— Hace muchos años atrás, por allá en los tiempos en que la humanidad aun no pensaba en hacerse notar con la imponente modernidad de este siglo no obviando sus logros y su avanzas para mala suerte nuestra, entre las manadas surgió la historia de los lobos de luna una la cual supera por mucho a las historias de fantasía y que por mucho tiempo se intentó reproducir sin mucho éxito la verdad. Dominieck comenzó a narrar todo aquello mientras alejaba su mirada de mí y la dejaba perdida en la distancia cada vez más enfocado como si buscara con exigencia recordar. — Para aquel entonces el mundo para los lobos era mucho más complicado que ahora, puesto que, si se pudiese decir que a diferencia de aquellos tiempos ahora tenemos un lugar en tan dichosa creación por decirlo así, eso no quita el hecho de que tenemos que vivir con restricciones pues ante todo debemos de respetar la mente y el miedo y su misma existencia en el mundo hablando de los humanos claro esta para mantener el equilibrio,
Dominieck continuaba siendo puntual en cada de una sus palabras, haciendo hincapié en aquellas las cuales creía prudente resaltar dando a entender por sobre todo que aquello era parte de una absoluta verdad. — Los soldados con sus armas en mano miraban en dirección a los árboles esperando observar algún movimiento que les sirviera como punto de partida para poder disparar luego de haberlas cargado nuevamente, sin imaginar que el karma les vendría de otra manera y una particular. … Mientras aquellos se encontraban distraídos esperando un suceso que no ocurriría nadie se percató de lo pesado que se tornó el aire y el ambiente; de la nada y de a poco la brisa empezó a azotar, primero el viento se sentía bastante leve por lo que meramente se podía llegar a asociar a una mera brisa refrescante y de apoco ante el desconocimiento de los soldados la misma empezó a aumentar con intensidad atrapándolos antes de que aquellos pudieran llegar a hacer algo. … Aquella ante la sorpresa de todos,
Al ver el enojo en mí, Lyall elevo las manos al aire en dirección al frente en pos de negación mientras repetía — no, para nada. Aquel hombre dijo aquello mientras se instalaba en la comisura de su boca una pequeña sonrisa, expresión que mantuvo todo aquel tiempo y hasta que eventualmente aquel nuevamente indico — eso se lo dejo a Dominieck, él es un experto catador de golpes que en pocas palabras lleven marcado tu nombre o incluso el de Martin. Dominieck al escucharlo se apeno, aparentemente aquellas palabras le habían causado incomodidad, pero no quiso darla a notar, más sin embargo casi de continuo indico. — Lyall deja de molestarla, no vez que vas a terminar condenándome a mí a muerte y que por ello pueda ser que reciba no precisamente abrazos, besos y chocolates — increpo Dominieck de seguido con algo de evidente vergüenza. Tras aquel promulgar aquello entre ambos surgió un momento jocosidad del cual yo era evidentemente la responsable, ante todo tales hombres parecían reír
— Algo que de seguro te sorprenderá. Dominieck comenzó a tirar de mi con insistencia, aparentemente no era nada de absoluto peligro, pero sin embargo yo tenía mis reservas — seguro que no hay nada que temer. — Para nada, confía en mí. Manteniéndome sumergida en el recelo que todo aquello provoca, por un instante me negué a su pedido unas cuantas veces más pues tenía miedo de llegar a ver algo que no fuera de mi justo agrado allí, pero Dominieck insistía e insistía como siempre él lo hacía, hasta que a final de cuentas logro convencerme y no tuve de otra más que aceptar. Aquel tomo mis manos como si yo me tratase de algún pequeño niño que apenas empieza a dar sus primeros pasos y aun no tiene la suficiente confianza como para poder darlos por justa independencia, mientras que él se mantenía de espaldas guiándome hacia el interior de aquel lugar, sitio en el cual no muy bien ingrese me recibió con una inesperada compañía. — ¡Que! — replique no muy bien vi de que se trataba todo
