Maeve—Kane, esto... nosotros... es complicado. Tú eres mi profesor, y hay tantas razones por las que no deberíamos... —intenté explicar, aunque cada palabra era una batalla contra el deseo que su cercanía avivaban.—Lo sé, ángel. Y lo último que quiero es hacerte daño o ponerte en una posición difícil. Si me dices que pare, —dijo cerrando los ojos un segundo antes de volver a abrirlos, como si lo que fuera a decir le doliera, —lo haré. Sin preguntas, sin expectativas.La sinceridad en su voz me conmovió profundamente, y en ese momento, supe que, sin importar lo que decidiera, Kane respetaría mi elección. Eso, más que cualquier promesa de pasión, profundizó mi afecto por él, haciéndome valorar la rareza de lo que estaba surgiendo entre nosotros.Me acerqué a sus labios y lo besé antes de siquiera pensarlo bien.—Sí, lo quiero... pero esto es arriesgado, —dije entre besos mientras él se agachaba para empujar su mano debajo del dobladillo de mi vestido.—Lo sé, —gruñó cuando sus dedos e
Kane¡Por los mil demonios!Esta chica entró en mi vida y se aferró a mi ser como una maldita larva. Y amaba cada segundo de eso. Maeve tenía algo... algo que movió todo mi interior, que había estado dormido por mucho, mucho tiempo. Su presencia era como un incendio que había encendido una chispa en la parte más oscura y olvidada de mi ser, y ahora, consumía todo con una intensidad que no podía ni quería sofocar.Aunque debería darme un poco de crédito, estaba manejando muy bien las situaciones con ella, principalmente las de celos. Ese ex novio suyo, en mi mente ya debería estar bajo tierra. Cada vez que pensaba en él, una ola de ira primaria me recorría, pero al mirar a Maeve, ver ese brillo en sus ojos, me calmaba de formas que nunca había experimentado.Mi pequeña ángel ya estaba dormida entre mis brazos, y maldita sea si no se sentía fabuloso poder tenerla así. Su respiración suave, casi musical, y la sensación de su piel contra la mía me hacían sentir extrañamente completo,
MaeveLa cama se sentía fría esta mañana, las sábanas ahora revueltas y vacías donde una vez Kane había estado. Una sensación de abandono y tristeza me invadió mientras me sentaba en la cama, con la vista todavía nublada por el sueño y la confusión de despertar sola. Suspiré, sintiendo la ausencia de su calor como un vacío en mi interior. Me moví lentamente, dejando que mis pies tocaran el suelo frío.—Buenos días, ángel, —su voz rompió el silencio, cálida y sorprendentemente cerca. Me giré para mirarlo, encontrándome con su presencia reconfortante. Él ya estaba vestido con un traje elegante, listo para comenzar el día que tenía por delante. La visión de él tan formal tan temprano en la mañana me hacía sentir un contraste extraño pero agradable entre su apariencia sofisticada y mi propio desaliño.—Te traje café, —dijo, acercándose a mí con un vaso humeante en su mano. Se inclinó para depositar un suave beso en mis labios, un gesto tan cotidiano como extraordinario que hizo que mi
MaeveSe giró hacia Sophia con una expresión de hielo, y su voz, cuando habló, fue cortante, cada palabra era una cuchillada en el aire cargado del aula.—Señorita No me interesa, es inaceptable esparcir comentarios maliciosos y sexistas sobre sus compañeros —dijo, su tono implacable y su mirada perforando la falsa inocencia de Sophia. —Y si vamos a hablar de conductas cuestionables, quizás deberíamos considerar su propia historia, ¿no es cierto? No es ningún secreto lo que ha hecho, robando el novio de otra compañera. ¿Eso le parece profesional o ético?El silencio que siguió fue absoluto. Todos en el aula contenían el aliento, impactados por la confrontación directa.—Creo que esta clase se beneficiaría de su ausencia hoy, señorita No me interesa —continuó Kane, señalando la puerta con un gesto despectivo. —Salga ahora y no regrese hasta que pueda comportarse como una adulta y no como una chismosa de patio de recreo.Sophia, ahora completamente pálida y con los ojos muy abiertos, re
