Regina
Al día siguiente, llegué a la empresa, mis tacones golpearon con fuerza el mármol, no había dormido lo suficiente, pensaba una y otra vez lo que mi madrina me había pedido, y qué, por primera vez quería con todas mis fuerzas negarme, pero sería escuchar a mis padres, se haría un complot en mi contra… ¿Qué es lo que haría? ¿Solo acompañar a la prometida? Llegué a mi oficina, colgué mi bolso y me acerqué a mi escritorio, la puerta se abrió y me encuentro con un Liam… ¿Irritado?
—Toca la puerta antes de entrar. —Liam niega.
— ¿Has aceptado ser la dama de honor de Rachel? —preguntó en un tono furioso, levanté la mirada y me dejé caer en mi silla de cuero.
—Sí. Tu madre me llamó anoche y…—interrumpió.
— ¡Hubieras dicho que no, Regina! —exclamó molesto.
—Hey, bájale dos rayas, a mí no me gritas. —Liam se pasó la mano por su rostro, intentó controlarse luego me miró.
—Lo siento, es que es incómodo saber que serás…
— ¿La dama de honor de tu prometida? —tocaron a la puerta, esquivé la mirada de Liam para asomarme quien era, ya que su cuerpo me cubría parte de ello.
Abrí mis ojos y no pude evitar sonreír, era el de seguridad, Manuel y cargaba en sus manos un arreglo floral. Liam al verme, siguió mi mirada y se tensó.
Le hice señas a Manuel para que entrara a la oficina, me levanté y me acerqué al adorable hombre que con una gran sonrisa me entregó el arreglo floral.
—Señorita, le han dejado este arreglo. —el hombre sonrió emocionado, lo dejé en la superficie de mi escritorio, sonreí como una tonta, era la primera vez que alguien me daba rosas, busqué la tarjeta entre los tallos, rosas rosas, en un listón blanco, era hermosas y olían delicioso, las aspiré y volví a sonreír.
—Regina—Liam a mi espalda me sacó de mis pensamientos, presioné mis labios casi en una mueca, me volví hacia a él.
—Se me había olvidado que estabas aquí…—susurré, pero sabía que me había escuchado, él se cruzó de brazos y bajó la mirada a mi mano, dónde tenía la tarjeta. —Dime, ah sí, lo de la dama de honor—intenté mostrarle que me valía un cacahuate. —Puedo serlo, al cabo, será un rato. —miré la tarjeta, la saqué de su sobre color marfil, —No te preocupes, no me molesta ni me incomoda—le dije mientras miré la caligrafía de la tarjeta, el nombre de Adolfo adornó al final de la frase: “Qué tengas un bonito día, piensa en mí cada vez que mires estas rosas, Adolfo Villanueva” Liam me arrebató la tarjeta y la leyó, intenté arrebatársela— ¡Hey! ¡Dámela! —exclamé molesta.
— ¿Adolfo? —me miró y entonces le quité la tarjeta. Arqueó una ceja. — ¿La competencia? ¿En serio? ¿No pudiste buscar otro prospecto?
Arrugué mi ceño.
— ¿Buscar? —me crucé de brazos. —Yo no ando buscando, Liam, aclaremos, —soné más seria y más directa—Yo no busco, además, ¿Por qué no darme la oportunidad con un buen hombre, atractivo, atento y muy trabajador? —Liam torció sus labios.
—En primera—comenzó a contar con sus dedos—Adolfo es la competencia, segunda, él y su familia son enemigos en negocios con tu familia, ¿Qué se te olvidó lo que le hizo su padre a tu padre? ¿La mala publicidad? ¿Los espías que tuvo en la empresa?
Solté un suspiro dramático.
—En fin, yo veré que pasará. Por cierto, seré la dama de honor, mi madrina me explicó que tu prometida no tiene a nadie en la ciudad, ni amigas o conocidos, así qué…
Liam puso sus brazos en su cintura.
—No. No lo harás.
— ¿Perdón? ¿Desde cuándo necesito tu aprobación para hacer algo?
—Es mi boda.
—Oh, pues…—me volví hacia el escritorio y me senté, lo miré desde mi lugar—…dile a tu madre y a tu prometida que has decidido que no sea, —hice un movimiento de mano en el aire en señal de indiferencia—…me da igual, si lo soy o no.
