El miércoles amanece con un sol brillante y el ambiente más caluroso de lo usual para ser primavera, pero Sophie no se queja en ningún momento. El clima en Saint-Étienne tiene vida propia, pero ciertamente es mucho mejor que en la ciudad. En Saint-Étienne el sol es un regalo para las cosechas y, al estar rodeados de naturaleza, la brisa siempre está ahí para refrescar.
Sophie se levanta con un cosquilleo en la nuca, una corazonada de aquellas a las que había aprendido hacer caso en los cursos de cocina. Por lo general, significaba que algo estaba a punto de quemarse en su cocina o que su flan no estaba lo suficientemente inflado todavía, así que rápidamente se dio cuenta de que podía confiar en esas pequeñas punzadas. Sin embargo, esto es diferente.
En su cocina no hay nada, su pequeña casa está tranquila y sola, como siempre. Lo atribuye a ese sentimiento de abandono interior que persiste en molestarla a diario. Así que sigue su rutina mañanera sin esperar nada nuevo.
Como siempre, camina hacia su local con el sol saliendo a su espalda. Abre su restaurante y junto a Marie y Camille inicia el día.
Por la mañana, Tyler, el repartidor de la zona, se presenta en la puerta trasera del restaurante, en el callejo en el que los negocios reciben los pedidos y sacan la basura.
—Bonjour, Sophie —dice Tyler quitándose la gorra en modo de saludo—. ¿Qué tal la estrella?
El nombre del restaurante de Sophie parece encantar a todos los lugareños y ella se complace de los juegos de palabras que se les ocurren.
—Brillando como siempre, Tyler.
—Me alegro— hay sinceridad en su voz, Sophie se sente querida en el pueblo—. Bueno, te conseguí esa soda que me decías la otra vez y el cargamento de vino tinto está listo. ¡Oh! Y el pollo que ordenaste la semana pasada llegó hoy, pero los arándanos tendrán que esperar otros dos días.
Tyler, como parte de la compañía de entrega de Saint-Étienne, es quien recibe todo de las grandes ciudades y lo reparte en el pueblo. El lleva desde las carnes hasta las telas importadas. Sophie suele hacer lo posible por conseguir los productos locales, pero para su sus “recetas secretas” muchas veces necesita cosas de fuera. Tyler rara vez le falla cuando Sophie pide algo. Es un muchacho agradable y se le había insinuado a Sophie un par de veces, pero ella lo detuvo en el primer intento. Fue cuando ella acababa de llegar al pueblo y estaba comenzando su restaurante, no sabe lo que haría si el vuelve a intentarlo.
Su charla con Tyler dura poco y pronto está en la cocina, lista para iniciar el día.
Aprovecha el yogur griego que ha recibo y lo mezcla con granola y fresas para el desayuno, aunque la gente local parece estar de humor para comer afuera, porque los pedidos de Croissant con mantequilla y mermelada no dejan de llegar hasta que las tres bandejas que ha hecho se acaban. En el almuerzo, los lugareños también hacen tiempo y Sophie sale a saludar a sus comensales y ofrecerles quiche lorraine casero con una ensalada mixta que los hace sonreír a todos.
Justo después de eso, está preparando los Profiteroles que le ha prometido a Marie la noche pasada cuando escucha un estruendo en la parte delantera. Sophie deja los pastelitos de choux de lado y manga pastelera queda olvidada cuando se precipita fuera de la cocina.
En su puerta, está Matteo, el cartero del pueblo. Parece que se ha tropezado entrando al restaurante. El lugar sigue lleno de lugareños y varios se levantan para ayudarlo. Marie tiene una bandeja en la mano y Camille está con Sophie en el mostrador.
—¿Qué ha pasado?
—Ha sido la emoción, me he caído con la grada— dice Matteo, parece agitado y Sophie vuelve brevemente a la cocina por una botella de agua y se acerca para entregársela.
Todo el mundo se cierne sobre el cartero y él parece ansioso mientras bebe el agua de manera apresurada.
—¿Qué tanta prisa, Matteo?
