—¿Florencia? —Elena se abraza a sí misma. Observa a Encarnación, dudando de su palabra. No esperaba qué respondiera, tampoco qué fuese de repente. Le cuesta procesar lo qué dice un par de segundos—, Encarnación-—Es todo lo qué sé —Encarnación tiene la vista en su amiga Raffaella—, tu madre se lo llevó a la tumba lo demás…Elena no tiene palabras para responderle. Y asombrada por lo qué le ha dicho, repite una y otra vez el nombre en su mente. “Florencia.” Una y otra vez. Cuando encarnación sigue en silencio, Elena entreabre los labios.—Gracias —murmura Elena—, eh, yo —su teléfono suena. No quiere contestar pero la vibración puede significar algo importante, y al contestar rápidamente expresa que en estos momentos no tiene tiempo de hablar.—Yo ya me iba, querida. No te preocupes —Encarnación cambia de expresión a una de melancolía.—Pero —Elena balbucea con el teléfono en la oreja. Encarnación se da la vuelta hacia el camino que lleva a la salida del cementerio—, no vayas sola, por
Presenta a Cristina como su mejor amiga a Simone cuando llegan a la oficina de ésta última en Innamoda. Se le ilumina el rostro cuando la abraza. —¡Estoy tan contenta de verte, linda! Ven, siéntense las dos —Simone ofrece. Y pide a su asistente qué nadie las moleste—, ¿Gustan algo en particular? —Un café —dice Cristina. —Me alegra verte, sabes qué es así, Elena. Y ahora más, porque llegas justo en el momento perfecto —Simone se acerca a una pared qué sostiene una especie de telón. Al jalar de ella, el nombre de la revista de Innamoda y una mujer posando en blanco y gris aparece. Elena se levanta. —¿Quieres qué…haga lo mismo qué esa mujer? —Elena se queda impresionada. —Exactamente. Y quiero qué lo hagas ahora mismo. No hay tiempo qué perder —Simone palmea dos veces—, tu imagen estará en cada rincón de Innamoda, querida. El mundo sabrá tu nombre. Tu reputación quedará restaurada y el pasado quedará atrás, así como te lo prometí. Elena se cubre los labios. —Oh, Simone. ¿Ha sido c
—¡No puedes hacer esto! —Elena se tambalea en el asiento. Ya han llegado al auto y su esposo también está dentro—, hay tantas cosas qué debemos hacer, y no puedo-—Sólo una cosa te pido —Gianluca enciende el motor del auto. No sabe si es bueno quedarse donde está, pero al oír la voz de Gianluca Elena deja de moverse—, deja qué me encargue de todo. —Acabas de salir de un estado de inconsciencia, no puedo permitir qué hagas un viaje tan largo, de ésta forma. No, no. No lo permitiré. —Estoy bien, no te preocupes —Gianluca coloca la mano en la pierna de Elena. La acaricia unos momentos—, quiero alejarte de todo por un instante. —Pero Gianluca-—Necesito qué confíes en mí. Además —una vez sus ojos se encuentran Elena se echa hacia atrás, carraspeando. Decide mirar hacia la calle—, sé lo mucho qué querías hacer ese viaje.—Meses después que despertarás. No ahora —responde Elena, casi sin voz—, pero eres terco. Muy terco —busca su mano. No creyó que sería capaz de hacer algo así con él, p
—¿Y si alguien nos ve…?—Ya te lo he dicho —la gravedad en el tono de Gianluca quiebra la calma en Elena, y más cuando su tono golpea con su entrada expuesta—, soy el único que te acompaña.Elena mantiene la concentración para no desvanecerse, pero aumenta las pulsaciones cuando se da cuenta qué éste hombre no tendrá marcha atrás. Y tampoco quiere qué lo haga.—¿Quieres qué te toque, Elena?Ella se muerde los labios, sumergida en el embrujo de su voz. Asiente.—Quiero qué me toques…Gianluca es piadoso al dejarle un beso en el interior de su muslo, cerca de lo que la hace suspirar. Viene como un ladrón a arrebatarle una vez más el aire, haciendo larga y tortuosa la espera. Su boca contra su piel siendo la llave a la locura. Elena no sabe cómo comportarse, un tanto retraída de estar de ésta forma con un hombre luego de años.Intenta cerrar las piernas. El apretón en su muslo le arrebata un jadeo, y ésta vez un par de manos la abren, exponiéndola obscenamente, sin dejar nada a la imagin
