Regina
Estuve a punto de reír en su cara, ¿Cómo se atreve a pedirme algo así? ¡A mí! Por Dios, está loca la tipa. No sabía por dónde comenzar, solté un suspiro dramático para que entendiera sutilmente que es una estupidez lo que me estaba pidiendo, claramente ella sabía mi pasado con Liam, ¿Y aun así me pide que sea su dama de honor? pareciera que estuviese en la dimensión desconocida.
—No. —dije sin más, ella arqueó una ceja. —Y vuelvo a decir no, gracias. No necesariamente tienes que tener damas de honor…
Ella no mostró ningún gesto.
— ¿Y si te lo pide Liam? — ¿En serio?
—Doble NO. —ella se levantó de la silla y levantó su barbilla.
—Bien. —esquivó la silla y caminó a la salida decidida en mostrar su enojo, vaya, que confianza de la mujer, salió de la oficina, sin decir nada más. Mi corazón dejó de latir apresuradamente, me había molestado su pedido, molestado demasiado. Decidí marcharme al departamento, me levanté para ir sobre mi bolso, escuché cuando tocaron la puerta, me imaginé que sería de nuevo la prometida de Liam, pero para mi sorpresa es Adolfo Villanueva.
—Adolfo, ¿Qué haces aquí tan tarde? —él sonrió.
—Quería verte, me encontré a tu padre al salir y me dijo que estabas aquí, pero vi que una mujer entró antes y esperé en la sala—miró hacia la sala de espera, luego regresó su mirada hacia a mí—…y acabo de ver a la mujer salir… ¿Está todo bien? Iba maldiciendo algo entre dientes.
—Sí todo bien, es solo algo tonto…—Adolfo me miró detenidamente.
—Puedes contarme si quieres—dijo curioso, ¿Pero para qué contarle? —No te debatas. —me pilló pensando, Adolfo estaba de pie bajo el marco de la puerta de la entrada de mi oficina, alcancé mi bolso y caminé hacia a él.
—No es nada. Por cierto, ¿A qué se debe tu visita? —pregunté intrigada, nos miramos en silencio por un momento.
—Quería invitarte a cenar, ¿Qué dices?
—Estoy cansada y quisiera ir a descansar, pero, ¿Por qué no cenamos mañana? Podré terminar antes mis pendientes, alcanzaría a cambiarme por algo menos de ropa ejecutiva y…
—Te ves hermosa así. —sonreí.
—Gracias, pero debes de saber de ya que no me gusta que me alaben ni me estén diciendo cosas cursis solo para impresionar.
Adolfo comenzó a reír, me di cuenta que era una risa sincera, sonreí por un breve momento.
—Bien vayamos a cenar ahorita. —él sonrió.
—Bien, me he salido con la mía, de haber sabido que mi risa sería la respuesta positiva a mi invitación…
Negué.
—Anda, cenemos.
Comida italiana.
Pasta.
Vino.
Pan de ajo.
Una plática no de trabajo.
Compañía masculina muy agradable.
—Quién iba a imaginar que tendríamos tanto en común. —Dije sincera, Adolfo Villanueva, nuestra competencia, parecía que era un buen hombre, pero negué, quería dejar de pensar que podría haber alguien más para mí, quizás y realmente seamos el destino de alguien más.
—Siempre lo supe, pero Liam…—detuvo sus palabras al ver que mi sonrisa se desvaneció. —Lo siento, no era mi intención nombrarlo.
—Está bien. —dije, luego di un largo sorbo a mi copa de vino.
— ¿Entonces? ¿Quieres ir al partido el viernes? —solté un suspiro.
—No soy de deportes…—él sonrió.
—Puedo enseñarte, si quieres, claro. Sería una experiencia nueva, saldrías de tu rutina diaria…
Arrugué mi ceño. No sé por qué me alertó algo en mi interior. ¿Cómo sabía que tenía una rutina? Como diría mi madre, “Regina, piensa mal y acertarás” aclaré mi garganta y lo miré entrecerrando mis ojos.
