Capítulo 5 —Lo dijo en voz alta
Narrador:
La finca de los Mireles se extendía majestuosamente ante la llegada de Janina y sus padres. La atmósfera, sin embargo, estaba cargada de tensión palpable, ya que Janina y Sebastián se encontraban en el mismo espacio, pero en lados opuestos de un abismo emocional.
—Vamos a disfrutar este fin de semana en familia, Sebastián, ¿por qué no le das un recorrido por la finca a Janina? — dijo el padre de Sebastián, intentando aliviar la incomodidad
—Por supuesto padre, para mi será un placer llevar a la señorita Sandoval en un recorrido por la propiedad —respondió el joven con un gesto forzado de cortesía
A medida que exploraban los rincones de la finca, el silencio se imponía entre ellos dos. Sin embargo, en un momento, Janina no pudo contener su disgusto por más tiempo
—¡Vaya, que lugar encantador tienes aquí Sebastián! —dijo con sarcasmo —no puedo evitar preguntarme cuántas mujeres han pasado por estas habitaciones
—No sé a qué te refieres, Janina —respondió el joven con una sonrisa por demás cínica —quizás deberías preocuparte más por ajustarte a ésta nueva vida
La respuesta agresiva de Sebastián provocó una mirada de desdén por parte de Janina. A medida que la tarde avanzaba, los intentos de los padres de suavizar la tensión resultaban infructuosos. En la cena, las palabras no se cruzaban entre Janina y Sebastián. Las miradas de desprecio se volvían intercambios silenciosos que hablan más que cualquier diálogo. La finca, en lugar de ser un escenario para la reconciliación, se convertía en el telón de fondo de un enfrentamiento silencioso entre dos almas que se resistían a ceder ante el destino impuesto por una realidad inaceptable. La cena en lo de los Mireles llegó a su punto culminante cuando el padre de Sebastián, con una copa de vino en la mano, se puso de pie para brindar. Todos los ojos se dirigieron hacia él, expectantes, mientras una sonrisa jugueteaba en los labios de Sebastián, quien era consciente de la noticia que estaba a punto de ser anunciada.
—Brindo por la reunión de estas dos distinguidas familias. Es un placer para la familia Mireles tenerlos aquí, en nuestro hogar. La unión de nuestros lazos será un vínculo aún más fuerte —hizo una breve pausa, y alzó la copa para continuar —¡Salud!
Aplausos y risas se mezclaron en la sala, pero Janina, ajena aún al destino que se estaba forjando, observaba todo con inquietud. Pero al final de la cena, la tensión en el aire se volvió palpable cuando el padre de Janina, la llamó para hablar a solas con ella
—Janina, necesito hablar contigo, hija
—¿Qué sucede papá? — preguntó casi con temor, pues ella había escuchado la conversación en el despacho y sabía de qué se trataba ese viaje a la finca de los Mireles, solo que hasta ese mismo instante, deseaba que fuera mentira
—Sebastián y tú se casarán —le soltó sin preámbulo alguno —es lo mejor para ambas familias y para el futuro de nuestras empresas
—Papá… — murmuró, ahora su padre lo había dicho en voz alta, su temor se hacía realidad
—Debes aceptarlo, Sebastián es un buen hombre, estarás bien con él
—Sebastián no es un buen hombre, es un cretino con una billetera abultada —comenzó a llorar —no puedo creer que me estés vendiendo como si fuera una fruta en un mercado
—Ahora no lo entiendes, pero es lo mejor para ti, con el correr de los días verás que tengo razón
La noticia cayó como un pesado velo sobre Janina, quien se había negado a aceptar lo que había escuchado hasta que su padre no se lo dijera en persona y allí estaba, de pie frente a él, recibiendo la noticia tan temida, sumiendo a la joven en la realidad de un matrimonio forzado que ni siquiera sus protestas podrían evitar. Janina, con el corazón roto por la noticia que acababa de recibir, salió corriendo sin rumbo, sus lágrimas desdibujaban el paisaje de la finca. Corrió y corrió, la desesperación guiando sus pasos hasta que finalmente, exhausta, se detuvo junto al tranquilo lago. El silencio del lugar se vio interrumpido por el eco de sus sollozos mientras ella, sintiéndose atrapada en un presente nefasto y un futuro aterrador, dejaba que las emociones fluyeran. Pasado unos momentos percibió pasos detrás de ella. Sebastián, respetando su espacio, se sentó en silencio a su lado. Sus miradas se cruzaron, y en ese intercambio, se comunicaron más de lo que las palabras podrían expresar. Hasta que Janina rompió el silencio
—¿Me estabas siguiendo? —preguntó de manera inquisidora
—Sí, vi que saliste, y no podía ignorar el hecho de que estabas mal —respondió con una espontánea sinceridad —Pero también te di tu espacio
—¿Acaso no entiendes que esto es un absurdo? ¿Un matrimonio arreglado en pleno siglo XXI?, ¿solo a mi me parece ridículo?