El pequeño espacio de la inconsciencia se marcha en Elena, porque comienza a abrir los ojos. Se acostumbra al resplandor unos segundos antes de estirar los brazos. Gime cómoda en las sabanas blancas, y cuando estira el brazo a su izquierda, abre los ojos por completo.Gianluca no está a su lado.Confundida, se sienta en la cama. Se cubre su cuerpo con las sábanas, observando a todas partes. La habitación está sola.Elena se restriega los ojos, colocándose de pie. El viento abrasador la lleva a salir al balcón de la habitación. Azul en el mar y azul en el cielo es una imagen hermosa de ver, y recuesta la cabeza en el umbral.No puede creer qué lo que sucedió.Todo su rostro es una mancha roja. Se coloca la mano en el rostro, como si le costara aceptarlo. Pero lo disfrutó, cada momento.Elena deja caer la cabeza hacia atrás, mirando hacia arriba.Su toque fue tan profundo que aún no logra sacárselo de la cabeza. Por un lado, agradece no haberlo encontrado porque no sabe ahora cómo mirar
Una rara sensación cubre el cuerpo de Elena al contar esto. Se abraza las rodillas, con la mirada todavía en el mar, sabiendo que Gianluca mantiene sus ojos en ella. No le agrada divulgar esto así como si nada, pero lo qué sucede ahora con Gianluca ha cambiado.Antes de conocerlo bien, estaba retraída, y no le importaba nada mentirle acerca de su verdad.Ahora, su pesar es gigante, porque él no sabe ni la mitad de su vida. De quién realmente es. Sin embargo, se recuerda que ha negado totalmente cualquier conexión con su pasado. Y esto no es algo tan importante.—¿Perdiste la memoria en un accidente, Elena?Cuando escucha a Gianluca, alza la barbilla, cierra los ojos y asiente.—Estaba muy niña cuando eso sucedió, no es nada —Elena sonríe. Alza la mano para acariciar su mejilla. Lleva un vestido largo del color del mar—, ni siquiera recuerdo algún dolor o lo qué sucedió en ese accidente-—¿Qué clase de accidente? —Gianluca besa su palma. Tiene el brazo en su rodilla, siempre con la ate
—Estoy segura qué dijiste ese comentario con una mala intención —dice Elena, ya con el rostro serio.—No es así, no me malentienda, señora Mancini —el abogado Orlando se acerca para sentarse a su lado. Siempre ha sido muy respetuoso, pero es un cascarrabias, algo ambicioso y fuerte de carácter. Siempre habla rápido y parece qué todo el tiempo está ansioso—, pero no debe permanecer indiferente a lo qué le digo, ¿Me entendió?—No estoy segura si decir esa clase de cosas a mi marido sea lo correcto. Ya tengo mucho ocultando…en fin. Ese tema no viene al caso porque no quiero que se menciona más nunca. ¿Hasta cuándo?—Cuando pregunte sobre Ítalo Moretti yo hablaré con él. Usted solo aguarde —el abogado Orlando entrelaza sus manos.—¿Y qué le dirá?—Que el señor Ítalo desistió.Elena toma aire.—Eso es una vil mentira, Orlando.—Hasta que logremos recopilar toda la información en contra de Ítalo Moretti, señora. Si lo decimos antes, habremos soltado la bomba antes de tiempo y no es lo que
—Mónica me reprenderá —murmura Elena. Ya están camino a la casa—, debiste tomar reposo.—Lo hice…—murmura Gianluca, acariciando su espalda descubierta. Lleva un vestido con escote en la espalda.—No lo hiciste. Dime, ¿Te sientes bien? Siempre te tocaba a ver si tenías fiebre, pero no tienes fiebre. ¿Cierto? —Elena toca su frente. Gianluca besa su palma—, ¡Hablo en serio! —pero se echa a reír—, estoy segura qué me regañará.—Estar en una cama dos meses ha sido suficiente. No volveré a tocar una cama —Gianluca dice—, sin ti.Elena se muerde los labios.—Muy chistoso, señor Mancini —golpea su rodilla con suavidad—, concéntrate. ¿Quieres?—Nena, eso será difícil. Porque yo —la empuja hacia su pecho—, lo único que hago es pensar en ti.—Pero tendrás que hacerlo —Elena rodea su pecho, abrazándolo—, éste mundo te espera. Y me echarán la culpa por haberte secuestrado.—No pido más nada…—Gianluca baja la vista. Elena solo tiene qué subir un poco, porque sus labios están demasiado cerca. Esa so