CAPITULO 5

JULIÁN

Cuando ingresó a mi despacho y se acercó a mi escritorio, noté que estaba más hermosa que la imagen que tan cuidadosamente tenía guardada en mi memoria.

No podía ver lo largo que tenía el cabello, pero sí noté que seguía siendo del mismo color brillante que cuando la conocí hace siete años: color cobrizo con reflejos rubios, representando coloridos matices de mechas completamente naturales.

Y su cuerpo, seguía siendo el mismo; no había engordado a lo largo de los años y de hecho parecía más delgada que nunca. Unas profundas ojeras enmarcaban sus ojos de color celestes, siendo la imagen viva de lo que la preocupación y la ruina podían hacerle a una persona, en especial a una que había tenido todo capricho deseado en su vida.

No obstante, seguía siendo tan hermosa como la recordaba.

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