Estábamos en un pub del centro, bailando, reguetón lento, con las respiraciones aceleradas, calentándonos el uno al otro, porque era justo eso lo que hacíamos, aunque fingiésemos que no, que sólo estábamos bailando, aquello era mucho más.
Me encantaba aquella sensación, al sentir su mano sobre mi cintura, su respiración agitada sobre mi rostro, mientras pegaba su pelvis a mi muslo izquierdo y se movía al ritmo de la canción.
Me volteé, moviendo las caderas con ritmo y pegué mi trasero a su pelvis, sin dejar de moverme, mientras él mantenía sus manos en mi cintura, acercando su lado del rostro al mío, rozándolo, despacio.
Nuestras respiraciones aceleradas se unían, haciéndose uno, sin dejar de bailar como si estuviésemos destinados a hacerlo. Parecía que nuestros cuerpos se reconocían de alguna forma, porque se sentía realmente bien bailar con él.
Ninguno de los dos dijo nada durante el resto de la noche, pues tan sólo necesitábamos de una mirada, una caricia, un gesto, para saberlo todo el uno del otro.
Se sentía como si fuese la última noche de nuestras vidas, la última noche en la que podríamos estar juntos, como si hubiese un peligro inminente que nos separase, y en cierta forma, así era.
Apenas nos dimos cuenta de que la noche llegaba a su fin, pues cerca de las seis de la mañana la discoteca cortó la música, y nos invitó a todos a desalojarla.
Caminábamos hacia su coche, bastante pasados de copas, cuando hablé.
- Podemos quedar el sábado, suelo salir con Marta, pero ...- comencé, pues lo cierta era que lo había pasado tan tremendamente con él, que sólo deseaba volver a hacerlo.
- Tengo planes el sábado – me cortó, bastante serio. Le miré, sin comprender, pues hasta hace poco era él el que suplicaba por quedar conmigo, y parecía que en ese momento no le apetecía en lo absoluto – ¿te aviso cuando termine?
- ¿Sobre qué hora terminarás? – Pregunté, subiéndome al auto, observando como el también lo hacía, poniendo rumbo hacia mi casa.
- Sobre las cinco.
- A esa hora probablemente esté bailando en la pista.
- Te llamo cuando termine.
- No tienes mi número.
- Cierto, ya tienes una razón más para dármelo – bromeó, y yo me reí como una idiota, al mismo tiempo que se detenía frente a mi portal.
- Me lo he pasado muy bien hoy – aseguré, sin bajarme del auto aún, observando como él ponía el coche en punto muerto y miraba hacia mí.
- Yo también – aceptó, para luego acercar su rostro al mío, dejando un cálido beso sobre mi mejilla – pásame el teléfono luego, por el chat de F******k.
Asentí, para luego salir del coche, con el corazón a mil por hora, pensando en sus labios sobre mi mejilla, caminando hacia casa, mientras él se marchaba a toda velocidad.
Continuará...
Os mentiría si os dijera que me llamó el sábado, porque no lo hizo, y no volvió a hablarme en lo que quedaba de la semana.¿Había pasado algo? ¿Lo había estropeado de alguna forma? Porque era toda una experta en eso, siempre que las cosas iban bien, lo estropeaba.Aquella tarde, justo después de salir de trabajar, me tumbé un rato, en la cama, necesitaba descansar, estaba agotada, pues no había pegado ojo pensando en todas las posibilidades por las que él dejó de hablarme. Me sentía realmente mal, así que decidí hablarle yo aquella vez, interesarme por él, porque igual le había pasado algo y yo ni siquiera lo sabía.Yo:Hola.Esperé un rato a que me contestara, pero no lo hizo, y no es que no estuviese conectado o no hub
Atención, escena para mayores de 18, llena de contenido sexual.Ambos nos montamos en el auto, sin decir ni media palabra, y él puso rumbo hacia lo desconocido, según pude apreciar a medida que avanzábamos nos dirigíamos a la casa de su madre, en Sevilla.¡Dios! Aquello era una locura, ir a Sevilla, a su casa, sólo por un estúpido calentón. No podía dejar de pensar en el terrible error que estábamos a punto de cometer, mientras el conducía, totalmente en silencio.Alargó la mano, apoyándola sobre mi pierna izquierda, sin tan siquiera mirarme, provocando que ladease la cabeza para prestarle atención.Subió esta un poco más, introduciéndola entre mis piernas, haciéndome estremecer y emitir un leve gemido. Sus dedos llegaron hasta mi intimidad, acariciándome por encima de las bragas.- Joder – s
Lo hicimos dos veces más después de esa, sin detenernos, hasta que él cayó dormido, a mi lado, y yo me levanté a comer algo, pues estaba muerta de hambre.Me puse el vestido y me preparé un sándwich de atún, para luego tomármelo en el salón, admirando la pila de fotos que había sobre el mueble del salón.Había muchas fotos allí: una de él con su hermana pequeña, ya de mayores. Otra de él con su madre, agarrándola de los hombros, mientras sonreía feliz hacia la cámara. Otra vestido de militar. Y una que llamó mi atención completamente, él sonriendo hacia la cámara, agarrando a una chica morena y bajita, parecía muy poca cosa mirándola desde ese punto.Casi me había terminado el sándwich cuando el llegó hasta mí