— ¿Rutina diaria? No tengo una rutina…
—Todas la tenemos, Regina. —arrugué mi ceño.
—Yo no. —mentí, pero en su rostro miré algo que no me gustó, es como si me dijera “Mentirosa”.
—Bien, no la tienes. —sonó sarcástico.
—Buenas noches—escuchamos a nuestro lado, alzamos nuestras miradas y nos encontramos con Liam y su prometida.
“¿Qué de tantos restaurantes en la ciudad no podían haber ido a otro?” me pregunté en silencio.
—Buenas noches—dijimos Rodolfo y yo al mismo tiempo.
— ¿Es tu novio? —preguntó Rachel, miré detrás de ella a Liam, pareció molesto, tenía del codo a su prometida, como que cortando la visita a nuestra mesa.
—No. Solo somos dos amigos—le dije a Rachel intentando no mostrarme irritada.
—Rachel, demos privacidad—dijo Liam.
—Lo sé, espera, —Rachel miró a Adolfo. —Deberías de convencer a Regina de que sea mi dama de honor…—se sonrieron.
—Rachel—advirtió Liam al verme molesta.
—Oh, lo siento, nos vamos. Provecho—Rachel agitó su mano en mi dirección, no me tragaba a esa mujer, se sentaron a dos mesas de nosotros.
Adolfo me miró y sonrió.
—Es visible que no es de tu agrado la prometida de Liam.
—No lo es. —dije sin filtro.
—Es la mujer que vi salir de tu oficina hace rato.
—Sí. ¿Podemos irnos?
—Claro, pediré la cuenta.
Después de pagar la cuenta, nos vamos caminando hacia el estacionamiento, el nudo en el centro de mi estómago me molesta. Busco las llaves de mi auto, lo bueno que cada quien vino en su transporte. Adolfo me acompañó hasta la puerta. Iba a abrir cuando él me detuvo.
—Regina, —lo miré. —No me gusta andarme con rodeos.
Levanté una ceja con sorpresa.
— ¿Qué? —él sonrió.
—Me gustas y mucho.
No supe que decir por unos momentos.
—Adolfo…—no me dejó seguir hablando.
—Lo sé, sé qué no te gusto, pero podrías darme la oportunidad de cortejarte.
Solté un suspiro.
—Sinceramente ahora con el nuevo cargo de presidenta de la textilería, no tendré tiempo para algo más que no sea mi trabajo.
Adolfo sonrió.
—Me podré adaptar. Solo dame la oportunidad de demostrarte que soy un buen hombre. Sé qué valgo la pena…
Me quedé callada por un momento.
— ¿Puedo pensarlo? —Adolfo sonrió más aún.
—Claro, —su mano la levantó para acariciar mi mejilla, intenté no mostrar mi tensión. —Eres tan hermosa…—susurró.
—Gracias…—aclaré mi garganta. —Tengo que irme, estoy demasiado cansada…
Adolfo asintió, se inclinó para darme un beso en la mejilla, pero no, lo dejó cerca de mi comisura, me separé para abrir la puerta de mi auto, me despedí agitando mi mano, mi corazón latió a toda prisa. Mientras iba en el tráfico de la noche, pensé detenidamente lo que acaba de pasar.
Lo que menos quería en estos momentos a poco de mi nombramiento, era distraerme, ya tenía bastante con la presencia de Liam y su prometida, la boda del fin de semana y ahora Adolfo Villanueva, mi competencia, intentando cortejarme.
Llegué a mi departamento, mientras subía en el elevador, mi celular sonó, lo busqué en mi bolso, al ver la pantalla, arrugué mi ceño, era mi madrina, contesté extrañada de su llamada.
—Hola madrina—dije al contestar.
—Hija mía, ¿Cómo estás? —las puertas del elevador se abrieron ante mí.
—Bien, ¿Y ustedes? —pregunté mientras caminaba por el pasillo directamente a la puerta de mi departamento.