—Ella sabe quién fuiste en mi pasado. —desvié la mirada a las carpetas a mi lado.
— ¿Y? —levanté la mirada hacia a él, avanzó hasta que quedó frente a mi escritorio, puso ambas manos en mi escritorio recargándose en sus palmas.
— ¿Y? quiere joderte, joderme, recordarme que…—detuvo sus palabras.
— ¿Qué? —detuve lo que estaba haciendo y lo miré entrecerrando mis ojos. — ¿Qué hiciste Liam?
Él se enderezó, separándose del escritorio, se pasó ambas manos por su rostro y lo masajeó.
—No es nada. —dijo tajante, se detuvo cerca de la salida y se volvió hacia a mí. —Hablaré con mi madre y con ella, les diré que no quiero que seas la dama de honor.
— ¿Y qué le dirás? ¿Qué pretexto usarás? A ver…—soné irónica.
—Qué es de mala suerte que la mujer que siempre he amado, vaya a mi propia boda.
Alcé mis cejas con mucha sorpresa, arrugué mi ceño, el silencio se estacionó entre los dos.
—Querrás decirlo en pasado o te meterás en problemas—él negó.
—Esa es la verdad, —nos miramos por un momento sin decirnos nada—ahora lo sabes, no quiero que estés ahí, no quiero verte ahí, te prohíbo que aceptes ser la dama de honor, ya es demasiado con la boda como para verte en ella. —abrió la puerta, algo en mi lo detuvo.
—Espera. —él se detuvo, giró su rostro hacia a mí. —Yo te amé, Liam, no sabes cuánto lo hice, hubiera dado todo por nosotros…
Liam sonrió débilmente.
—El “hubiera” no existe. —no dije nada más, él simplemente se marchó y a mí me dejó hecha, nudo. Después de diez años, lo había dicho en su cara, pensé que sería gratificante, pero era todo lo contrario, la tristeza en su mirada, me conmovió, pero como siempre he pensado, que cada quien tiene lo que merece, por no cuidarse, él estaba a punto de tomar un camino distinto al que recuerdo que quería.
—Exactamente—susurré viendo cómo se alejaba de mi oficina hacia el elevador. —El “hubiera” no existe, como aquel día en tu habitación, si solo hubieras atendido tú la puerta, ¿Qué destino nos hubiera deparado? Eso jamás lo sabremos.
Liam Las puertas del elevador se cerraron frente a mí, presioné el botón del estacionamiento del subterráneo. Mi corazón apenas empezó a tranquilizarse, había dicho lo que había callado tantos años, a pesar de la distancia y el tiempo, nunca pude arrancarme de la piel a Regina. Mi celular vibró, al buscarlo en el interior de mi americana, veo la pantalla, es mi madre, deslicé el botón para tomar su llamada, estaba a unos cuantos pisos más para llegar a mi auto.—Dime madre.—Uy, ¿Qué es esa contestación, Liam? —hice una mueca.—Lo siento, —presioné el puente de mi nariz—, buenos días, madre. ¿Siguen en el hotel? —escuché ruido del otro lado de la línea.—Sí aun, acaba de llegar Rachel, vamos a retoma
ReginaCerré los ojos por un breve momento, presioné con fuerza la orilla de la hoja que estaba revisando, gráficas, reportes de venta y entre otras cosas más, mi mañana estaba totalmente cargada de trabajo, mi puesto iba a cederse a un nuevo ejecutivo que viene trabajando en el mismo ramo, recomendación de mi padrino y de mi padre, yo asumiría mi puesto de presidencia finalmente.— ¿Interrumpo tu siesta de la tarde? —abrí mis ojos y lentamente levanté la mirada, era mi madre, sonreía y le regresé el mismo gesto.—No, no, pasa madre, no escuché la puerta —ella elegantemente se acercó, me levanté para saludarle, le invité a que se sentara en la pequeña sala que estaba dentro de mi oficina, se sentó, caminé hasta el frigobar en forma de librero y tomé dos botellas de agua,
ReginaLlegué a la oficina por la mañana, llevé en mi mano mi café bien cargado para empezar mi día en la empresa, mi asistente se acercó a mí y me entregó un sobre manila.— ¿Qué es? —Micaela movió sus hombros en señal de que no tenía idea.—El mensajero solo lo trajo, tiene su nombre. —miré de nuevo.—Gracias—empujé la puerta para entrar y el olor a rosas inundó el lugar. Una sonrisa escapó de mis labios, me acerqué al escritorio a dejar el sobre manila, dejé mi café para colgar mi bolso y abrigo, me ajusté las mangas de mi blusa, acomodé mi cinturón grueso que adornaba mi falda. Encendí mi computadora y me senté, di un sorbo a mi café, cerré los ojos y lo disfruté, había dormido finalmen
