Sophie siente como la emoción y los nervios la embargan mientras observa la manera en la que los paisajes familiares de su ciudad se desvanecen por la ventanilla del vehículo. El conductor, un hombre amable y sonriente, la saluda cordialmente antes de emprender el camino hacia su destino. Sophie no lo conoce, es del otro pueblo y solo sabe que él y otro señor son los conductores destinados para los turistas, haciendo una pequeña fortuna.
El carro (Sophie no puede llamarlo taxi) se desliza por fuera del pueblo y pronto Sophie distingue su casa y la de sus vecinos, solo por un breve momento, mientras el auto sigue en movimiento. El sol de la mañana baña todo el paisaje en una luz suave y cálida, creando un ambiente al que Sophie realmente ha llegado a acostumbrarse y sabe que, por más que este en una ciudad grande, no va a poder evitar extrañarlo.
El conductor, tal vez percibiendo la ansiedad de Sophie, inicia una conversación amigable para calmarla. Le pregunta sobre su día y Sophie responde con una sonrisa forzada, tratando de controlar sus emociones.
—¿A dónde vamos?
—Estación Saint-Étienne, s'il vous plait.
—¿Viaje emocionante?
—Espero que lo sea.
—¿Eres la chef del pueblo?
—Oui, tengo un pequeño negocio.
—Oh —el hombre se ríe—. ¿Es “La Belle Étoile”?
—Oui —Sophie puede oír el orgullo colándose en su afirmación y no tiene razón para evitarlo.
—¡Ah! Entonces no es un negocio pequeño, es una estrella en ascenso.
Ese pequeño impulso borra definitivamente los nervios del sistema de Sophie.
Pasan por largas extensiones de viñedos y otras frutas dulces durante gran parte de la mañana. Atraviesan los tres condados que separan Saint-Étienne con un ritmo lento, sin preocuparse mucho por el tiempo. El viaje a París no es tan largo.
Finalmente, el carro llega a la estación de tren de Saint-Étienne. El edificio, con su arquitectura clásica y elegante, se yergue majestuosamente frente a ella. En realidad, no es la “Estación de Saint-Étienne” como tal, porque Saint-Étienne está muy lejos de ella, pero las otras aglomeraciones de casas que lo rodean apenas tiene nombre entre los pueblerinos y hace mucho tiempo se decidió que Saint-Étienne, por ser el lugar más grande, tendría el privilegio de nombrar la estación.
Sophie paga al conductor y agradece su amabilidad antes de salir del vehículo con su maleta que, aunque pequeña, pesa un poco más de lo que debería.
Al entrar en la estación, Sophie se siente abrumada por la cantidad de personas que se apresuran a tomar sus trenes. Se desconcierta del montón de gente esperando en el andén hasta que se da cuenta que la mayoría de ellos son turistas que, posiblemente, están ansiosos por seguir su viaje a lo largo de Francia luego de haberse perdido por algún tiempo en un pueblo mágico como el de Sophie.
El ruido del bullicio y el traqueteo de las maletas llenan el aire, pero ella se mantiene apartada mientras se dirige a la ventanilla de compra.
—¡Bonjour! Creo que hay un boleto apartado para mí— le dice al muchacho al otro lado del vidrio.
El chico frunce el ceño y se pone a teclear en su computadora.
—¿Podría darme su nombre?
—Sophie Rousseau.
Hay una pausa y luego el muchacho hace un gesto afirmativo con la cabeza hacia algo en la pantalla.
—Aquí esta— se inclina a rebuscar en un cajón y luego le entrega un pedazo de papel alargado a Sophie—. Este es su boleto, todo pagado en un compartimiento privado.
—Merci.
No le sorprende la rapidez con la que la productora se ha movido para ella y simplemente acepta lo que el chico le tiende.
Sophie busca en el panel de salidas el horario de su tren hacia París. Con alivio, nota que aún tiene tiempo antes de su partida. Se toma unos minutos para respirar profundamente y concentrarse en dejar atrás la ansiedad. Antes de dirigirse a la plataforma correspondiente, compra un Crêpe Parisienne dulce para soportar el camino, porque no ha desayunado nada.
Una vez en el andén, Sophie observa el tren que la llevará a la ciudad para cumplir sus sueños. El imponente tren de alta velocidad espera pacientemente, como un gigante de acero listo para partir. Se siente maravillada por la idea de todo lo que le espera en su lugar de destino y cuando el silbato suena, Sophie sube en busca de su asiento, acomodando su maleta en el compartimento superior con ayuda de un ayudante.
