51. Una bestia insaciable

De pronto, Gianluca logra qué cada uno de sus sentidos se detengan, porque sus palabras tienen efecto. Todo su rostro se sonroja. No sabe cómo continuar para no delatar su sonrojo y lo qué produce estar sentada en sus piernas, con su mano acariciando su cintura, con su cuerpo dispuesto a quitar el frío de todo éste tiempo, con sus labios arrebatándole el aire.

“Úsame.”

Elena mueve la cabeza, y con una pequeña sonrisa mira hacia abajo.

—Hay mucha gente qué esperaba verte —Elena responde, todavía con las manos en su rostro—, mucha gente se preocupa por ti.

—Sólo me interesas tú.

Elena encuentra su mirada. No. Es indescriptible lo qué éste hombre le produce. ¿Cómo es capaz de decirle esto? Se remueve entre sus brazos.

—¿Estás bien? —Gianluca pregunta. Está acariciando su cuerpo, sus mejillas, sus brazos, sus piernas, enviando electricidad al cuerpo de Elena, y encogiéndola más de lo qué creyó, como s necesitara saber qué la tiene a su lado.

—Yo estoy bien. Me desperté una semana después
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