XLVI. No me sueltes...

Así como ingresamos en paz por un momento a aquel sitio tal sentimiento de la misma manera nos envolvió, la serenidad que allí se sentía no tenía precedentes lo que la hacía extremadamente incierta.

— ¡Y ahora que Emma! — cuestionó aquel al encontrarse un tanto abrumado por la tranquilidad que se podía sentir, lo que le infundía una enorme desconfianza.

— No lo sé, por lo general una vez entras a la niebla esta te empuja gradualmente hasta el camino que según ella es adecuado para ti, o se abre sin más permitiéndote contemplar la cabaña y por ende ingresar a aquel estrecho en el cual tal casa se encuentra, pero nunca en los años que tengo ingresando en el bosque había ocurrido esto ante mí.

— Entonces esto es tan nuevo para ti como para mí.

— Si, lo has dicho bien.

Dominieck y yo allí quietos permanecimos mirando hacia todos lados buscando quizás un halo de luz el cual seguir para intentar salir de aquel lugar, cosa que no entendíamos a sinceridad como lo íbamos a lograr pues nu
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