—Sé que esto es difícil de aceptar, te lo dice alguien que ama su libertad y la carencia de ataduras. No te estoy pidiendo que lo hagas ahora. Solo quiero que sepas que una vez se lleve a cabo la ceremonia, tú y yo nos sentaremos a hablar para plantar las pautas de un arreglo propio. Solo nosotros, sin ellos interviniendo, de esa forma tal vez, y solo tal vez, logremos sobrellevar lo que nos aguarda. Pero quiero que sepas que estoy aquí aunque sea en silencio, que me pasa lo mismo que a ti, así que te entiendo a la perfección
—¿Me estás pidiendo que acepte de buena gana toda esta mier*da? —Lo miró, ya no con angustia sino con ira —¿eso es lo que me estás pidiendo?
—Mira, no pretendo que te haga feliz la idea de casarte conmigo —se puso de pie —te aseguro que a mi tampoco me resulta agradable. Es una situación incómoda para los dos, lo único que te digo es que trates de no empeorarla
—¿Qué puede ser peor que tener que verte todos los días?
—Eso se arregla muy fácil
—¿Ah sí? —se puso ella también de pie —dime como
—Ve y dile a tu padre que no te casarás conmigo, que prefieres verles comer de la basu*ra a atarte a un ser tan despreciable como Sebastián Mireles
—¡Mira tú por donde!, que al final no va a ser tan mala idea —y como corriendo llegó, corriendo se fue, dejando a Sebastián parado a la orilla del lago con una mezcla de desconcierto e ira.
Capítulo 6 — Guerra y no pazJanina:El día de mi boda, me vestí con un vestido blanco que, a pesar de hacerme ver como una princesa de cuentos de hadas, parecía más un uniforme de sacrificio que un atuendo nupcial. Cada capa de encaje y cada perla se sentían como cadenas que apretaban mi libertad. La mirada en el espejo reflejaba una mezcla de resignación y desdén. Cuando estuve al fin lista, cubrí mi rostro con un velo, al encargarlo, solicité que fuera el más grueso posible, para así poder cubrir mi rostro y esconder la mueca de dolor que seguramente reflejara ese día. Al abrirse las enormes puertas de la iglesia, mi corazón pareció detenerse y mis pies se negaban a obedecerme.—Vamos Janina, sabes que esto es necesario, no lo alargues más —me dijo mi padre tomándome del brazo, demostrando una total falta de empatía hacia el sacrificio que estaba a punto de hacer, todo por el bien de la familia.Caminar hacia el altar era como adentrarse en un túnel oscuro sin salida. Cada paso res
Capítulo 7 — El alcohol, mal concejeroNarrador:—Puede que no tenga opción en este matrimonio, pero si tengo el control de mi espacio. Así que buenas noches, Sebastián. Cada uno a su lado de esta farsa —y se soltó del agarre de su esposoCon esas palabras, Janina dejó a Sebastián parado en medio de la sala, enfrentando la realidad de una unión que ninguno deseaba. La noche de bodas se convirtió en un reflejo sombrío de las complicaciones que los rodeaban, mientras el eco de sus palabras resonaba en la oscuridad, marcando el inicio de un matrimonio forzado lleno de desafíos y desencuentros.Después de que Janina abandonó la sala, un desconcierto se apoderó de Sebastián. Se movió con torpeza hacia la pequeña barra, sus manos temblaban mientras alcanzaba la botella de whisky. El sonido del líquido dorado llenó la habitación cuando se sirvió un vaso, observando la cascada color ámbar, con una mezcla de amargura e ira. Se dejó caer en el sofá, en una mano sostenía el vaso recién servido y
Capítulo 7 — El alcohol, mal concejeroNarrador:—Puede que no tenga opción en este matrimonio, pero si tengo el control de mi espacio. Así que buenas noches, Sebastián. Cada uno a su lado de esta farsa —y se soltó del agarre de su esposoCon esas palabras, Janina dejó a Sebastián parado en medio de la sala, enfrentando la realidad de una unión que ninguno deseaba. La noche de bodas se convirtió en un reflejo sombrío de las complicaciones que los rodeaban, mientras el eco de sus palabras resonaba en la oscuridad, marcando el inicio de un matrimonio forzado lleno de desafíos y desencuentros.Después de que Janina abandonó la sala, un desconcierto se apoderó de Sebastián. Se movió con torpeza hacia la pequeña barra, sus manos temblaban mientras alcanzaba la botella de whisky. El sonido del líquido dorado llenó la habitación cuando se sirvió un vaso, observando la cascada color ámbar, con una mezcla de amargura e ira. Se dejó caer en el sofá, en una mano sostenía el vaso recién servido y