—Bien, bien. —se escuchó murmullo del otro lado de la línea.
— ¿Todo bien? —pregunté metiendo la llave a la cerradura para entrar.
—Sí, claro, todo bien, bueno, no tan bien, hija.
— ¿Qué pasa? —detuve mi camino.
—La boda de Liam es este fin de semana, de último momento, Rachel no tiene a nadie y…
Sabía a dónde iba.
—Le dije que no, madrina.
—Oh, ¿Lo de ser la dama de honor? —torcí mis labios, lancé molesta mi bolsa de mano y negué más molesta, ¿Fue a llorarle a mi madrina?
—Sí, ese tema. Le dije que no puedo.
— ¿Y si te lo pido yo? —me tensé.
—No lo hagas, por favor.
—Sé qué no tienes un viaje a Brasil. —torcí de nuevo mis labios.
—Mi padre. —confirmé entre dientes.
—Hija, sé qué podría ser doloroso para ti…
— ¿Por qué debería de serlo? —pregunté irritada.
—Sé qué tú y Liam…
—Es cosa del pasado. —zanjé el tema.
—Bueno, si lo es, ¿Por qué no quieres ser la dama de honor?
—Madrina—pero ella me interrumpió.
—Por favor, ella no tiene a nadie más, no tiene amigos, ni familiares en México. Solo será un par de horas, prometo compensarlo.
Solté un largo suspiro, sabía que, si me lo pedía ella, evitaría negarme.
—Bien. —la escuché emocionada.
— ¡Gracias, hija! Prometo que será la primera y última vez que te ponga en este dilema.
—Bien, bien. —entre otras cosas más, nos despedimos, lancé el celular sobre la cama, molesta. —Mala decisión, Regina.
ReginaAl día siguiente, llegué a la empresa, mis tacones golpearon con fuerza el mármol, no había dormido lo suficiente, pensaba una y otra vez lo que mi madrina me había pedido, y qué, por primera vez quería con todas mis fuerzas negarme, pero sería escuchar a mis padres, se haría un complot en mi contra… ¿Qué es lo que haría? ¿Solo acompañar a la prometida? Llegué a mi oficina, colgué mi bolso y me acerqué a mi escritorio, la puerta se abrió y me encuentro con un Liam… ¿Irritado?—Toca la puerta antes de
Liam Las puertas del elevador se cerraron frente a mí, presioné el botón del estacionamiento del subterráneo. Mi corazón apenas empezó a tranquilizarse, había dicho lo que había callado tantos años, a pesar de la distancia y el tiempo, nunca pude arrancarme de la piel a Regina. Mi celular vibró, al buscarlo en el interior de mi americana, veo la pantalla, es mi madre, deslicé el botón para tomar su llamada, estaba a unos cuantos pisos más para llegar a mi auto.—Dime madre.—Uy, ¿Qué es esa contestación, Liam? —hice una mueca.—Lo siento, —presioné el puente de mi nariz—, buenos días, madre. ¿Siguen en el hotel? —escuché ruido del otro lado de la línea.—Sí aun, acaba de llegar Rachel, vamos a retoma
ReginaCerré los ojos por un breve momento, presioné con fuerza la orilla de la hoja que estaba revisando, gráficas, reportes de venta y entre otras cosas más, mi mañana estaba totalmente cargada de trabajo, mi puesto iba a cederse a un nuevo ejecutivo que viene trabajando en el mismo ramo, recomendación de mi padrino y de mi padre, yo asumiría mi puesto de presidencia finalmente.— ¿Interrumpo tu siesta de la tarde? —abrí mis ojos y lentamente levanté la mirada, era mi madre, sonreía y le regresé el mismo gesto.—No, no, pasa madre, no escuché la puerta —ella elegantemente se acercó, me levanté para saludarle, le invité a que se sentara en la pequeña sala que estaba dentro de mi oficina, se sentó, caminé hasta el frigobar en forma de librero y tomé dos botellas de agua,
