Me dejó sobre el suelo de la ducha, para luego apagar el grifo de la ducha, mientras yo me salía de esta y me secaba con una toalla, sin mirar hacia atrás, caminando hacia su habitación, con la intención de vestirme y marcharme de allí.
Él llegó justo detrás de mí, se secó un poco y se vistió, sin tan siquiera dirigirme la palabra. Era de lo más incómodo estar allí. Me sentía como una intrusa, como una cualquiera. Parecía que había tenido razón desde el principio, él sólo quería sexo.
- Es tarde – dijo, cuando terminó de vestirse, mientras yo me cogía una coleta, mirando hacia el espejo de su pared – duerme conmigo y te llevo mañana temprano al trabajo.
- No – le dije, dándome la vuelta para mirarle – yo me voy ya, tengo que ir a casa a vestirme antes de ir a trabajar.
- Descansa un poco – insistió – te llevaré a tu casa y luego al trabajo – aseguró, mientras yo volvía a negar, pues lo cierto es que tenía miedo de volver
Las cosas no fueron bien en lo absoluto después de ese día. Carlos me llamaba casi a diario, y yo no dejaba de darle largas todo el tiempo, incluso cuando llegaba a casa él estaba allí con mi hermano y me hacía sentir aún más incómoda. Tan sólo quería desaparecer, olvidar lo que había pasado entre nosotros, alejar aquella incómoda sensación de mi interior. Aquella noche, justo después de salir de trabajar él estaba en la puerta, esperándome con su auto, así que obviamente no podía volver a esquivarlo. En aquel momento, mientras me subía a su auto, al mismo instante en que él hablaba por el móvil, yo odiaba a mi hermano, pues sabía que él era el único que habría podido comunicarle a Carlos tal información, sobre mi horario. - No lo sé, Sonia – le escuché decir, cabreado, haciendo que girase la cabeza para mirarle. Pero ... ¿cómo se atrevía a venir a recogerme y hablar con su novia al mismo tiempo? – pero no quiero dejar a
Él se marchó al día siguiente, sin tan siquiera darme una explicación o mandarme un mensaje. Me pareció justo, pues era justo eso lo que había entre nosotros: NADA. Y era eso lo que era para él: NADA. Así que, llegados a ese punto, hice lo único que podía hacer: olvidar, pasar página, centrarme en mi trabajo y olvidarme de vivir. Y eso fue exactamente lo que hice. Incluso me apunté al gimnasio del hotel en el que trabajaba, con la esperanza de mantener mis sentimientos y pensamientos a raya, porque sabía que estar en casa sin hacer nada, era malo para mí. Y entonces, le vi. Quizás no me di cuenta en ese entonces de en lo que se convertiría mi vida, pero en ese entonces, lo que vi de él me gustó. Era un chico alto, más o menos de mí misma estatura, delgado pero no demasiado, tenía el cabello largo, y alguno de sus flequillos descansando sobre su cara, pero no porque estuviese cortado de esa forma, tan sólo eran cabellos su
No nos detuvimos hasta que llegamos a la puerta del hotel, momento en el que ambos nos miramos y nos sonreímos, como dos idiotas, como si hubiese una cierta relación de complicidad entre ambos.Terminamos yendo a caminar, por el hermoso carril bici que había en los pinos, rodeando el pueblo y el hotel.Hablamos de muchas cosas, sintiendo esa especie de conexión que había entre ambos, como si nos conociésemos de toda la vida, confiando información sobre el otro como si hablásemos con un amigo íntimo.Brad Finnigang era su nombre, era de Barcelona, aunque se marchó cuando era pequeñito a Austria, con sus padres, y era dueño de una importante cadena hotelera del país, incluso se había expandido a Alemania, donde vivía actualmente junto a sus dos mastines: Perla y Haya.Estaba en el pueblo por negocios, estaba inspeccionando la zona y teniend