Capítulo 8 — Un caballeroSebastián:La situación estaba desbordándome, quería salir corriendo, pero el deber me lo impedía, bueno en realidad no quería quedarme sin mis privilegios, porque si bien mi familia no era la que estaba a punto de caer en banca rota, mis padres me habían dejado muy en claro que si no hacía esto, yo personalmente caería en ella también. Mis días de play*boy despreocupado habían terminado, ahora tocaba volverme un hombre responsable y asumir mi rol en las empresas como el futuro CEO y jefe de familia. Odiaba esta prisión, sabía que algún día debía casarme, aunque renegara de eso, pero pensé que al menos podría elegir con quién, pero esto se me había escapado de las manos, en menos de un mes, conozco a la mocosa y me casan con ella. Quería castigarla, hacerla pagar por lo que me estaba sucediendo, pero sabía que ella era también una víctima, y tal vez hasta más inocente que yo. Cuando me dejó parado en medio del salón una ira irracional me invadió el cuerpo, nu
Capítulo 9 — Un matrimonio amorosoNarrador: La habitación parecía envuelta en una penumbra persistente, testigo de la reclusión de Janina en la semana que siguió a la boda. La luz del día apenas alcanzaba a rozar las cortinas cerradas mientras ella yacía tirada en la cama, absorbida por la pantalla de su teléfono móvil. Sebastián, harto de la situación, irrumpió en la habitación sin siquiera golpear y con un gesto decidido, tomó el móvil de las manos de Janina y lo lanzó al otro extremo de la cama, cortando abruptamente su conexión con el mundo digital. Sin esperar alguna reacción por parte de ella, la levantó en brazos y la llevó hasta el sillón de la sala, depositándola con cierta brusquedad. Y tomando asiento a su lado, rompió el silencio tenso que los envolvía, bajo la mirada de sorpresa de Janina—Janina, ya ha pasado una semana desde nuestra boda. Todo el mundo debe estar esperando que hayamos vuelto de nuestra supuesta luna de miel—¿Y qué carajos me importa a mí lo que esper
Capítulo 10 — la primera de muchas batallasNarrador:En el vestíbulo, Sebastián, miraba continuamente su reloj de pulsera pues estaba impaciente esperando que Janina apareciera. Cuando la vio bajar del ascensor con un conjunto deportivo y zapatillas, quedó desconcertado—No te has cambiado aún Janina —dijo algo enfadado —se nos hace tarde—No, que va, llegaremos en hora, ya estoy lista—¿Me quieres decir que ese será tu atuendo? —la miró de arriba abajoJanina, desafiante, asiente sin responder. La expresión de Sebastián se torna severa y, sin mediar más palabra, la toma de un brazo y la conduce bruscamente al ascensor y luego al dormitorio, sin soltarla ni por un segundo. Cuando entran en la habitación con firmeza la arroja en la cama.—Sebastián… —rezonga al rebotar sobre el colchón—¡Sebastián, una mier*da! ¿Acaso crees que voy a dejar que me humilles delante de todos vistiendo de esa forma tan inapropiada para la magnitud del evento?Janina lo mira desafiante y no muestra intencio
Capítulo 11 — La chispa que encendió la mechaNarrador:La multitud y la música vibrante actuaban como cómplices silenciosos, acercándolos lentamente, explorando una conexión que iba más allá de la obligación impuesta. Aunque la farsa del matrimonio entre Janina y Sebastián persistía en la fiesta, sus miradas se volvieron pícaras y sus gestos juguetones comenzaron a revelar una conexión sorpresiva. Entre risas compartidas y roces sutiles, la tensión se disolvía momentáneamente, dejando ver una pequeña grieta en la mentira, que se manifestaba entre gestos y miradas, encendiendo una chispa inesperada para ambos. Se dejaron llevar tanto así, que de repente y sin saber muy bien como había sucedido, se encontraban en medio de la pista bailando bajo la atenta mirada de todos los presentes. Sebastián la abrazó por la cintura y con la otra mano cogió la de Janina, para sumirse en un ritual de cuerpos al son de la música.—Gracias por no dejarme caer antes —dijo ella al fin, levantando la cabe
Capítulo 12 — Algo inesperadoSebastián:Cuando la vi bajar del ascensor metida dentro de un conjunto deportivo, me negué a pensar que me estaba desafiando, realmente quería creer que aún no estaba cambiada, pero cuando me dijo que iría así, la ira tomó control de mi cuerpo y la llevé a rastras a su dormitorio para obligarla a vestirse dignamente. Luchamos uno minutos, reconozco que por un momento fue divertido, ver a su diminuto cuerpo tratando de ganarme en fuerza para doblegarme, pero luego me enojó aún más y, lo reconozco, fui un poco brusco con ella. Luego de un rato, al fin se entregó, me senté en el sillón para vigilar que hiciera lo que había prometido. Cuando la vi desvestirse, mi desprecio por Janina seguía intacto, sin embargo algo había cambiado, algo incómodo y magnético se gestaba entre nosotros. Durante la fiesta, la tensión se fue suavizando, casi parecíamos una pareja normal disfrutando de un banquete con buena música. Nos miramos varias veces, pero nunca de frente,