Descansaba sobre el sofá de casa, hacía poco que había llegado, tras dormir en casa de mi mejor amiga
Descansaba sobre el sofá de casa, hacía poco que había llegado, tras dormir en casa de mi mejor amiga. No tenía que entrar hasta la tarde, y mamá, que llegó la noche anterior, preparaba la comida. Miraba el F******k, despreocupada, cuando me percaté de que tenía un mensaje privado, y por supuesto era de él. Una extraña sensación me embargó tan pronto cuando vi su foto de perfil y leí su saludo.
Carlos:
"Hola"
Yo:
"Hola"
Carlos:
"Esta tarde voy a ir a la playa con unos amigos, ¿te apuntas?"
Yo:
"¿Con unos amigos?"
Carlos:
"Viene tu hermano y eso"
Yo:
"No me parece apropiado, no pinto nada allí. Pero, de todas formas, tampoco podría ir, tengo que trabajar"
Carlos:
"Tienes razón, si vinieses sería raro. ¿Te apetece que nos veamos después? Te recojo y cenamos o tomamos algo"
Yo:
"¿Por qué estás tan insistente?"
Carlos:
"Me gustó verte ayer"
Yo:
"Salgo de trabajar a las once, a esa hora ya todos los bares habrán cerrado"
Carlos:
"Vamos al burguer King, eso seguro que está abierto"
Yo:
"¿Hasta cuándo estarás por aquí?"
Carlos:
"Hasta mediados de Julio"
Yo:
"Entonces podemos vernos otro día, no hace falta que sea esta noche"
No respondí nada más, y él tampoco. Me marché a ducharme, almorcé y me fui a trabajar. Desde las 3 de la tarde, hasta las once de la noche.
Me despedí de Pablo, un compañero de recepción y me marché a casa. Aquel día me habían traído en coche, así que debía volver caminando, era todo un fastidio, pero, puesto que mi hermano necesitaba mi coche y mi madre iba a la ciudad a ver a unas amigas, pues no pude quejarme.
El claxon de un coche, me hizo salir de mis pensamientos, y mirar hacia ese punto, descubriendo a Carlos, apoyado sobre él, con la ventanilla abierta, mirando hacia mí, con una sonrisa de oreja a oreja.
Caminé hacia él, sin entender que hacía allí, se suponía que no habíamos quedado, entonces ¿qué hacía allí?
- ¿Qué haces aquí? – pregunté, sin comprender, haciéndole perder la sonrisa – pensé que lo habíamos dejado para otro día.
- Estuve hablando con tu hermano, y me dijo que te había acercado con el coche, pues él lo necesitaba para ir al Portil a ver a un tío – explicaba – el caso, es que supuse que tendrías que irte sola a casa, andando y ...
- Vas a llevarme a casa – adiviné.
- Exacto – me dijo – pero si quieres ir a cenar primero también puedo acompañarte.
- Eres demasiado insistente – le dije.
- Simplemente, no me gusta que me den un no por respuesta – bromeó, haciéndome sonreír, divertida, mientras él se subía en el coche y me invitaba a hacer lo mismo.
Su coche era cómodo y bonito, tenía puesta música de reguetón, pero bajita, por lo que no hablamos mucho durante los primeros cinco minutos.
- ¿Te apetece ir a Huelva? – Preguntó él, haciendo que mirase hacia él, aunque él tenía la vista fija en la carretera – A cenar.
- Podríamos ir a una cafetería, me tomaré un sándwich de esos que vienen preparados, y un zumo – le dije, porque me parecía una mala idea ir a la ciudad, era demasiado tarde.
- Eres demasiado cabezota – espetó, haciéndome reír – pero vale, aparco en la avenida de Andalucía.
Nos sentamos en una cafetería y cené justo lo que había dicho. Lo cierto es que él estaba guapísimo, con una camisa azul y unos vaqueros, yo, por el contrario, llevaba una camisa blanca y los pantalones de pinzas, pues venía de trabajar, con el uniforme.
Me habló sobre cómo iban las cosas en su vida, sobre su madre, su hermana, su casa en Granada alejado de sus seres queridos, la cantidad de gente que había conocido, algunas novias, y, sobre todo, sobre su trabajo, el cual le encantaba.
Yo le hablé sobre mi trabajo, sobre mi familia, sobre la muerte de mi padre, sobre los animales, y por último sobre lo mal que me iba en el plano sentimental.
- ... empiezo a creer que el amor sólo es una ilusión – bromeaba, cuando ya había terminado de comer y en aquel momento sólo hablábamos.