KaneEstaba intentando tragar el café de sabor asqueroso de la cafetería, sentado solo en una esquina. No tenía mucho ánimo; algo en el ambiente parecía apagado sin Maeve a mi alrededor esta mañana, y eso había sembrado una inquietud que no me dejaba en paz. La profesora de literatura, una mujer a la que normalmente respetaba por su intelecto, había decidido sentarse a mi lado, intentando iniciar una conversación que yo realmente no tenía ganas de sostener. Así que la dejé hablar, ofreciendo solo gruñidos y murmullos como respuestas, mientras mis pensamientos vagaban hacia Maeve.De repente, el sonido de mi teléfono interrumpió el monólogo de la profesora. En la pantalla, el nombre "Ángel" resaltaba contra el fondo oscuro, enviando una oleada de alivio y a la vez de tensión a través de mí. La profesora lanzó una mirada de desagrado hacia el teléfono antes de volver su atención a su propio café, claramente desinteresada.Contesté rápidamente.—Ángel, ¿estás bien? —pregunté, mi voz c
MaeveLa llegada de los policías hizo que la atmósfera ya cargada se volviera más real.Mientras colocaban las cintas amarillas alrededor de la escena del crimen, sentí cómo la realidad de lo ocurrido me golpeaba con fuerza brutal. Nos apartaron a un lado, donde los oficiales comenzaron a interrogarnos uno por uno.Estaba completamente devastada; la sensación de pérdida me envolvía tan fuertemente que mis piernas apenas podían sostenerme. Cada respiración era un esfuerzo, y cada parpadeo me recordaba que Dani ya no estaría con nosotros.Miré a mis amigas, quienes, extrañamente, parecían mucho más calmadas que yo. Sabía que Kane tenía algo que ver con eso. No entendía cómo lo había hecho, pero algo en sus palabras había calado hondo en ellas, modificando su comportamiento de una manera que me resultaba profundamente inquietante.Cuando llegó el momento de hablar sobre la noche anterior, Sarah parecía perdida, sus ojos fijos en el oficial como si luchara por recordar lo que debía decir.
MaeveEl velorio de Dani fue un calvario que ninguna de nosotras estaba preparada para enfrentar.Su madre, consumida por el dolor, se desplomaba sobre el ataúd de su hija menor, sollozando y gritando en un desgarro que resonaba a través de la sala.Dani era la más pequeña de tres hijos, y la tragedia de perderla así había dejado a su madre en un estado de desesperación que ninguno podíamos imaginar.Cuando Clau, Sarah y yo nos acercamos intentando ofrecer consuelo, la reacción fue de furia y dolor.—¡Esto es su culpa! ¡Ustedes niñas malcriadas la sacaban de fiesta en fiesta! —nos gritó, con una ira y tristeza que sólo el amor de una madre puede engendrar.Su hijo mayor, tratando de mantener la compostura, tuvo que sostenerla para evitar que se nos atacara físicamente.Nos retiramos y nos mantuvimos a distancia, permitiéndole vivir su dolor sin que nos viera. Mientras ella continuaba su lamento, el hermano mayor de Dani se acercó a nosotras con una expresión apesadumbrada.—Pido discu
Maeve—Lo más difícil de todo, es saber que no estará aquí el día de la graduación... —se lamentaba Sarah, su voz quebrándose en las últimas palabras.Sus lágrimas caían silenciosamente mientras tomaba un trago de su copa, el licor brillando bajo la luz de la sala como lágrimas doradas.Habíamos decidido despedirnos de Dani de la manera en que a ella le hubiera gustado estar con nosotras: bebiendo y recordando los buenos tiempos.Cada sorbo era un brindis silencioso por su vida, por los momentos que compartimos, por las risas que resonaban en nuestras memorias como ecos de un pasado que ahora nos parecía demasiado lejano.La sala estaba envuelta en una quietud rota sólo por el ocasional sonido de sorbos y sollozos suaves.Clau, normalmente la más fuerte de nosotras, se mantuvo en silencio, su mirada fija en la pequeña foto de Dani que habíamos colocado en el centro de la mesa, rodeada de flores blancas.—Ella habría querido que nos riéramos, que contáramos sus historias con nosotras..