo, aumentando las ganas de tenerla en mi cama, con mi cuerpo entre sus piernas, para al fin librarme de la incómoda sensación de que Luciana siguió a mi lado como una sombra imperceptible, esperando que llegara el momento de revelarse en su forma normal para intentar enloquecerme otra vez. Fue entonces que caí en cuenta de que ni siquiera recordaba el rostro de la última mujer que metí a mi cama; ni siquiera su nombre. Cuando fui a ordenar las bebidas y regresaba a la mesa, la miré preguntándome por qué a ella no la había olvidado como a mi última amante y comencé a aceptar que no
LUCIANA La mirada misteriosa que me prodigaba Julián, hacia estremecer hasta mis huesos. Algo planeaba… algo que estaba segura no me agradaría. Cuando bebió de golpe el contenido de su copa y volvió a servirse, parecía cabreado consigo mismo y debatiéndose internamente alguna cosa. —Fue una sorpresa que tu hermano se presentara en mi oficina en busca de ayuda —reanudó la conversación luego de una largo y tenso silencio en el que solo se dedicó a mirarme. —Te juro que no sabía que iría a verte, jamás le pedí que hiciera aquello —repliqué rápidamente para que no pensara que fue algo intencional de mi parte, involucrarlo en nuestros asuntos. —No hace falta que lo digas; estoy seguro que al enterarte, debiste arder en rabia por tener que venir por ayuda, justo con el hombre que no fue lo suficientemente bueno para ti hace siete años. —Las cosas no fueron así, Julián… —él solo sonrió, como si me pidiera que no le viera la c
LUCIANAUn mes después…Julián me había informado con gusto que la renovación de las oficinas había terminado, y en mi interior sentía como si de repente hubiera perdido las riendas de mi propia vida.Sabía que estaba siendo ridícula… y que él había accedido a verme por nuestra relación del pasado, pero no significaba nada más para él.Julián no había intentado de ningún modo hablar sobre lo ocurrido entre nosotros, se había mostrado tan frío como era de esperar dadas las circunstancias de nuestra ruptura y a mí no me quedaba duda alguna de que la única razón por la que había accedido a ayudarnos era porque veía que podía sacar un beneficio en lo que se le ofrecía.El dinero era lo único que le inter
JULIANSentir su piel debajo de mi tacto, era como colocar mi mano contra una brasa y me enfurecía que Luciana aún pudiera provocar aquel efecto en mí. Pero más me encolerizaba que, por primera vez en muchos años, mi cuerpo se negara a obedecer a mi mente.La solté de inmediato, intentando regresar a mis cabales y ella me miró con cierta decepción.Irritado y muerto de celos, dije lo siguiente:—¿Es la casa en realidad lo que no deseas dejar? —prácticamente gruñí, pareciendo un ogro celoso.—¿Qué tratas de insinuar, Julián? —frunció sus lindas facciones y tragué grueso mientras mis puños se presionaban aún más para evitar tomarla entre mis brazos y arrastrarla hacia un rincón con la intención de tenerla a solas.—Que tal vez no sea precisamente
LUCIANADos semanas después…Las palabras de Julián seguían retumbando en mi memoria. Cerré mis ojos y rememoré aquel momento.—No me pagarás con dinero, Luciana —había musitado Julián, dejándome sin habla—. Yo… te deseo… —se interrumpió un segundo—, al mando de la empresa cuando todo mejore.Sentí en el pecho una punzada de decepción y sonreí con tristeza. Había pensado que tal vez, aun guardaba algún atisbo de sentimiento hacia mí. Sin embargo, una vez más me daba la razón al pensar que solo le importaba el dinero.Suspiré y fijé los ojos a mi alrededor. Con cierta culpa caí en cuenta que, luego de pasar dos semanas viviendo en el piso que tan insistentemente me había provisto Julián sin
LUCIANACuando vi a Julián ingresando al piso, el corazón me latió tan fuerte que casi no pude respirar. Su presencia parecía filtrarse por todo el apartamento, colmando todo el espacio con una tórrida y masculina intensidad. Así era y así había sido siempre cuando estaba con él.En su presencia me sentía frágil y encantadoramente expuesta. Incluso cuando no tenía dinero, Julián había conseguido emanar una irrefrenable seguridad en sí mismo. Siempre hacia parecer que, en comparación a su presencia imponente, el resto de los hombres fueran considerados chicos inexpertos.En aquella época había podido disfrutar de tanta masculinidad. Había podido tocarlo, acariciarlo sin tener que pedir permiso. Lo había deseado libremente y también demostrarle lo mucho que yo lo deseaba a él.Ahora todo e
JULIANMe había sentido incrédulo ante la confesión de Luciana sobre lo que su esposo hacía con ella.Sus palabras me hicieron dudar una vez más de lo que en un principio habían sido mis intenciones con respecto a su cuerpo y me recordé que, básicamente, nada había cambiado.Luciana había iniciado una relación conmigo hace siete años, pero todo había acabado mal porque había elegido marcharse con su novio, que era socialmente más aceptable que yo ante los ojos de sus padres. Ese novio que a su vez había fallado a las expectativas puestas en él.Luego, varios sucesos desafortunados en su vida la obligaron a tomar malas decisiones y las cosas terminaron tal y como estaban ahora: con una empresa en ruina, sin esposo, sin padres y al borde de la indigencia. Sin embargo, nada de eso cambiaba el hecho de que ella me hab&i
LUCIANAMe había marchado a casa con una sonrisa tonta que me autoconvencía de que había tomado la decisión correcta.Desde que se me impuso un marido y enviudé, no había vuelto a mirar a ningún otro hombre. Ni siquiera había sentido la tentación, el deseo o las ganas de querer a alguien más en mi vida. Sin embargo, todos los días me encontraba con ese diávolo italiano que, además de admirar, deseaba con todas mis ansias tocar.¿Para qué engañarme?Aparentar que ese beso no se había dado, no significaba que lo hubiera olvidado.Repetirme a diario que no debía sentir nada por un hombre que pertenecía a mi pasado, un hombre que ni siquiera estaba interesado en mí, no significaba que no sintiera nada por él.Había algo que flotaba a mi alrededor y despertaba