ReginaSentada en un sillón de terciopelo negro, con una copa de champagne en mi mano y viendo las modelos en traje de novia, me tenía repitiéndome a mí misma que dejara de pensar en querer levantarme y dejarlas a las dos ahí, intenté no pensar en cosas que, a estas alturas, no debería estar pensando. Miro a las modelos con cuerpos perfectos modelando los vestidos de novia, y lo último que me faltaba.Noté cuando Rachel se levantó, con una sonrisa se acercó a mí se sentó del otro lado que tenía libre, mi madrina estaba en el otro sillón de terciopelo, solo cabían dos traseros.—Regina—dijo mi nombre con alegría fingida, lo podía notar en su gesto.—Dime—y le sonreí a medias, di un sorbo a mi copa y la terminé.—Quiero que hagamos las paces. —arr
LiamMiré a mi padre quien estaba en total silencio, en su mano tenía su vaso de cristal, dio un pequeño trago a su bourbon y luego negó lentamente.—No te entiendo, Liam—levantó su mirada hacia a mí.—Ni yo. —me sinceré antes de seguir ahogándome con todo lo que cargaba en mi interior.Dejó su vaso en la mesa, volvió a negar en silencio.—Debiste de hablar conmigo antes de que hicieras todo esto, ya pagué una gran suma por todo, he comprado una casa en New York para ustedes…—mi padre soltó un largo suspiro. —Bueno, el dinero es lo de menos, lo sabes, —me miró—Ya no sé qué decir, más que, haz lo correcto y…—fuimos interrumpidos por la presencia de mi madre y de Rachel, ambas reían divertidas, algo extraño de
Regina¿Cuántas veces se puede uno derretir con este tipo de palabras? El escuchar esas palabras de Liam, me hizo erizar la piel, una parte de mí quiso simplemente dejar bajar mis muros y romper toda regla auto impuesto, pero no, Liam estaba a punto de casarse y sería padre, no podría hacer algo así. Me solté lentamente de su agarre de mi codo, pero no retrocedí.Nos miramos por unos segundos que parecieron eternos, puse la palma de mi mano contra su pecho del lado del corazón, sentí como esos latidos, latían frenéticamente.—Solo diré esto una última vez, —mi mirada se quedó prendada de la de él. —Nuestros caminos hace diez años, se separaron, nuestros destinos, son con otras personas—cuando dije esas palabras, su mano cubrió la mía.—No puedo soportar verte con a
LiamAlgo en mi interior había emergido al verla alejarse de mí, había visto en su mirada el brillo que solía representar a una Regina con sentimientos hacia a mí, no entendí como es que una sola decisión, había cambiado mi mundo, un mundo dónde parecía que ella no podría tener un lugar.Su pecho subió y bajó, con aquellos ojos verdosos bien abiertos. ¿Estaba cometiendo algún error? ¿Estaba rompiendo las reglas del corazón?—No sé qué es lo que tienes que decir aparte de darle replica a lo que he dicho. —dijo ella intentando no verse débil.—Yo…—las palabras se habían atorado en medio de mi garganta, mi celular sonó interrumpiendo el momento, tenía la mano aun en la puerta del elevador, ella se recargó en la pared fría, la
ReginaComenzaron a felicitar a los novios, no podía dejar de sentir el gran nudo que tenía en medio de mi garganta, el segundo nudo, pero este demasiado grande en el centro de mi estómago. Adolfo me alcanzó, atrapó mi muñeca con delicadeza y me volvió hacia a él.—Respira. —intenté controlar mi respiración, daba la espalda a toda la gente y él veía todo detrás de mí. —Tranquila. Respira…—Lo intento. —me llevé una mano a mi estómago.—Sonríe—puse una sonrisa, Adolfo de un movimiento me volvió hacia la gente, mis padres venían hacia a nosotros.—Hola, hija—saludé a mis padres, Adolfo de igual manera.—Hola—mi madre acarició mi mejilla.—Vete—susurró en señal de a