Regina
Llegué a la oficina por la mañana, llevé en mi mano mi café bien cargado para empezar mi día en la empresa, mi asistente se acercó a mí y me entregó un sobre manila.
— ¿Qué es? —Micaela movió sus hombros en señal de que no tenía idea.
—El mensajero solo lo trajo, tiene su nombre. —miré de nuevo.
—Gracias—empujé la puerta para entrar y el olor a rosas inundó el lugar. Una sonrisa escapó de mis labios, me acerqué al escritorio a dejar el sobre manila, dejé mi café para colgar mi bolso y abrigo, me ajusté las mangas de mi blusa, acomodé mi cinturón grueso que adornaba mi falda. Encendí mi computadora y me senté, di un sorbo a mi café, cerré los ojos y lo disfruté, había dormido finalmen
ReginaSentada en un sillón de terciopelo negro, con una copa de champagne en mi mano y viendo las modelos en traje de novia, me tenía repitiéndome a mí misma que dejara de pensar en querer levantarme y dejarlas a las dos ahí, intenté no pensar en cosas que, a estas alturas, no debería estar pensando. Miro a las modelos con cuerpos perfectos modelando los vestidos de novia, y lo último que me faltaba.Noté cuando Rachel se levantó, con una sonrisa se acercó a mí se sentó del otro lado que tenía libre, mi madrina estaba en el otro sillón de terciopelo, solo cabían dos traseros.—Regina—dijo mi nombre con alegría fingida, lo podía notar en su gesto.—Dime—y le sonreí a medias, di un sorbo a mi copa y la terminé.—Quiero que hagamos las paces. —arr
LiamMiré a mi padre quien estaba en total silencio, en su mano tenía su vaso de cristal, dio un pequeño trago a su bourbon y luego negó lentamente.—No te entiendo, Liam—levantó su mirada hacia a mí.—Ni yo. —me sinceré antes de seguir ahogándome con todo lo que cargaba en mi interior.Dejó su vaso en la mesa, volvió a negar en silencio.—Debiste de hablar conmigo antes de que hicieras todo esto, ya pagué una gran suma por todo, he comprado una casa en New York para ustedes…—mi padre soltó un largo suspiro. —Bueno, el dinero es lo de menos, lo sabes, —me miró—Ya no sé qué decir, más que, haz lo correcto y…—fuimos interrumpidos por la presencia de mi madre y de Rachel, ambas reían divertidas, algo extraño de
Regina¿Cuántas veces se puede uno derretir con este tipo de palabras? El escuchar esas palabras de Liam, me hizo erizar la piel, una parte de mí quiso simplemente dejar bajar mis muros y romper toda regla auto impuesto, pero no, Liam estaba a punto de casarse y sería padre, no podría hacer algo así. Me solté lentamente de su agarre de mi codo, pero no retrocedí.Nos miramos por unos segundos que parecieron eternos, puse la palma de mi mano contra su pecho del lado del corazón, sentí como esos latidos, latían frenéticamente.—Solo diré esto una última vez, —mi mirada se quedó prendada de la de él. —Nuestros caminos hace diez años, se separaron, nuestros destinos, son con otras personas—cuando dije esas palabras, su mano cubrió la mía.—No puedo soportar verte con a
LiamAlgo en mi interior había emergido al verla alejarse de mí, había visto en su mirada el brillo que solía representar a una Regina con sentimientos hacia a mí, no entendí como es que una sola decisión, había cambiado mi mundo, un mundo dónde parecía que ella no podría tener un lugar.Su pecho subió y bajó, con aquellos ojos verdosos bien abiertos. ¿Estaba cometiendo algún error? ¿Estaba rompiendo las reglas del corazón?—No sé qué es lo que tienes que decir aparte de darle replica a lo que he dicho. —dijo ella intentando no verse débil.—Yo…—las palabras se habían atorado en medio de mi garganta, mi celular sonó interrumpiendo el momento, tenía la mano aun en la puerta del elevador, ella se recargó en la pared fría, la
ReginaComenzaron a felicitar a los novios, no podía dejar de sentir el gran nudo que tenía en medio de mi garganta, el segundo nudo, pero este demasiado grande en el centro de mi estómago. Adolfo me alcanzó, atrapó mi muñeca con delicadeza y me volvió hacia a él.—Respira. —intenté controlar mi respiración, daba la espalda a toda la gente y él veía todo detrás de mí. —Tranquila. Respira…—Lo intento. —me llevé una mano a mi estómago.—Sonríe—puse una sonrisa, Adolfo de un movimiento me volvió hacia la gente, mis padres venían hacia a nosotros.—Hola, hija—saludé a mis padres, Adolfo de igual manera.—Hola—mi madre acarició mi mejilla.—Vete—susurró en señal de a
LiamHoras después…—Tu madre está dormida. —dijo mi padre cuando se sentó a mi lado. —tuvieron que ponerle un sedante. —el tono que empleó mi padre estaba cargado de dolor. —Es la primera vez que la veo así…—sentí su mano en mi brazo. — ¿Cómo está Rachel? —miré detenidamente mis pies, había llorado en privado la pérdida de mi hija.—Mal. Destrozada. Inestable. —mi voz se quebró. —Ella, ella no cree superarlo.—Lo lamentó tanto…—susurró mi padre a mi lado.—No entiendo cómo es que…—detuve mis palabras al sentir el gran nudo en mi garganta.—Yo lo sé…—giré mi rostro hacia a él en mi misma posición, arrugué mi ce&ntil
Regina Cerré la puerta de mi departamento de golpe, lancé las llaves en el cuento de cerámica de figuras extrañas, me dejé caer en el sillón en forma de “L” de la sala. Mis manos seguían temblando de la ira que tenía en mi interior, me creían la culpable, sea las veces que dijera que soy inocente y dijera lo que pasó una y otra vez lo que pasó, ellos ya me habían puesto el cartel en mi frente: “Culpable”. Dejé caer mi cabeza en el cojín del sillón a mi espalda, miré el techo e intenté no romperme, mantuve las lágrimas de impotencia a raya. Repasé una y otra vez la escena en el baño, es ilógico que la fuerza que usé para soltarme de su agarre la haya tirado.—Niña Regina—escuché a Elena llamarme.—Dime&mdas
LiamLunes por la noche y arrastraba la última maleta a la entrada de la suite. Había hecho las maletas con la ayuda de Rachel, quien parecía tener mejor humor desde ayer domingo, hoy, era otra.— ¿Tienes los documentos para abordar? —dijo a mi espalda, ya había podido levantarse, pero caminaba despacio, me volví hacia a ella.—Sí, están en tu bolso, tienes que ir a descansar, recuéstate—Rachel sonrió, caminó hacia a mí, llegó y me rodeó por la cintura.—Ya quiero irme de esta ciudad—Arrugué mi ceño.—Ya somos dos—ella mostró extrañez.— ¿Por algo en especial? —sabía que se refería a Regina.—No. Nada en especial, simplemente que quiero retomar la empresa de la fam