Hola mis pequeños niños; mi amado hijo Dominieck y mi amada niña Emma quien me otorgo el título de abuelo. Han pasado tantos años desde la última vez que mi amada y yo les vimos, que al recordarlo se me hace difícil no escribir estas líneas sin haber derramado antes algunas cuantas lagrimas producto del dolor que los recuerdos me provocan al ellos arremeter en contra mía, torturándome sin piedad alguna. Tales pensamientos hacen esto aún más difícil cosa que de por sí ya lo es, tanto que incluso me obliga a cuestionarme acerca de que si lo que hicimos mi amada Aerdmond y yo fue lo correcto y hablo de haberlos dejado prácticamente a su suerte en su momento, pues siento que sin dudas hubiéramos podido luchar aún más y liberarlos de gran parte de este cruel tormento, aunque eso sin dudas nos hubiera condenado más rápido aun a la muerte. Por lo que, la verdad soy consciente de que, si esta carta a llegado a sus manos significa que nosotros ya no estamos, Aerdmond y yo hemos perecido an
Sorpresas y más sorpresas se suman a esta caótica historia, lo que no debería ser valga la redundancia sorpresa para nosotros pues es lo que más ha relucido desde que ambos nos conocimos, por lo que ahora con la aparición de esta carta se adicionan nuevos problemas que, aunque no lo quiera aceptar es evidente que harán que el pasado vuelva a la luz a querer destruir el presente. Al final de todo leer las últimas palabras que conformaban parte de aquella delicada carta hacía que sin dudas se formara una conmoción enorme en nuestros pensamientos, era ante todo como aquello me hacía sentir y era lógico comprender o incluso pensar que para quien tenía al lado sin dudas se sentiría mucho peor. Casi de inmediato al apartar mis ojos de aquellos trozos de papel guie mis ojos hasta donde se encontraba Dominieck ya que quería verle a la cara pues necesitaba descubrir en él, que tanto de lo escrito le había afectado, pues saber de su padre ya muerto atreves de estas líneas estimo no fue lo
(Desde la perspectiva de Dominieck) Como cual gata arisca, asustadiza y miedosa aquella chica se alejó de mi rápidamente, luego de haber realizado tal evidente travesura mientras la misma guiaba su ser con algo de insistencia hasta la horilla. Allí una vez abandono aquellas aguas mientras dirigí mi mirada hacia ella la vi como con gran interés ella se dirigió hasta un arbusto seco que no se encontraba demasiado lejos de la orilla sobre los bordes de la pequeña colina sobre la cual la casa se mantiene asentada lugar desde donde yo podía contemplarla a la perfección. Al llegar aquella no lo dudo y sin importarle poco por no decir nada el daño que podría aquello ocasionar en su piel, Emma zambullo sus manos dentro de aquello y arranco de tal superficie algunas cuantas ramas totalmente deshojadas. Ya con ellas en las manos mientras las apretaba con el antebrazo hacia el pecho, Emma busco acercarse hasta otro arbusto continuo del cual extrajo unas cuantas ramas, pero esta vez con s
Emma una vez frente a mí, extendió su mano en mi dirección y con la forma más dulce y amable que podía llegar a salir de ella, pidió de manera clara a mi persona que tras entregar a ella una coronilla, me pusiera de pie, tomara su mano y la siguiese. Sin mediar palabra obedecí y nos dejamos envolver en el silencio que nos rodeó mientras caminábamos hasta llegar a la orilla nuevamente de aquel lago, allí, una vez frente a las aguas Emma indico tras guiar sus ojos hacia mí y yo la verdad no pude evitar no también hacerlo lo mismo y de seguido contemplarla. — Como dije en un principio, esto no será nada fácil, pero sin dudas sé que es algo necesario. Aunque han pasado ya los años desde que sus almas expiraron eso no significa que tú y yo no podamos darle una despedida honorable, por ellos y por nosotros debemos hacerlo, como ellos se lo merecen. — Por eso has hecho las coronillas. — Si, has acertado — Emma aparto sus ojos de los míos y los fijo en la vista que se alzaba de fren