- Eso es el karma – me dijo, haciendo que le mirase fijamente, para ver que más tenía que decir al respecto – es la forma que tiene la vida de vengarse de ti, después de haberle dado calabazas a un niño de diez años – concluyó, con cierto tono bromista, haciéndome reír, a carcajadas – debiste haberte quedado conmigo.
- No era el momento – le dije, haciendo que él perdiese la sonrisa y mirase hacia mí, con más intensidad – mis calabazas te ayudaron a superarte a ti mismo y convertirte en lo que eres ahora.
- Tienes razón, no era el momento – aseguró, hablándome con sinceridad – tus calabazas y la muerte de mi padre marcaron un punto y final en aquella vida, y me ayudaron a mejorar, a ser el que soy ahora.
- De eso trata la vida, de madurar y ser mejores – acepté, y entonces se hizo el silencio, tan sólo nos miramos, por un momento, antes de decir nada más.
- ¿Tienes algo que hacer el próximo jueves? – preguntó, cambiando de tercio completamente. Negué con la cabeza – tu hermano me dijo que libras los jueves – declaró – así que he pensado que ...
- ¿no vas demasiado rápido? – espeté - ¿por qué supones que yo ...?
- Voy rápido porque me quedo poco tiempo aquí – me explicó – si tuviese más tiempo no insistiría tanto, y dejaría que las cosas fuesen yendo solas, pero no dispongo de tiempo, Lucía.
- ¿Y qué es lo que quieres de mí? – pregunté, haciéndole reír, algo tímido con todo aquello.
- ¿No podemos quedar y hacer cosas juntos, como suelen hacer los amigos?
- Pero es que tú y yo no somos amigos.
- Pero podemos serlo.
- ¿A dónde quieres ir, el jueves?
- Había pensado ir a una fiesta ibicenca, iba a ir con un amigo, pero ... acabo de enterarme de que libras ese día.
- ¿No crees que sería raro?
- ¿El qué?
- Que vaya a una fiesta ibicenca con el amigo de mi hermano.
- ¿Por qué sigues viéndome como sólo eso? Que sea amigo de tu hermano no significa que tú y yo no podamos serlo. Deja de cerrarte, deja de lado los prejuicios y atrévete a hacer algo diferente, por una vez.
- Vale.
¡Por Dios! Estaba loca, ¿cómo se me ocurría decirle que sí?
En el último momento él me avisó de que también venía su amigo, y que yo podría traer a una amiga, y así no sería tan raro, nuestra salida. Lo agradecí bastante, porque estaba histérica, y no paraba de cuestionarme si era una buena idea.Así que allí estábamos, Marta y yo, en aquella fiesta, en un pub, junto a la playa, vestidas de blanco. Ella llevaba un pantalón y una blusa simple, yo un vestido largo, hasta el suelo. Aunque debajo, ambas llevábamos el bikini, por si las moscas.Nos sentamos en los pubs, mientras los chicos lo hacían, frente a nosotras. Pedimos las bebidas al camarero, Marta y yo, por supuesto, cervezas, pues no tolerábamos demasiado bien las copas.Aún no era de noche del todo, por lo que podía verse el precioso atardecer, de fondo.- He escuchado que tienen
Estábamos en un pub del centro, bailando, reguetón lento, con las respiraciones aceleradas, calentándonos el uno al otro, porque era justo eso lo que hacíamos, aunque fingiésemos que no, que sólo estábamos bailando, aquello era mucho más.Me encantaba aquella sensación, al sentir su mano sobre mi cintura, su respiración agitada sobre mi rostro, mientras pegaba su pelvis a mi muslo izquierdo y se movía al ritmo de la canción.Me volteé, moviendo las caderas con ritmo y pegué mi trasero a su pelvis, sin dejar de moverme, mientras él mantenía sus manos en mi cintura, acercando su lado del rostro al mío, rozándolo, despacio.Nuestras respiraciones aceleradas se unían, haciéndose uno, sin dejar de bailar como si estuviésemos destinados a hacerlo. Parecía que nuestros cuerpos se reconocían de alg
Os mentiría si os dijera que me llamó el sábado, porque no lo hizo, y no volvió a hablarme en lo que quedaba de la semana.¿Había pasado algo? ¿Lo había estropeado de alguna forma? Porque era toda una experta en eso, siempre que las cosas iban bien, lo estropeaba.Aquella tarde, justo después de salir de trabajar, me tumbé un rato, en la cama, necesitaba descansar, estaba agotada, pues no había pegado ojo pensando en todas las posibilidades por las que él dejó de hablarme. Me sentía realmente mal, así que decidí hablarle yo aquella vez, interesarme por él, porque igual le había pasado algo y yo ni siquiera lo sabía.Yo:Hola.Esperé un rato a que me contestara, pero no lo hizo, y no es que no estuviese conectado o no hub