—Llegué al pueblo de al lado por las cartas, ya sabes, como siempre. Pero, Leonidas, mi compañero, me ha advertido que la central había mandado una carta con urgencia y he pedaleado todo lo rápido que he podido —explica, tratando de recuperar el aliento. Camille le tiende una toalla y él se limpia el sudor, ha llamado la atención de todo el restaurante y todos lo escuchan atentamente, no es común que algo inesperado pase en un pueblo tan pequeño y tranquilo —. Mi bicicleta se quedó atascada a mitad de camino y corrí el resto.
—Pero, ¿qué es? —pregunta alguien.
—No lo sé, solo dijeron que era de suma importancia. Tenía que llegar hoy temprano, pero se ha atrasado y la agencia central se ha vuelto loca— se voltea a buscar en su Tote Bag, registra un poco y luego saca un sobre—. No tiene remitente o nada escrito por fuera, solo nos han dicho el nombre de la persona.
—¿Quién es? —Marie vibra junto a Sophie, emocionada por los acontecimientos fuera de lo normal.
—Sophie Rousseau.
Frente a él, Sophie frunce el ceño. No tiene más familiares vivos y no es alguien que recibe correo personal, solo está suscrita a algunos periódicos y revistas, pero todos son locales, nada de fuera. Sin embargo, toma el sobre cuando Matteo se levanta y lo extiende hacia ella.
Es de un blanco perla y, como dijo el cartero, no hay nada por fuera, ni siquiera estampas. No sabe cómo lograron colarla en el correo, pero la curiosidad puede con ella. Rompe el sello y escucha como todos contiene la respiración. Dentro, hay una carta del mismo color que el sobre doblada en dos. Cuando la abre, Sophie descubre una letra pulcra y elegante, pero es el contenido lo que hace que el tiempo se detenga a su alrededor.
Señorita Sophie Rousseau:
Es mi deber informarle que ha sido elegida como una de mis selecciones para el concurso televisivo “Chefs : rivaux en cuisine”, cuya grabación dará inicio la próxima sema en París, Francia. El premio del primer lugar serán cien mil euros en efectivo.
La línea de chefs franceses “Fourchette et couteau” sería honrada con su presencia en el programa. Se espera que la residencia sea de aproximadamente quince días, por favor, empacar lo suficiente para el tiempo requerido.
Para recibir instrucciones más específicas y revisar el contrato de participación, por favor escriba al correo adjunto.
Me complacería que aceptara, pero si no cree estar a la altura de la situación, por favor, hacerlo saber cuanto antes. Hay muchos deseando la oportunidad que se le ofrece, señorita Rousseau.
Atentamente, Julien Marchand.
En la carta, hay una tarjeta de presentación prensada, con el logo de “Fourchette et couteau” en el que viene una dirección de correo y una dirección.
Sophie se queda pasmada en cuanto termina de leer todo por tercera vez.
Antes de que pueda hacer algo, Marie se la arranca de las manos y comienza a leerla en voz alta, con una voz aguda y casi gritando.
Sophie se deja caer en la silla más cercana, con el corazón acelerado.
Por su cabeza, pasan tantos pensamientos y a tal velocidad, que le es imposible sacar algo coherente. Apenas es consciente de los estallidos de felicidad hacia ella.
Cuando Camille aparece en su visión, su vista vuelve a enfocarse lentamente.
—¿Estas bien?
—No sé, no creí…
—¡Sí! —el grito de Marie hice que Sophie levante la cabeza de golpe—. ¡Esto es algo tan inesperado, pero perfecto! ¡Es perfecto! ¡Sophie! —es su única advertencia antes de se tire a abrazarla.
Sophie se queda de piedra, pero Marie no parece notarlo.
—Estoy TAN feliz por ti.
—Tal vez hay que darle su espacio —sugiere Camille —. Por favor, todos, dejémosla respirar un poco.
La gente alrededor de Sophie le sonríe y le da palmadas en la espalda mientras ella se dirige a la cocina en busca de refugio.
Siente su respiración acelerada y de repente parece que todo es más pequeño. Abre la puerta trasera y toma una gran bocanada de aire. Su estómago se revuelve.
…ha sido elegida como una de mis selecciones…
Vuelve una y otra vez a esa frase. Ella, entre todos los chefs del país.