Fue a recogerme a casa, y nos marchamos a la playa, tengo que admitir que me gustó verle con aquel atuendo: llevaba una camiseta roja, el cabello despeinado, y unos pantalones cortos. Lucía normal, como un chico normal, no se parecía en lo absoluto al hombre de negocios que había conocido la noche anterior.- ¿Por qué estás tan callada? – preguntó, de camino a la playa, haciéndome salir de mis pensamientos, mirando hacia él, mientras él tan sólo conducía.- Estás diferente – admití, haciendo que voltease la cabeza, un segundo, para mirarme, sorprendido por mis palabras, poniendo una cara rara, haciéndome reír con ello. Pero era una risa real, no una de esas que haces para agradar a alguien, realmente me encantó ver su cara al escuchar aquello – no es algo malo – dije, tan pronto como pude dejar de reírme – me
No supe nada de él en toda la tarde, y era algo normal, él estaba trabajando. Del que si tuve noticias fue de Carlos, que se pasó el día mandándome mensajes, pero no tenía ni la más mínima intención en hacerlo.María vino a cenar conmigo y luego iríamos a tomar algo, ese era el plan, distraerme a tope, hacer que me olvidase del idiota de Carlos. Ella ya sabía toda la historia, aunque no insistía demasiado en hablar de ello, pues sabía cuanto me molestaba a mí toda aquella situación. Por eso aquella noche, al notarme tan distraída, tan pendiente del móvil, se preocupó bastante.- ¿Has vuelto a hablar con el idiota de Carlos? – preguntó, haciéndome salir de mis pensamientos, al mis
Nos besamos durante un largo rato, y entonces, sin previo aviso, él agarró mi mano y se separó de mí, observándome, con una gran sonrisa en el rostro, antes de emprender aquella aventura, corriendo junto a mí, como ya lo hicimos la primera vez, dejando atrás la discoteca, la playa, hasta llegar a la puerta de su hotel.Me miró con cierta complicidad, antes de hablar.- Habitación 213 – declaró, para luego marcharse al interior.Lejos de asustarme por lo que acababa de pasar, lejos de pensar en que quizás todo era un truco para llevarme a la cama,
Cuando desperté, a la mañana siguiente, él estaba tumbado junto a mí, en la cama, acariciándome la mejilla con la yema de sus dedos. Ni siquiera se detuvo cuando abrí los ojos, o cuando le miré. - Debería irme – dije, sin tan siquiera moverme un palmo, observando como el acercaba su rostro al mío, besándome dulcemente, justo como solía ser él. Fue un beso corto, pero intenso. Me senté sobre la cama, apoyando los pies en el suelo, buscando con la mirada mi ropa, desperdigada por la habitación. Recordaba como la noche anterior me había desnudado por completo, y habíamos terminado haciendo el amor sobre la pared, sin tan siquiera reparar en la cama. Y sí, lo que él me hacía no era sólo sexo, en lo absoluto. Él me demostraba tanto en cada caricia, en cada beso, en cada jadeo, ... era más que obvio que para él todo aquello no era sólo sexo, esa su forma de decirme que tenía sentimientos por mí, aunque aún tenía
Me pasé el día en casa, aburrida, hablando por teléfono con María, que no comprendía que me fuese sin avisar, pero le dije que me fui con un chico, y entonces olvidó su enfado... - ¿Un chico? – preguntó, sorprendida, olvidando la bronca tremenda que me estaba echando - ¿Con Carlos? - No – respondí, pensando en él, en Brad – no se parece a Carlos ni por asomo. - ¿Quién es? ¡Me tienes desinformada últimamente! – se quejaba. - Es un chico que conocí el viernes – le comuniqué, escuchando un ruidito afirmativo, en plan de que quería que siguiese hablando – no hay mucho que contar – mentí, pues no quería reconocerlo aún, que me había acostado con él, que me gustaba estar con él, que sentía aquella conexión especial con él.