Capítulo 4: Indecisión

Esa noche, Camille y Marie no aceptan una negativa y siguen a Sophie todo su camino a casa.

Mientras atraviesan el pequeño pueblo, Sophie recibe felicitaciones a diestra y siniestra. No le sorprende realmente la rapidez con la que las noticias han volado. Es un lugar pequeño y muy pocas cosas pueden permanecer en secreto por un par de horas, como máximo.

Sophie no sabe los nombres de todos, pero las caras sí son conocidas y se asegura de agradecer el apoyo con una sonrisa sincera. Sabe que a la gente le gusta su comida porque es buena en ello y se esfuerza mucho más que cualquier otro chef en el lugar. Sin embargo, no puede evitar sentir un grato agradecimiento por las palabras de ánimo y la emoción general que todos tienen hacia ella. Lleva relativamente poco tiempo en el pueblo, pero todos la han acogido como si fuera una más.

—¡Juilen Marchand! —Marie no deja de exclamar el nombre y saltar de forma repentina, provocando que la mochila que lleva en su espalda se eleve con ella —¡Julien Marchand!

—Creo que ya me he aprendido el nombre —comenta Camille, ocultando su pequeña sonrisa. Avanza con un paso más lento y Sophie se resiste a ofrecerle su brazo, porque sabe que la mujer mayor se sentiría ofendida —. Un joven encantador si todos los halagos que dices son ciertos.

—¡Es un hombre encantador, sensible y experto en su arte!

Camille y Sophie intercambian una mirada y se ríen disimuladamente, esperando esconder su diversión de Marie. Para ella, el chef es lo que para muchas otras es un cantante o actor famoso.

Por supuesto, Julien Marchand es un chef reconocido a nivel internacional de gran calibre. Fue un talento joven, tuvo su propio restaurante con apenas veinte años y lo hizo escalar hasta convertirlo en una cadena de comida extendida por toda Francia, con algunas sucursales en distintas partes de Europa y América. También fue galardonado con el prestigioso premio "Mejor Chef Joven de Francia" cuando apenas tenía veinticinco, lo cual, sinceramente, es la menor de sus sorpresas. Sin embargo, despareció del ojo público cuando estaba en la cima y su carrera como profesional se vio truncada por eso mismo.

—¡Recibió Una Estrella Michelin con veintiocho años! —Marie es la encargada de recitar los logros, como si quisiera que todo el pueblo, incluso los turistas, la escuchase—. ¿Sabes qué significa eso? ¡Que es el más joven en lograrlo! ¿Y sabes cuando recibió Tres Estrellas Michelin?

—¿Cuándo, jolie fille?

—¡Cuando tenía solo treinta años, Sophie! —grita Marie alzando los brazos al cielo, como si tratara de abarcar la inmensidad de los logros con el tamaño de su gesto—. ¿Sabes…?

—Sí, lo sé, Marie —Sophie la interrumpe, cuando todos voltean a verlas. Parece haber más actividad nocturna que de costumbre o solo es Sophie nerviosa, pero siente una extraña presión en su pecho—. El más joven y bla, bla, bla.

—¡Sophie! ¡No puede hablar enserio!

—Deja de gritar, Marie.

—Ups —se encoje de hombros, como si realmente no se hubiera dado cuenta y luego baja la voz—. Me emocioné, lo siento.

—Nos dimos cuenta —dice Camille cuando llegan al borde del pueblo, ahí donde comienza el camino de tierra y las cabañas alejadas del pueblo—. ¿Y qué le pasó a él después?

—Uno de sus restaurantes se quemó y luego ya no hizo nada más —relata Marie—. Se supone que dejó toda su empresa gastronómica a su hermano mayor y se retiró a algún lugar de América. Fueron diez años desaparecido y ahora ha vuelto, creo que tiene como cuarenta años o algo así. Es como ver al hijo pródigo volver a casa.

—¿El chef de chefs? —sugiere Camille.

—¡Exacto!

—No es necesario que me acompañen más— Sophie las interrumpe—. No quiero retrasarlas.

—Queríamos hacerte compañía, Sophie.

—Gracias, Camille, pero estoy bien.

—¡Ah! Estoy tan eufórica por ti, Sophie —Marie le hecha los brazos a los hombros y atrae a Sophie a un abrazo.

Marie le llega a los hombros a Sophie y parece que está abrazando a una niña cuando Marie se tiene que poner de puntillas, pero Sophie se deja hacer con un suspiro. A su lado, Camille suelta una risa baja y Sophie le rueda los ojos. Con todo su corazón, quiere muchísimo a estas amigas que lleva conociendo desde que llegó a Saint-Étienne.

—Bueno, me voy antes de que mamá se preocupe demasiado —dice Marie, soltando a Sophie—. ¿Te veré mañana?

—Por supuesto, petite.

Camille y Sophie la ven alejarse por un callejón iluminado, mientras da saltitos de felicidad como si no fuera una joven de veinte años. Hay un eco de música, tal vez un auto, que abarca el silencio por un momento y Camille espera a que desaparezca antes de enfrentar a Sophie y hablar.

—Bueno, ¿qué es lo que pasa?

Sophie suspira.

—No quería arruinarle la fantasía a Marie…

—¿Pero?

—Pero no estoy segura de lo del concurso.

 Sophie espera una reprimenda en el peor de los casos y una cara de incredulidad en el mejor, pero no debe sorprenderse de que Camille, la más grande de ellas tres y con más práctica en la vida, solo asiente y se lleva la mano a la barbilla, como pensando en las palabras de Sophie.