Una sonrisa crece en su cara, pero luego le llega otro detalle a la mente:
El programa contará con 12 episodios transmitidos en vivo por la televisión nacional y las redes sociales del show.
Su ánimo decae drásticamente y de repente tiene miedo.
Esa noche, Camille y Marie no aceptan una negativa y siguen a Sophie todo su camino a casa.Mientras atraviesan el pequeño pueblo, Sophie recibe felicitaciones a diestra y siniestra. No le sorprende realmente la rapidez con la que las noticias han volado. Es un lugar pequeño y muy pocas cosas pueden permanecer en secreto por un par de horas, como máximo.Sophie no sabe los nombres de todos, pero las caras sí son conocidas y se asegura de agradecer el apoyo con una sonrisa sincera. Sabe que a la gente le gusta su comida porque es buena en ello y se esfuerza mucho más que cualquier otro chef en el lugar. Sin embargo, no puede evitar sentir un grato agradecimiento por las palabras de ánimo y la emoción general que todos tienen hacia ella. Lleva relativamente poco tiempo en el pueblo, pero todos la han acogido como si fuera una más.—¡Juilen Marchand! —Marie no deja de exclamar el nombre y saltar de forma repentina, provocando que la mochila que lleva en su espalda se eleve con ella —¡Jul
Sophie piensa que lo más sensato es revisar las reglas primero y abre el primer archivo. —Cumplimiento de horarios: Los participantes deben cumplir con los horarios establecidos para las pruebas culinarias, las evaluaciones y las grabaciones. La puntualidad es clave para el buen desarrollo del programa. —Respeto y compañerismo: Se espera que los participantes se traten entre sí con respeto y compañerismo en todo momento, tanto dentro como fuera de las pruebas culinarias. NO se tolerarán comportamientos agresivos o despectivos hacia los demás concursantes dentro de la casa de chefs. —Uso de ingredientes y equipos: Los participantes deberán utilizar SOLO los ingredientes proporcionados por la producción y los equipos de cocina disponibles en el set. No se permite el uso de ingredientes o equipos no autorizados. Sophie hace una mueca ante la regla de ingredientes. Para un chef, los ingredientes y el equipo son como los pinceles y la pintura de un pintor. Cada chef tiene especial det
Sophie siente como la emoción y los nervios la embargan mientras observa la manera en la que los paisajes familiares de su ciudad se desvanecen por la ventanilla del vehículo. El conductor, un hombre amable y sonriente, la saluda cordialmente antes de emprender el camino hacia su destino. Sophie no lo conoce, es del otro pueblo y solo sabe que él y otro señor son los conductores destinados para los turistas, haciendo una pequeña fortuna. El carro (Sophie no puede llamarlo taxi) se desliza por fuera del pueblo y pronto Sophie distingue su casa y la de sus vecinos, solo por un breve momento, mientras el auto sigue en movimiento. El sol de la mañana baña todo el paisaje en una luz suave y cálida, creando un ambiente al que Sophie realmente ha llegado a acostumbrarse y sabe que, por más que este en una ciudad grande, no va a poder evitar extrañarlo. El conductor, tal vez percibiendo la ansiedad de Sophie, inicia una conversación amigable para calmarla. Le pregunta sobre su día y Sophie
Sophie no piensa mucho en ello cuando una limosina negra se estaciona justo frente a ella, está en París y ella sabe perfectamente que es una ciudad lujosa, con gente poderosa. Por lo que se sorprende mucho cuando la ventana se baja y una mujer rubia asoma la cabeza gritando su nombre.—¡Sophie Rousseau!—Pardon, ¿la conozco? —pregunta Sophie con duda, volteando a los lados por si, de casualidad, hay alguna chica que pueda parecerse a ella y con quien la estén confundiendo.Sin embargo, la mujer se ríe suavemente y sale de la limosina, caminando en su dirección sin vacilar. Es un poco más baja que ella, tal vez de la altura de Marie, y tiene una complexión muy delgada. No es mayor, de hecho, parece más joven que la propia Sophie. Su cabello rubio está arreglado a la perfección en una coleta alta, viste un traje negro de falda y chaleco. Sus tacones, del mismo color que su ropa, hacen un ruido persistente en la acera y tiene un portapapeles en la mano al que se aferra con fuerza. A Sop
