Hace un rato ya que Dominieck y yo nos encontramos despiertos debido a que desde tempranas horas de la mañana habíamos empezado a caminar buscando rodear el lago y dirigirnos por aquella circunstancia hasta la otra horilla desde donde se podía llegar a observar la cabaña en la distancia, luego de haber tenido un inicio de mañana, bueno... bastante diferente. Eran más o menos las cinco y media de la mañana cuando todo inicio, como era de esperarse yo me encontraba dormida sobre aquella placida cama, hasta que la inusual presencia de alguien trepando hacia mi lado izquierdo a aquellas horas me despertó, tras tal individuo mover abruptamente aquel lecho. Dominieck se había echado a un lado en aquella superficie luego de estar cansado de que yo le ignorase toda aquella noche, por lo que en un acto de rebeldía aquel se negó a obedecer mi pedido sin pena ni vergüenza y se colocó sobre aquella como si fuera absolutamente dueño y señor de todo aquello. Como se esperaba en vista de que ya
Con aquel ramillete en las manos, Dominieck llevando la cabeza agachada dio algunos pocos pasos y se acercó hasta la orilla del lago en completo silencio, una vez ante aquellas aguas aquel colocándose en cuclillas deposito sobre tal cuerpo sublime tales flores, en tanto que por un momento mirando como aquellas se alejaban, fijo las contemplo. Yo por mi parte intentaba guardar por sobre todo la compostura así que mientras aquel llevaba a cabo tales actos yo me quede retirada por algunos cuantos pasos un tanto próxima al arbusto del cual Dominieck tomo el ramillete, con los brazos cruzados a nivel de mi pecho conteniéndome completamente todo rasgo de emoción. — Alguna vez miraste el amanecer desde aquí con mis padres o quizás sola — cuestiono aquel con algo de serenidad mientras me daba por completo la espalda. — Que yo recuerde no. — Pues que bueno, esto será sin dudas algo memorable, espero que ante todo sea un secreto que al igual que yo puedas atesorar. Por un momento aquel dir
El aroma que de Dominieck emanaba para aquel instante era sumamente placido y embriagante cosa que estimo su parte lobuna tenía algo que ver, pues nuestras segundas caras siempre tienen una respuesta que dar que no siempre va a acorde a nuestros requerimientos y eso incluye que de nuestra piel se llegue también a percibir un aroma algo diferente, cuando algo no les convence o cuando simplemente nos quieren llevar la contraria en algunos casos no en todos. Por lo cual, solo me basto con percibir tal fragancia para que yo a fin de cuentas terminara sumergida en un mar cálido de pensamientos y emociones que, aunque bien hubiera podido batallar en contra de su vil atrevimiento a fin de cuentas no lo hice, pues en la manera que terminamos juntos se me hacía imposible para mi ejercer algún movimiento que nos orillase a que aquel beso llegara a su fin, ya que de alguna manera se las había ingeniado para vencer mi espíritu de lucha, lo peor de todo era que sin dudas tenía que admitir que me
— Hace muchos años atrás, por allá en los tiempos en que la humanidad aun no pensaba en hacerse notar con la imponente modernidad de este siglo no obviando sus logros y su avanzas para mala suerte nuestra, entre las manadas surgió la historia de los lobos de luna una la cual supera por mucho a las historias de fantasía y que por mucho tiempo se intentó reproducir sin mucho éxito la verdad. Dominieck comenzó a narrar todo aquello mientras alejaba su mirada de mí y la dejaba perdida en la distancia cada vez más enfocado como si buscara con exigencia recordar. — Para aquel entonces el mundo para los lobos era mucho más complicado que ahora, puesto que, si se pudiese decir que a diferencia de aquellos tiempos ahora tenemos un lugar en tan dichosa creación por decirlo así, eso no quita el hecho de que tenemos que vivir con restricciones pues ante todo debemos de respetar la mente y el miedo y su misma existencia en el mundo hablando de los humanos claro esta para mantener el equilibrio,