—Tienes miedo —comprende al final.

—Sí —confiesa Sophie.

—¿De tu talento? —eso parece perturbar a Camille y Sophie siente un arrebato de cariño hacia ella.

—Sé que soy buena. A todos aquí les gusta lo que hago, especialmente los postres. He trabajado duro y creo que mi reconocimiento es algo que merezco. Pero, aun así… ¡Es Julien Marchand! —cuando la frase sale, ambas se echan a reír.

—Así que es eso, ¿eh? —Camille sigue cuando ambas controlan su risa —. Crees que no estás listas para tanto.

—Soy buena, lo sé, ¿pero tan buena? Siento que me falta mucha preparación, algunos cursos más. Camille, no quiero hacer el ridículo a nivel nacional.

Camille se acerca a Sophie y toma sus manos entre las suyas. Sophie contrasta su piel: la de su amiga está arrugada por el paso de los años y la suya está lisa, algo callosa por marcas de cortes y quemaduras, pero aún joven. Su mayor sueño es ser una chef reconocida a nivel internacional, pero sabe, en el fondo, que no le molestaría poder terminar como Camille, viviendo tranquila en un pequeño pueblo donde tiene al amor de su vida y esa es toda la felicidad que necesita.

—Eres perfectamente de ir a este concurso y ganar, Sophie.

—Habrá muchos chefs ahí, más experimentados y más famosos que yo.

—¿Y qué? ¿Crees que la fama lo es todo? Hay gente que puede tener muchos números en esas redes sociales de ahora, ¿pero qué te hace pensar que eso viene con talento? Mira todo lo que has logrado, querida. ¿No es eso talento? No conozco a nadie aquí que no hable de tu comida desde que llegaste y los turistas no se van si no han comido en tu restaurante.

—¿Y la experiencia?

—¡Bah! ¿Cómo quieres ganar experiencia si no lo intentas? Además, ¿no has dicho siempre qué harías lo que fueras por cumplir tu sueño?

Sophie siente una emoción en su cuerpo, la presión en su pecho aumentando. Es miedo o el nerviosismo por el futuro, pero Sophie hace lo posible por expulsarlo hacia abajo. Sabe que Camille tiene razón y se debe así misma el siquiera intentarlo. Puede que la saquen al primer intento, que no llegue más allá de la segunda ronda, pero incluso eso es mejor que nada. Sophie está lista para ello, incluso si todavía no lo sabe con certeza.

Desde la muerte de sus padres, Sophie se ha asilado un poco del mundo en general, huyendo a la campiña francesa y concentrándose en su sueño, dejando de lado su vida personal y el amor tan maternal de Camille le hace recordar que, por más disciplina que pruebe llevar en su vida, sigue siendo humana. Y está en su naturaleza intentar.

—Tienes razón  —dice, aunque no está segura si lo dice solo para evitar seguir hablando del tema. Quiere sentir valentía, pero nunca ha sido de esas, así que en lugar de eso cubre el miedo con emoción.

Très bien. Ahora, ve a tu casa, prepara un poco de chocolate caliente, envía un correo a la dirección que te dieron, lee el contrato y luego fírmalo. ¿Entendido?

—Entendido, jefa.

Camille le da unas palmaditas en la mejilla con simpatía y luego se aleja entre las calles del pueblo con su paso lento, la bolsa de mano colgando de su codo y el ruido sordo de sus pequeños tacones de señora. Sophie la contempla hasta que se pierde entre las demás personas y luego se da la vuelta en dirección a su casa. Palpa su bolsillo y ahí, perfectamente doblada, tal como la recibió, siente la carta que ha cambiado su vida.

No aminora el paso e incluso siente la necesidad de avanzar un poco más rápido mientras se dirige a su casa. El brote de adrenalina la motiva. Pasa por su jardín delantero sin darle un segundo vistazo y pronto se encuentra haciendo justo lo que Camille le ha dicho.

El olor de chocolate caliente se expande por la pequeña cocina. Y se sirve una taza generosa, sin demasiada ganas de una comida decente y se acomoda en la isla con su computadora abierta, extendiendo la carta, con lo demás que venía dentro del sobre, al lado suyo.

Abre su correo y le da un trago al chocolate antes de comenzar a escribir.

Bonne nuit.

Soy Sophie Rousseau. El día de hoy me llegó una carta del chef Julien Marcahand al pueblo de Saint-Étienne, a mi restaurante “Le Belle Étoile”. Esta dirección venía adjunta. Quisiera saber los términos del show para poder participar.

Manda el correo antes de poder arrepentirse y la respuesta llega cuando se está sirviendo una segunda taza de chocolate caliente.

¡Bonne nuit, Sophie!

Me llamo, Babette. Soy parte de la productora del show y seré tu asistente personal durante todo tu tiempo de participación. Es un gusto recibir una respuesta tuya, ¡eres la última en contestar!

El chef Marcahand estará encantado de saber que participarás, no le ha ido bien con sus otros invitados.

Sin embargo, la línea de chef francés “Fourchette et couteau” está complacida de que formes parte de “Chefs: rivaux en cuisine”.

En la parte de abajo encontrarás las reglas generales y el contrato de vinculación más el contrato de privacidad. Si realmente quieres participar, necesitamos tu firma para mañana al medio día, debido a que el anuncio general se hará en la noche. Posteriormente, te enviaré el resto de la información por este medio. Por favor, lee las cláusulas de manera detenida y, si tienes alguna pregunta, no dudes en escribirme.

Atentamente, Babette Goshlaig.

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