ReginaLlegué a la oficina por la mañana, llevé en mi mano mi café bien cargado para empezar mi día en la empresa, mi asistente se acercó a mí y me entregó un sobre manila.— ¿Qué es? —Micaela movió sus hombros en señal de que no tenía idea.—El mensajero solo lo trajo, tiene su nombre. —miré de nuevo.—Gracias—empujé la puerta para entrar y el olor a rosas inundó el lugar. Una sonrisa escapó de mis labios, me acerqué al escritorio a dejar el sobre manila, dejé mi café para colgar mi bolso y abrigo, me ajusté las mangas de mi blusa, acomodé mi cinturón grueso que adornaba mi falda. Encendí mi computadora y me senté, di un sorbo a mi café, cerré los ojos y lo disfruté, había dormido finalmen
ReginaSentada en un sillón de terciopelo negro, con una copa de champagne en mi mano y viendo las modelos en traje de novia, me tenía repitiéndome a mí misma que dejara de pensar en querer levantarme y dejarlas a las dos ahí, intenté no pensar en cosas que, a estas alturas, no debería estar pensando. Miro a las modelos con cuerpos perfectos modelando los vestidos de novia, y lo último que me faltaba.Noté cuando Rachel se levantó, con una sonrisa se acercó a mí se sentó del otro lado que tenía libre, mi madrina estaba en el otro sillón de terciopelo, solo cabían dos traseros.—Regina—dijo mi nombre con alegría fingida, lo podía notar en su gesto.—Dime—y le sonreí a medias, di un sorbo a mi copa y la terminé.—Quiero que hagamos las paces. —arr
LiamMiré a mi padre quien estaba en total silencio, en su mano tenía su vaso de cristal, dio un pequeño trago a su bourbon y luego negó lentamente.—No te entiendo, Liam—levantó su mirada hacia a mí.—Ni yo. —me sinceré antes de seguir ahogándome con todo lo que cargaba en mi interior.Dejó su vaso en la mesa, volvió a negar en silencio.—Debiste de hablar conmigo antes de que hicieras todo esto, ya pagué una gran suma por todo, he comprado una casa en New York para ustedes…—mi padre soltó un largo suspiro. —Bueno, el dinero es lo de menos, lo sabes, —me miró—Ya no sé qué decir, más que, haz lo correcto y…—fuimos interrumpidos por la presencia de mi madre y de Rachel, ambas reían divertidas, algo extraño de
Regina¿Cuántas veces se puede uno derretir con este tipo de palabras? El escuchar esas palabras de Liam, me hizo erizar la piel, una parte de mí quiso simplemente dejar bajar mis muros y romper toda regla auto impuesto, pero no, Liam estaba a punto de casarse y sería padre, no podría hacer algo así. Me solté lentamente de su agarre de mi codo, pero no retrocedí.Nos miramos por unos segundos que parecieron eternos, puse la palma de mi mano contra su pecho del lado del corazón, sentí como esos latidos, latían frenéticamente.—Solo diré esto una última vez, —mi mirada se quedó prendada de la de él. —Nuestros caminos hace diez años, se separaron, nuestros destinos, son con otras personas—cuando dije esas palabras, su mano cubrió la mía.—No puedo soportar verte con a
LiamAlgo en mi interior había emergido al verla alejarse de mí, había visto en su mirada el brillo que solía representar a una Regina con sentimientos hacia a mí, no entendí como es que una sola decisión, había cambiado mi mundo, un mundo dónde parecía que ella no podría tener un lugar.Su pecho subió y bajó, con aquellos ojos verdosos bien abiertos. ¿Estaba cometiendo algún error? ¿Estaba rompiendo las reglas del corazón?—No sé qué es lo que tienes que decir aparte de darle replica a lo que he dicho. —dijo ella intentando no verse débil.—Yo…—las palabras se habían atorado en medio de mi garganta, mi celular sonó interrumpiendo el momento, tenía la mano aun en la puerta del elevador, ella se recargó en la pared fría, la