La alarma sobresalta a Sophie y la despierta bruscamente de su sueño.Parpadea desconcertada y luego dirige su mirada al techo. La luz, que solo la noche anterior había sido blanca, se encuentra rotando en rojo, como si fuera la sirena de una ambulancia. Por sobre la almohada de Sophie, en la cabecera de la cama, una pequeña bocina, que ella ni siquiera había notado la noche anterior, emite una voz de chica, alta y clara, cuando la alarma pasa a segundo plano.—¡Buenos días concursantes del ala blanca! — la energía de su voz irrita un poco a Sophie, que se estira sobre sí misma para ver la hora, son las cinco de la mañana—. ¡Es momento de levantarse! Tiene sesenta minutos para alistarse. Al finalizar, por favor presentarse en la cocina del equipo blanco para las presentaciones y la asignación de responsabilidades. ¡Gracias!La alarma suena cinco segundos más antes de apagarse definitivamente y ser sustituida por un ruido bajo y susurrante que relaja la tensión de Sophie en seguida.—¿
Lo primero que Fantôme les pide es que elijan a una líder para el grupo y Sophie no se sorprende cuando, luego de una pequeña pero enérgica postulación por parte de Margaux, Éloïse Martin terminan convirtiéndose en la representante oficial del equipo blanco. Isabelle Dubois y Amélie Girard parecen tan poco entusiasmadas como Sophie por discutir el veredicto final. Lo cierto es que Éloïse Martin parece ser el tipo de líder que su equipo necesita, se le nota la competitividad en los ojos y Fantôme aprueba la noción.La mujer en las bocinas también hace un recordatorio de las reglas de casa y asigna un horario para trabajar tanto en la limpieza como en la cocina. Al parecer, no puede entrar personal de fuera para evitar las filtraciones de la localidad y por la propia privacidad de los chefs, por lo que cada equipo se encargará de su ala: limpieza de pisos, de habitaciones y de baños. Los horarios son algo más formal, pero comenzaran hasta el día siguiente y Fantôme se encarga de recorda
Las cinco mujeres chefs se quedan en silencio sin saber que decir.El aura de Julien es agradable, no es nada como los chefs a los que Sophie se acostumbró a tratar en la universidad o en sus cursos extras de cocina. Tiene el acento algo exagerado, como si volviera a hablar francés después de mucho tiempo, aunque es muy diferente al rudo fonema de Isabelle, el de Julien es más suave. Sophie recuerda que se supone que se fue a vivir a América todo este tiempo y se imagina que le debió afectar. Lleva puesto un traje formal azul marino con una corbata negra y espera pacientemente a que alguna de ellas diga algo. A su lado Babett parece ligeramente divertida ante la reacción de ellas.—¿No se supone que usted es juez? —Isabelle pregunta al final.—Efectivamente, los soy —Julien se acomoda las mangas y Sophie puede apreciar las líneas de sus tatuajes en la parte exterior del brazo&
Al final, resulta que sí se tienen que preocupar por la parte comercial del show. Babett baja por un momento, dejando a las cinco chefs en un silencio incómodo con Julien Marchand, que no parece preocuparse por las miradas indiscretas de las mujeres, y regresa con un equipo de trabajo que hace que la sala, de repente, se sienta muy pequeña. Son casi diez personas, vestidos todos con atuendos formales, que arremeten en el lugar. Algunos llevan audífonos grandes por donde ocasionalmente gritan y otros cargan con bolsas de las que sacan equipos de iluminación. Tres de ellos se dirigen a las cámaras del lugar y, con ayuda de una escalera, parecen iniciar a configurarlas. La joven asistenta presenta a todo el mundo, pero Sophie no es capaz de recordar los nombres de ninguno y pronto las chefs se ven atrapadas en un remolino de actividad. Primero, un hombre que parece ser el encargado de vestuario les pide a las mujeres que se cambien con los recién dados uniformes. Sophie y las demás se