Me dejó sobre el suelo de la ducha, para luego apagar el grifo de la ducha, mientras yo me salía de esta y me secaba con una toalla, sin mirar hacia atrás, caminando hacia su habitación, con la intención de vestirme y marcharme de allí. Él llegó justo detrás de mí, se secó un poco y se vistió, sin tan siquiera dirigirme la palabra. Era de lo más incómodo estar allí. Me sentía como una intrusa, como una cualquiera. Parecía que había tenido razón desde el principio, él sólo quería sexo. - Es tarde – dijo, cuando terminó de vestirse, mientras yo me cogía una coleta, mirando hacia el espejo de su pared – duerme conmigo y te llevo mañana temprano al trabajo. - No – le dije, dándome la vuelta para mirarle – yo me voy ya, tengo que ir a casa a vestirme antes de ir a trabajar. - Descansa un poco – insistió – te llevaré a tu casa y luego al trabajo – aseguró, mientras yo volvía a negar, pues lo cierto es que tenía miedo de volver
Las cosas no fueron bien en lo absoluto después de ese día. Carlos me llamaba casi a diario, y yo no dejaba de darle largas todo el tiempo, incluso cuando llegaba a casa él estaba allí con mi hermano y me hacía sentir aún más incómoda. Tan sólo quería desaparecer, olvidar lo que había pasado entre nosotros, alejar aquella incómoda sensación de mi interior. Aquella noche, justo después de salir de trabajar él estaba en la puerta, esperándome con su auto, así que obviamente no podía volver a esquivarlo. En aquel momento, mientras me subía a su auto, al mismo instante en que él hablaba por el móvil, yo odiaba a mi hermano, pues sabía que él era el único que habría podido comunicarle a Carlos tal información, sobre mi horario. - No lo sé, Sonia – le escuché decir, cabreado, haciendo que girase la cabeza para mirarle. Pero ... ¿cómo se atrevía a venir a recogerme y hablar con su novia al mismo tiempo? – pero no quiero dejar a
Él se marchó al día siguiente, sin tan siquiera darme una explicación o mandarme un mensaje. Me pareció justo, pues era justo eso lo que había entre nosotros: NADA. Y era eso lo que era para él: NADA. Así que, llegados a ese punto, hice lo único que podía hacer: olvidar, pasar página, centrarme en mi trabajo y olvidarme de vivir. Y eso fue exactamente lo que hice. Incluso me apunté al gimnasio del hotel en el que trabajaba, con la esperanza de mantener mis sentimientos y pensamientos a raya, porque sabía que estar en casa sin hacer nada, era malo para mí. Y entonces, le vi. Quizás no me di cuenta en ese entonces de en lo que se convertiría mi vida, pero en ese entonces, lo que vi de él me gustó. Era un chico alto, más o menos de mí misma estatura, delgado pero no demasiado, tenía el cabello largo, y alguno de sus flequillos descansando sobre su cara, pero no porque estuviese cortado de esa forma, tan sólo eran cabellos su
No nos detuvimos hasta que llegamos a la puerta del hotel, momento en el que ambos nos miramos y nos sonreímos, como dos idiotas, como si hubiese una cierta relación de complicidad entre ambos.Terminamos yendo a caminar, por el hermoso carril bici que había en los pinos, rodeando el pueblo y el hotel.Hablamos de muchas cosas, sintiendo esa especie de conexión que había entre ambos, como si nos conociésemos de toda la vida, confiando información sobre el otro como si hablásemos con un amigo íntimo.Brad Finnigang era su nombre, era de Barcelona, aunque se marchó cuando era pequeñito a Austria, con sus padres, y era dueño de una importante cadena hotelera del país, incluso se había expandido a Alemania, donde vivía actualmente junto a sus dos mastines: Perla y Haya.Estaba en el pueblo por negocios, estaba inspeccionando la zona y teniend
Fue a recogerme a casa, y nos marchamos a la playa, tengo que admitir que me gustó verle con aquel atuendo: llevaba una camiseta roja, el cabello despeinado, y unos pantalones cortos. Lucía normal, como un chico normal, no se parecía en lo absoluto al hombre de negocios que había conocido la noche anterior.- ¿Por qué estás tan callada? – preguntó, de camino a la playa, haciéndome salir de mis pensamientos, mirando hacia él, mientras él tan sólo conducía.- Estás diferente – admití, haciendo que voltease la cabeza, un segundo, para mirarme, sorprendido por mis palabras, poniendo una cara rara, haciéndome reír con ello. Pero era una risa real, no una de esas que haces para agradar a alguien, realmente me encantó ver su cara al escuchar aquello – no es algo malo – dije, tan pronto como pude dejar de reírme – me