A medida que el tren se pone en movimiento, Sophie se acomoda en su asiento y se deja llevar por el suave balanceo. A través de la ventana, los paisajes cambian rápidamente mientras el tren atraviesa campos verdes, ríos serenos y pequeños lugares pintorescos. El tiempo pasa volando mientras Sophie disfruta del viaje y se prepara mentalmente para lo que le espera en París. Su mente se llena de recuerdos y sueños, mientras imagina cómo será la competencia y las emocionantes oportunidades que le esperan en la ciudad de la gastronomía.
Cae dormida repasando un recetario formal que le puede servir en caso de un reto inesperado y, cuando el tren llega a la estación principal de París, el movimiento dentro de los compartimentos a su alrededor la levanta suavemente.
Sophie baja del tren con emoción contenida. La estación es un remanso de actividad, con grupos de personas que van y vienen en todas las direcciones. Grandes carteles indican las diversas salidas y destinos. Sophie sigue las señales hacia la salida y se adentra en el corazón de la estación. La majestuosa arquitectura del lugar, con sus altos techos abovedados y exquisitos detalles, la deja sin aliento. La estación es un crisol de culturas y lenguas, y Sophie se siente abrumada pero a la vez emocionada por la diversidad que la rodea.
En medio de la multitud, Sophie busca la salida hacia el exterior. El ruido de las voces, el eco de los anuncios por los altavoces y el olor a café y croissants se mezclan en el aire, creando una atmósfera vibrante y cosmopolita a la que Sophie alguna vez había estado acostumbrada pero que ahora la marea.
Por fin, Sophie logra salir a la luz del día y es la Torre Eiffel a lo lejos lo primero que ve, como una bienvenida majestuosa a la Ciudad de la Luz. La emoción en su pecho crece aún más. Ella ha vivido en París, pero luego de tanto tiempo en su pequeño pueblo, la emoción la embarga como una oleada de excitación.
Ya está ahí, ahora solo tiene que escalar hasta la cima.
Sophie no piensa mucho en ello cuando una limosina negra se estaciona justo frente a ella, está en París y ella sabe perfectamente que es una ciudad lujosa, con gente poderosa. Por lo que se sorprende mucho cuando la ventana se baja y una mujer rubia asoma la cabeza gritando su nombre.—¡Sophie Rousseau!—Pardon, ¿la conozco? —pregunta Sophie con duda, volteando a los lados por si, de casualidad, hay alguna chica que pueda parecerse a ella y con quien la estén confundiendo.Sin embargo, la mujer se ríe suavemente y sale de la limosina, caminando en su dirección sin vacilar. Es un poco más baja que ella, tal vez de la altura de Marie, y tiene una complexión muy delgada. No es mayor, de hecho, parece más joven que la propia Sophie. Su cabello rubio está arreglado a la perfección en una coleta alta, viste un traje negro de falda y chaleco. Sus tacones, del mismo color que su ropa, hacen un ruido persistente en la acera y tiene un portapapeles en la mano al que se aferra con fuerza. A Sop
La alarma sobresalta a Sophie y la despierta bruscamente de su sueño.Parpadea desconcertada y luego dirige su mirada al techo. La luz, que solo la noche anterior había sido blanca, se encuentra rotando en rojo, como si fuera la sirena de una ambulancia. Por sobre la almohada de Sophie, en la cabecera de la cama, una pequeña bocina, que ella ni siquiera había notado la noche anterior, emite una voz de chica, alta y clara, cuando la alarma pasa a segundo plano.—¡Buenos días concursantes del ala blanca! — la energía de su voz irrita un poco a Sophie, que se estira sobre sí misma para ver la hora, son las cinco de la mañana—. ¡Es momento de levantarse! Tiene sesenta minutos para alistarse. Al finalizar, por favor presentarse en la cocina del equipo blanco para las presentaciones y la asignación de responsabilidades. ¡Gracias!La alarma suena cinco segundos más antes de apagarse definitivamente y ser sustituida por un ruido bajo y susurrante que relaja la tensión de Sophie en seguida.—¿
Lo primero que Fantôme les pide es que elijan a una líder para el grupo y Sophie no se sorprende cuando, luego de una pequeña pero enérgica postulación por parte de Margaux, Éloïse Martin terminan convirtiéndose en la representante oficial del equipo blanco. Isabelle Dubois y Amélie Girard parecen tan poco entusiasmadas como Sophie por discutir el veredicto final. Lo cierto es que Éloïse Martin parece ser el tipo de líder que su equipo necesita, se le nota la competitividad en los ojos y Fantôme aprueba la noción.La mujer en las bocinas también hace un recordatorio de las reglas de casa y asigna un horario para trabajar tanto en la limpieza como en la cocina. Al parecer, no puede entrar personal de fuera para evitar las filtraciones de la localidad y por la propia privacidad de los chefs, por lo que cada equipo se encargará de su ala: limpieza de pisos, de habitaciones y de baños. Los horarios son algo más formal, pero comenzaran hasta el día siguiente y Fantôme se encarga de recorda
