Capítulo 7

Regina

Al día siguiente, llegué a la empresa, mis tacones golpearon con fuerza el mármol, no había dormido lo suficiente, pensaba una y otra vez lo que mi madrina me había pedido, y qué, por primera vez quería con todas mis fuerzas negarme, pero sería escuchar a mis padres, se haría un complot en mi contra… ¿Qué es lo que haría? ¿Solo acompañar a la prometida? Llegué a mi oficina, colgué mi bolso y me acerqué a mi escritorio, la puerta se abrió y me encuentro con un Liam… ¿Irritado?

—Toca la puerta antes de entrar. —Liam niega.

— ¿Has aceptado ser la dama de honor de Rachel? —preguntó en un tono furioso, levanté la mirada y me dejé caer en mi silla de cuero.

—Sí. Tu madre me llamó anoche y…—interrumpió.

— ¡Hubieras dicho que no, Regina! —exclamó molesto.

—Hey, bájale dos rayas, a mí no me gritas. —Liam se pasó la mano por su rostro, intentó controlarse luego me miró.

—Lo siento, es que es incómodo saber que serás…

— ¿La dama de honor de tu prometida? —tocaron a la puerta, esquivé la mirada de Liam para asomarme quien era, ya que su cuerpo me cubría parte de ello.

Abrí mis ojos y no pude evitar sonreír, era el de seguridad, Manuel y cargaba en sus manos un arreglo floral. Liam al verme, siguió mi mirada y se tensó.

Le hice señas a Manuel para que entrara a la oficina, me levanté y me acerqué al adorable hombre que con una gran sonrisa me entregó el arreglo floral.

—Señorita, le han dejado este arreglo. —el hombre sonrió emocionado, lo dejé en la superficie de mi escritorio, sonreí como una tonta, era la primera vez que alguien me daba rosas, busqué la tarjeta entre los tallos, rosas rosas, en un listón blanco, era hermosas y olían delicioso, las aspiré y volví a sonreír.

—Regina—Liam a mi espalda me sacó de mis pensamientos, presioné mis labios casi en una mueca, me volví hacia a él.

—Se me había olvidado que estabas aquí…—susurré, pero sabía que me había escuchado, él se cruzó de brazos y bajó la mirada a mi mano, dónde tenía la tarjeta. —Dime, ah sí, lo de la dama de honor—intenté mostrarle que me valía un cacahuate. —Puedo serlo, al cabo, será un rato. —miré la tarjeta, la saqué de su sobre color marfil, —No te preocupes, no me molesta ni me incomoda—le dije mientras miré la caligrafía de la tarjeta, el nombre de Adolfo adornó al final de la frase: “Qué tengas un bonito día, piensa en mí cada vez que mires estas rosas, Adolfo Villanueva” Liam me arrebató la tarjeta y la leyó, intenté arrebatársela— ¡Hey! ¡Dámela! —exclamé molesta.

— ¿Adolfo? —me miró y entonces le quité la tarjeta. Arqueó una ceja. — ¿La competencia? ¿En serio? ¿No pudiste buscar otro prospecto?

Arrugué mi ceño.

— ¿Buscar? —me crucé de brazos. —Yo no ando buscando, Liam, aclaremos, —soné más seria y más directa—Yo no busco, además, ¿Por qué no darme la oportunidad con un buen hombre, atractivo, atento y muy trabajador? —Liam torció sus labios.

—En primera—comenzó a contar con sus dedos—Adolfo es la competencia, segunda, él y su familia son enemigos en negocios con tu familia, ¿Qué se te olvidó lo que le hizo su padre a tu padre? ¿La mala publicidad? ¿Los espías que tuvo en la empresa?

Solté un suspiro dramático.

—En fin, yo veré que pasará. Por cierto, seré la dama de honor, mi madrina me explicó que tu prometida no tiene a nadie en la ciudad, ni amigas o conocidos, así qué…

Liam puso sus brazos en su cintura.

—No. No lo harás.

— ¿Perdón? ¿Desde cuándo necesito tu aprobación para hacer algo?

—Es mi boda.

—Oh, pues…—me volví hacia el escritorio y me senté, lo miré desde mi lugar—…dile a tu madre y a tu prometida que has decidido que no sea, —hice un movimiento de mano en el aire en señal de indiferencia—…me da igual, si lo soy o no.

—Ella sabe quién fuiste en mi pasado. —desvié la mirada a las carpetas a mi lado.

— ¿Y? —levanté la mirada hacia a él, avanzó hasta que quedó frente a mi escritorio, puso ambas manos en mi escritorio recargándose en sus palmas.

— ¿Y? quiere joderte, joderme, recordarme que…—detuvo sus palabras.

— ¿Qué? —detuve lo que estaba haciendo y lo miré entrecerrando mis ojos. — ¿Qué hiciste Liam?

Él se enderezó, separándose del escritorio, se pasó ambas manos por su rostro y lo masajeó.

—No es nada. —dijo tajante, se detuvo cerca de la salida y se volvió hacia a mí. —Hablaré con mi madre y con ella, les diré que no quiero que seas la dama de honor.

— ¿Y qué le dirás? ¿Qué pretexto usarás? A ver…—soné irónica.

—Qué es de mala suerte que la mujer que siempre he amado, vaya a mi propia boda.

Alcé mis cejas con mucha sorpresa, arrugué mi ceño, el silencio se estacionó entre los dos.

—Querrás decirlo en pasado o te meterás en problemas—él negó.

—Esa es la verdad, —nos miramos por un momento sin decirnos nada—ahora lo sabes, no quiero que estés ahí, no quiero verte ahí, te prohíbo que aceptes ser la dama de honor, ya es demasiado con la boda como para verte en ella. —abrió la puerta, algo en mi lo detuvo.

—Espera. —él se detuvo, giró su rostro hacia a mí. —Yo te amé, Liam, no sabes cuánto lo hice, hubiera dado todo por nosotros…

Liam sonrió débilmente.

—El “hubiera” no existe. —no dije nada más, él simplemente se marchó y a mí me dejó hecha, nudo. Después de diez años, lo había dicho en su cara, pensé que sería gratificante, pero era todo lo contrario, la tristeza en su mirada, me conmovió, pero como siempre he pensado, que cada quien tiene lo que merece, por no cuidarse, él estaba a punto de tomar un camino distinto al que recuerdo que quería.

—Exactamente—susurré viendo cómo se alejaba de mi oficina hacia el elevador. —El “hubiera” no existe, como aquel día en tu habitación, si solo hubieras atendido tú la puerta, ¿Qué destino nos hubiera deparado? Eso jamás lo sabremos.

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