Atención, escena para mayores de 18, llena de contenido sexual.Ambos nos montamos en el auto, sin decir ni media palabra, y él puso rumbo hacia lo desconocido, según pude apreciar a medida que avanzábamos nos dirigíamos a la casa de su madre, en Sevilla.¡Dios! Aquello era una locura, ir a Sevilla, a su casa, sólo por un estúpido calentón. No podía dejar de pensar en el terrible error que estábamos a punto de cometer, mientras el conducía, totalmente en silencio.Alargó la mano, apoyándola sobre mi pierna izquierda, sin tan siquiera mirarme, provocando que ladease la cabeza para prestarle atención.Subió esta un poco más, introduciéndola entre mis piernas, haciéndome estremecer y emitir un leve gemido. Sus dedos llegaron hasta mi intimidad, acariciándome por encima de las bragas.- Joder – s
Lo hicimos dos veces más después de esa, sin detenernos, hasta que él cayó dormido, a mi lado, y yo me levanté a comer algo, pues estaba muerta de hambre.Me puse el vestido y me preparé un sándwich de atún, para luego tomármelo en el salón, admirando la pila de fotos que había sobre el mueble del salón.Había muchas fotos allí: una de él con su hermana pequeña, ya de mayores. Otra de él con su madre, agarrándola de los hombros, mientras sonreía feliz hacia la cámara. Otra vestido de militar. Y una que llamó mi atención completamente, él sonriendo hacia la cámara, agarrando a una chica morena y bajita, parecía muy poca cosa mirándola desde ese punto.Casi me había terminado el sándwich cuando el llegó hasta mí
Me dejó sobre el suelo de la ducha, para luego apagar el grifo de la ducha, mientras yo me salía de esta y me secaba con una toalla, sin mirar hacia atrás, caminando hacia su habitación, con la intención de vestirme y marcharme de allí. Él llegó justo detrás de mí, se secó un poco y se vistió, sin tan siquiera dirigirme la palabra. Era de lo más incómodo estar allí. Me sentía como una intrusa, como una cualquiera. Parecía que había tenido razón desde el principio, él sólo quería sexo. - Es tarde – dijo, cuando terminó de vestirse, mientras yo me cogía una coleta, mirando hacia el espejo de su pared – duerme conmigo y te llevo mañana temprano al trabajo. - No – le dije, dándome la vuelta para mirarle – yo me voy ya, tengo que ir a casa a vestirme antes de ir a trabajar. - Descansa un poco – insistió – te llevaré a tu casa y luego al trabajo – aseguró, mientras yo volvía a negar, pues lo cierto es que tenía miedo de volver
Las cosas no fueron bien en lo absoluto después de ese día. Carlos me llamaba casi a diario, y yo no dejaba de darle largas todo el tiempo, incluso cuando llegaba a casa él estaba allí con mi hermano y me hacía sentir aún más incómoda. Tan sólo quería desaparecer, olvidar lo que había pasado entre nosotros, alejar aquella incómoda sensación de mi interior. Aquella noche, justo después de salir de trabajar él estaba en la puerta, esperándome con su auto, así que obviamente no podía volver a esquivarlo. En aquel momento, mientras me subía a su auto, al mismo instante en que él hablaba por el móvil, yo odiaba a mi hermano, pues sabía que él era el único que habría podido comunicarle a Carlos tal información, sobre mi horario. - No lo sé, Sonia – le escuché decir, cabreado, haciendo que girase la cabeza para mirarle. Pero ... ¿cómo se atrevía a venir a recogerme y hablar con su novia al mismo tiempo? – pero no quiero dejar a
Él se marchó al día siguiente, sin tan siquiera darme una explicación o mandarme un mensaje. Me pareció justo, pues era justo eso lo que había entre nosotros: NADA. Y era eso lo que era para él: NADA. Así que, llegados a ese punto, hice lo único que podía hacer: olvidar, pasar página, centrarme en mi trabajo y olvidarme de vivir. Y eso fue exactamente lo que hice. Incluso me apunté al gimnasio del hotel en el que trabajaba, con la esperanza de mantener mis sentimientos y pensamientos a raya, porque sabía que estar en casa sin hacer nada, era malo para mí. Y entonces, le vi. Quizás no me di cuenta en ese entonces de en lo que se convertiría mi vida, pero en ese entonces, lo que vi de él me gustó. Era un chico alto, más o menos de mí misma estatura, delgado pero no demasiado, tenía el cabello largo, y alguno de sus flequillos descansando sobre su cara, pero no porque estuviese cortado de esa forma, tan sólo eran cabellos su