Dominieck continuaba siendo puntual en cada de una sus palabras, haciendo hincapié en aquellas las cuales creía prudente resaltar dando a entender por sobre todo que aquello era parte de una absoluta verdad. — Los soldados con sus armas en mano miraban en dirección a los árboles esperando observar algún movimiento que les sirviera como punto de partida para poder disparar luego de haberlas cargado nuevamente, sin imaginar que el karma les vendría de otra manera y una particular. … Mientras aquellos se encontraban distraídos esperando un suceso que no ocurriría nadie se percató de lo pesado que se tornó el aire y el ambiente; de la nada y de a poco la brisa empezó a azotar, primero el viento se sentía bastante leve por lo que meramente se podía llegar a asociar a una mera brisa refrescante y de apoco ante el desconocimiento de los soldados la misma empezó a aumentar con intensidad atrapándolos antes de que aquellos pudieran llegar a hacer algo. … Aquella ante la sorpresa de todos,
Al ver el enojo en mí, Lyall elevo las manos al aire en dirección al frente en pos de negación mientras repetía — no, para nada. Aquel hombre dijo aquello mientras se instalaba en la comisura de su boca una pequeña sonrisa, expresión que mantuvo todo aquel tiempo y hasta que eventualmente aquel nuevamente indico — eso se lo dejo a Dominieck, él es un experto catador de golpes que en pocas palabras lleven marcado tu nombre o incluso el de Martin. Dominieck al escucharlo se apeno, aparentemente aquellas palabras le habían causado incomodidad, pero no quiso darla a notar, más sin embargo casi de continuo indico. — Lyall deja de molestarla, no vez que vas a terminar condenándome a mí a muerte y que por ello pueda ser que reciba no precisamente abrazos, besos y chocolates — increpo Dominieck de seguido con algo de evidente vergüenza. Tras aquel promulgar aquello entre ambos surgió un momento jocosidad del cual yo era evidentemente la responsable, ante todo tales hombres parecían reír
— Algo que de seguro te sorprenderá. Dominieck comenzó a tirar de mi con insistencia, aparentemente no era nada de absoluto peligro, pero sin embargo yo tenía mis reservas — seguro que no hay nada que temer. — Para nada, confía en mí. Manteniéndome sumergida en el recelo que todo aquello provoca, por un instante me negué a su pedido unas cuantas veces más pues tenía miedo de llegar a ver algo que no fuera de mi justo agrado allí, pero Dominieck insistía e insistía como siempre él lo hacía, hasta que a final de cuentas logro convencerme y no tuve de otra más que aceptar. Aquel tomo mis manos como si yo me tratase de algún pequeño niño que apenas empieza a dar sus primeros pasos y aun no tiene la suficiente confianza como para poder darlos por justa independencia, mientras que él se mantenía de espaldas guiándome hacia el interior de aquel lugar, sitio en el cual no muy bien ingrese me recibió con una inesperada compañía. — ¡Que! — replique no muy bien vi de que se trataba todo
Hola mis pequeños niños; mi amado hijo Dominieck y mi amada niña Emma quien me otorgo el título de abuelo. Han pasado tantos años desde la última vez que mi amada y yo les vimos, que al recordarlo se me hace difícil no escribir estas líneas sin haber derramado antes algunas cuantas lagrimas producto del dolor que los recuerdos me provocan al ellos arremeter en contra mía, torturándome sin piedad alguna. Tales pensamientos hacen esto aún más difícil cosa que de por sí ya lo es, tanto que incluso me obliga a cuestionarme acerca de que si lo que hicimos mi amada Aerdmond y yo fue lo correcto y hablo de haberlos dejado prácticamente a su suerte en su momento, pues siento que sin dudas hubiéramos podido luchar aún más y liberarlos de gran parte de este cruel tormento, aunque eso sin dudas nos hubiera condenado más rápido aun a la muerte. Por lo que, la verdad soy consciente de que, si esta carta a llegado a sus manos significa que nosotros ya no estamos, Aerdmond y yo hemos perecido an