Fue a recogerme a casa, y nos marchamos a la playa, tengo que admitir que me gustó verle con aquel atuendo: llevaba una camiseta roja, el cabello despeinado, y unos pantalones cortos. Lucía normal, como un chico normal, no se parecía en lo absoluto al hombre de negocios que había conocido la noche anterior.
- ¿Por qué estás tan callada? – preguntó, de camino a la playa, haciéndome salir de mis pensamientos, mirando hacia él, mientras él tan sólo conducía.
- Estás diferente – admití, haciendo que voltease la cabeza, un segundo, para mirarme, sorprendido por mis palabras, poniendo una cara rara, haciéndome reír con ello. Pero era una risa real, no una de esas que haces para agradar a alguien, realmente me encantó ver su cara al escuchar aquello – no es algo malo – dije, tan pronto como pude dejar de reírme – me
No supe nada de él en toda la tarde, y era algo normal, él estaba trabajando. Del que si tuve noticias fue de Carlos, que se pasó el día mandándome mensajes, pero no tenía ni la más mínima intención en hacerlo.María vino a cenar conmigo y luego iríamos a tomar algo, ese era el plan, distraerme a tope, hacer que me olvidase del idiota de Carlos. Ella ya sabía toda la historia, aunque no insistía demasiado en hablar de ello, pues sabía cuanto me molestaba a mí toda aquella situación. Por eso aquella noche, al notarme tan distraída, tan pendiente del móvil, se preocupó bastante.- ¿Has vuelto a hablar con el idiota de Carlos? – preguntó, haciéndome salir de mis pensamientos, al mis
Nos besamos durante un largo rato, y entonces, sin previo aviso, él agarró mi mano y se separó de mí, observándome, con una gran sonrisa en el rostro, antes de emprender aquella aventura, corriendo junto a mí, como ya lo hicimos la primera vez, dejando atrás la discoteca, la playa, hasta llegar a la puerta de su hotel.Me miró con cierta complicidad, antes de hablar.- Habitación 213 – declaró, para luego marcharse al interior.Lejos de asustarme por lo que acababa de pasar, lejos de pensar en que quizás todo era un truco para llevarme a la cama,
Cuando desperté, a la mañana siguiente, él estaba tumbado junto a mí, en la cama, acariciándome la mejilla con la yema de sus dedos. Ni siquiera se detuvo cuando abrí los ojos, o cuando le miré. - Debería irme – dije, sin tan siquiera moverme un palmo, observando como el acercaba su rostro al mío, besándome dulcemente, justo como solía ser él. Fue un beso corto, pero intenso. Me senté sobre la cama, apoyando los pies en el suelo, buscando con la mirada mi ropa, desperdigada por la habitación. Recordaba como la noche anterior me había desnudado por completo, y habíamos terminado haciendo el amor sobre la pared, sin tan siquiera reparar en la cama. Y sí, lo que él me hacía no era sólo sexo, en lo absoluto. Él me demostraba tanto en cada caricia, en cada beso, en cada jadeo, ... era más que obvio que para él todo aquello no era sólo sexo, esa su forma de decirme que tenía sentimientos por mí, aunque aún tenía
Me pasé el día en casa, aburrida, hablando por teléfono con María, que no comprendía que me fuese sin avisar, pero le dije que me fui con un chico, y entonces olvidó su enfado... - ¿Un chico? – preguntó, sorprendida, olvidando la bronca tremenda que me estaba echando - ¿Con Carlos? - No – respondí, pensando en él, en Brad – no se parece a Carlos ni por asomo. - ¿Quién es? ¡Me tienes desinformada últimamente! – se quejaba. - Es un chico que conocí el viernes – le comuniqué, escuchando un ruidito afirmativo, en plan de que quería que siguiese hablando – no hay mucho que contar – mentí, pues no quería reconocerlo aún, que me había acostado con él, que me gustaba estar con él, que sentía aquella conexión especial con él.
Fuimos al bar de su amigo, y tomamos unas cañas en la barra, para luego jugar un poco a la diana. Lo cierto es que aquello me hizo olvidarme de todo, y reírme mucho, verle a él, haciendo el tonto, siendo patoso con aquellos juegos y rascándose la cabeza, nervioso. Creo que esa fue la mejor despedida de mi vida.- Soy un paquete – se quejó, cuando tiró el dardo, y dio de lleno en la barra, cerca de las botellas de vino. Me reí a carcajadas, haciendo que él dejase de prestar atención a todo lo demás y se fijase en mí. El bar estaba medio vacío, pues casi era la hora de cenar, y allí no había comida, en lo absoluto.- Brad – le llamó su amigo, llegando hasta nosotros, con ganas de hablar con él - ¿qué es
Él se marchó sin que pudiese hacer nada por detenerlo, cogió el coche hasta Sevilla, y luego un vuelo hasta Austria, mientras yo me iba a casa, me preparaba para ir a trabajar y me marchaba. Era lunes, comienzo de semana, y debía volver a la realidad. Pensé que él no me escribiría, que no se acordaría de mí, que tan sólo había sido una cosa tonta del verano, pero para mi sorpresa, él me escribía todos los días. - Es una locura – opinaba María, tan pronto como la hice partícipe de la situación – ni siquiera os conocéis, tan sólo habéis estado juntos un par de días, así que es imposible que esto tenga sentido – proseguía, sin dar crédito - ¿cómo te ha pedido que le esperes si ni siquiera sois novios? - El me gusta de verdad, María.
María y yo nos fuimos de viaje a Barcelona, necesitábamos un cambio de aires radical, pero no queríamos abandonar la península, así que nos pareció ideal. Mi hermano me llamó el martes, para decirme que Carlos estuvo allí el fin de semana, y que estuvo preguntando por mí. Lo cierto es que me alegré mucho de no haber coincidido con él, pues llevábamos allí desde el jueves pasado. Tomábamos el sol en la playa, poniéndonos bien morenas, ignorando los teléfonos en silencio, guardados en la bolsa, cuando me levanté a darme un chapuzón. Lo cierto es que tenía ganas de bañarme. - Lucía – me llamó mi mejor amiga, haciendo que me voltease, distraída, para mirarla, observando como me miraba de arriba abajo, justo como solía ponerse cuando bromeaba – estás tremenda. – bromeó, haciéndome sonreír – deberías dejar de preocuparte por el señor misterioso, y disfrutar más de la vida – insistía, mientras miraba hacia un punto en la orilla – mira, aquellos tíos se te ha
Seguro que imagináis lo que pasó después de ese momento, pues si, justo lo que estáis pensando. Nos fuimos a su hotel, y nos dejamos llevar por lo que sentíamos, en su habitación, de forma brusca y con muchísimo deseo acumulado. Aquella fue la primera vez que sentí que no me hizo el amor, aquello sólo fue sexo. Y no me importó, porque en aquel momento le necesitaba demasiado, necesitaba volver a sentir que era real, lo que teníamos el y yo. Besó mi rodilla, despacio, mirándome con cautela, y luego apoyó su barbilla sobre esta. - Estás preciosa – aceptó, para luego apoyar su cabeza sobre mi cuello, y besarme suavemente en él – y sigues oliendo igual de bien. - Tu sigues besando i