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Capítulo 6. Dejándome llevar.

Estábamos en un pub del centro, bailando, reguetón lento, con las respiraciones aceleradas, calentándonos el uno al otro, porque era justo eso lo que hacíamos, aunque fingiésemos que no, que sólo estábamos bailando, aquello era mucho más.

Me encantaba aquella sensación, al sentir su mano sobre mi cintura, su respiración agitada sobre mi rostro, mientras pegaba su pelvis a mi muslo izquierdo y se movía al ritmo de la canción.

Me volteé, moviendo las caderas con ritmo y pegué mi trasero a su pelvis, sin dejar de moverme, mientras él mantenía sus manos en mi cintura, acercando su lado del rostro al mío, rozándolo, despacio.

Nuestras respiraciones aceleradas se unían, haciéndose uno, sin dejar de bailar como si estuviésemos destinados a hacerlo. Parecía que nuestros cuerpos se reconocían de alguna forma, porque se sentía realmente bien bailar con él.

Ninguno de los dos dijo nada durante el resto de la noche, pues tan sólo necesitábamos de una mirada, una caricia, un gesto, para saberlo todo el uno del otro.

Se sentía como si fuese la última noche de nuestras vidas, la última noche en la que podríamos estar juntos, como si hubiese un peligro inminente que nos separase, y en cierta forma, así era.

Apenas nos dimos cuenta de que la noche llegaba a su fin, pues cerca de las seis de la mañana la discoteca cortó la música, y nos invitó a todos a desalojarla.

Caminábamos hacia su coche, bastante pasados de copas, cuando hablé.

- Podemos quedar el sábado, suelo salir con Marta, pero ...- comencé, pues lo cierta era que lo había pasado tan tremendamente con él, que sólo deseaba volver a hacerlo.

- Tengo planes el sábado – me cortó, bastante serio. Le miré, sin comprender, pues hasta hace poco era él el que suplicaba por quedar conmigo, y parecía que en ese momento no le apetecía en lo absoluto – ¿te aviso cuando termine?

- ¿Sobre qué hora terminarás? – Pregunté, subiéndome al auto, observando como el también lo hacía, poniendo rumbo hacia mi casa.

- Sobre las cinco.

- A esa hora probablemente esté bailando en la pista.

- Te llamo cuando termine.

- No tienes mi número.

- Cierto, ya tienes una razón más para dármelo – bromeó, y yo me reí como una idiota, al mismo tiempo que se detenía frente a mi portal.

- Me lo he pasado muy bien hoy – aseguré, sin bajarme del auto aún, observando como él ponía el coche en punto muerto y miraba hacia mí.

- Yo también – aceptó, para luego acercar su rostro al mío, dejando un cálido beso sobre mi mejilla – pásame el teléfono luego, por el chat de F******k.

Asentí, para luego salir del coche, con el corazón a mil por hora, pensando en sus labios sobre mi mejilla, caminando hacia casa, mientras él se marchaba a toda velocidad.

Continuará...

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