Las cinco mujeres chefs se quedan en silencio sin saber que decir.El aura de Julien es agradable, no es nada como los chefs a los que Sophie se acostumbró a tratar en la universidad o en sus cursos extras de cocina. Tiene el acento algo exagerado, como si volviera a hablar francés después de mucho tiempo, aunque es muy diferente al rudo fonema de Isabelle, el de Julien es más suave. Sophie recuerda que se supone que se fue a vivir a América todo este tiempo y se imagina que le debió afectar. Lleva puesto un traje formal azul marino con una corbata negra y espera pacientemente a que alguna de ellas diga algo. A su lado Babett parece ligeramente divertida ante la reacción de ellas.—¿No se supone que usted es juez? —Isabelle pregunta al final.—Efectivamente, los soy —Julien se acomoda las mangas y Sophie puede apreciar las líneas de sus tatuajes en la parte exterior del brazo&
Al final, resulta que sí se tienen que preocupar por la parte comercial del show. Babett baja por un momento, dejando a las cinco chefs en un silencio incómodo con Julien Marchand, que no parece preocuparse por las miradas indiscretas de las mujeres, y regresa con un equipo de trabajo que hace que la sala, de repente, se sienta muy pequeña. Son casi diez personas, vestidos todos con atuendos formales, que arremeten en el lugar. Algunos llevan audífonos grandes por donde ocasionalmente gritan y otros cargan con bolsas de las que sacan equipos de iluminación. Tres de ellos se dirigen a las cámaras del lugar y, con ayuda de una escalera, parecen iniciar a configurarlas. La joven asistenta presenta a todo el mundo, pero Sophie no es capaz de recordar los nombres de ninguno y pronto las chefs se ven atrapadas en un remolino de actividad. Primero, un hombre que parece ser el encargado de vestuario les pide a las mujeres que se cambien con los recién dados uniformes. Sophie y las demás se
En la parte de abajo, en la sala principal por la que Sophie entró la noche anterior, los tres equipos se encuentran finalmente. El lugar es mucho más grande de lo que Sophie se lo pudo figurar con una sola mirada, pues realmente parece el vestíbulo de una mansión acoplado para formar una sala y en la que los tres equipos puedan desarrollarse sin el mayor inconveniente.Sophie observa con curiosidad a todos. No hay rastro del grupo de personas que estuvo a cargo de su preparación hace unos minutos, tampoco están los que de seguro ayudaron a los otros equipos. Sin embargo, sí hay un pequeño montón de personas detrás de grandes cámaras, lámparas y micrófonos. Sophie distingue a Dominique Simon y Sylvie Duran a lo lejos, las dos son reconocidas presentadoras del canal nacional y seguro serán las encargadas de dirigir el show para los televidentes. También hay un hombre
Cuando Sophie se despierta, lo primero que ve es el parpadear rojo de la cámara en la pared frente a ella. Incómoda por su estado vulnerable de recién levantada, se dirige al baño a toda prisa. La alarma de Fantôme se apaga en cuanto ella cierra la puerta y agradece en silencio la falta de ruido.Por un momento, Sophie siente la tentación de tomar su celular para marcarle a Marie y Camille, pero pronto recuerda que dentro de la casa no tiene realmente un medio de comunicación como tal, lo único a lo que tiene acceso son a revistas gastronómicas y periódicos diarios. Suspirando, se dedica a llevar su rutina mañanera.Se supone que aquí es el verdadero comienzo. Sí, la inauguración del día anterior estuvo bien, algunas cosas innecesarias para los chefs, pero era más la parte del reality que del concurso de comida. Algunos chefs famosos, como los del equ
Las chefs se cambian en silencio. Sophie se pregunta si deberían de crear contenido de algún tipo para su audiencia, si verlas estar tan calladas y nerviosas servirá de algo para hacerlas favoritas, pero las palabras de Julien la hacen negar con la cabeza para sí misma. No necesitan ganarse al público más de lo necesario y realmente no es momento para ponerse a fingir seguridad. Babett no dice nada tampoco, se limita a pasar sus papeles y comprobar su celular hasta que alguien toca la puerta del camerino.Todo el equipo blanco se sobresalta de inmediato.—¡Es momento de salir, equipo blanco!El muchacho que espera fuera no estaba en el grupo que las adentró a las instalaciones. Es bajo, con el cabello castaño y una barba incipiente. Les dedica una sonrisa, pero comienza a caminar antes de que puedan decir algo más. Babett lo sigue con sus tacones haciendo eco por el pasillo y Margaux se p