MaeveSe giró hacia Sophia con una expresión de hielo, y su voz, cuando habló, fue cortante, cada palabra era una cuchillada en el aire cargado del aula.—Señorita No me interesa, es inaceptable esparcir comentarios maliciosos y sexistas sobre sus compañeros —dijo, su tono implacable y su mirada perforando la falsa inocencia de Sophia. —Y si vamos a hablar de conductas cuestionables, quizás deberíamos considerar su propia historia, ¿no es cierto? No es ningún secreto lo que ha hecho, robando el novio de otra compañera. ¿Eso le parece profesional o ético?El silencio que siguió fue absoluto. Todos en el aula contenían el aliento, impactados por la confrontación directa.—Creo que esta clase se beneficiaría de su ausencia hoy, señorita No me interesa —continuó Kane, señalando la puerta con un gesto despectivo. —Salga ahora y no regrese hasta que pueda comportarse como una adulta y no como una chismosa de patio de recreo.Sophia, ahora completamente pálida y con los ojos muy abiertos, re
KaneEstaba intentando tragar el café de sabor asqueroso de la cafetería, sentado solo en una esquina. No tenía mucho ánimo; algo en el ambiente parecía apagado sin Maeve a mi alrededor esta mañana, y eso había sembrado una inquietud que no me dejaba en paz. La profesora de literatura, una mujer a la que normalmente respetaba por su intelecto, había decidido sentarse a mi lado, intentando iniciar una conversación que yo realmente no tenía ganas de sostener. Así que la dejé hablar, ofreciendo solo gruñidos y murmullos como respuestas, mientras mis pensamientos vagaban hacia Maeve.De repente, el sonido de mi teléfono interrumpió el monólogo de la profesora. En la pantalla, el nombre "Ángel" resaltaba contra el fondo oscuro, enviando una oleada de alivio y a la vez de tensión a través de mí. La profesora lanzó una mirada de desagrado hacia el teléfono antes de volver su atención a su propio café, claramente desinteresada.Contesté rápidamente.—Ángel, ¿estás bien? —pregunté, mi voz c
MaeveLa llegada de los policías hizo que la atmósfera ya cargada se volviera más real.Mientras colocaban las cintas amarillas alrededor de la escena del crimen, sentí cómo la realidad de lo ocurrido me golpeaba con fuerza brutal. Nos apartaron a un lado, donde los oficiales comenzaron a interrogarnos uno por uno.Estaba completamente devastada; la sensación de pérdida me envolvía tan fuertemente que mis piernas apenas podían sostenerme. Cada respiración era un esfuerzo, y cada parpadeo me recordaba que Dani ya no estaría con nosotros.Miré a mis amigas, quienes, extrañamente, parecían mucho más calmadas que yo. Sabía que Kane tenía algo que ver con eso. No entendía cómo lo había hecho, pero algo en sus palabras había calado hondo en ellas, modificando su comportamiento de una manera que me resultaba profundamente inquietante.Cuando llegó el momento de hablar sobre la noche anterior, Sarah parecía perdida, sus ojos fijos en el oficial como si luchara por recordar lo que debía decir.
MaeveEl velorio de Dani fue un calvario que ninguna de nosotras estaba preparada para enfrentar.Su madre, consumida por el dolor, se desplomaba sobre el ataúd de su hija menor, sollozando y gritando en un desgarro que resonaba a través de la sala.Dani era la más pequeña de tres hijos, y la tragedia de perderla así había dejado a su madre en un estado de desesperación que ninguno podíamos imaginar.Cuando Clau, Sarah y yo nos acercamos intentando ofrecer consuelo, la reacción fue de furia y dolor.—¡Esto es su culpa! ¡Ustedes niñas malcriadas la sacaban de fiesta en fiesta! —nos gritó, con una ira y tristeza que sólo el amor de una madre puede engendrar.Su hijo mayor, tratando de mantener la compostura, tuvo que sostenerla para evitar que se nos atacara físicamente.Nos retiramos y nos mantuvimos a distancia, permitiéndole vivir su dolor sin que nos viera. Mientras ella continuaba su lamento, el hermano mayor de Dani se acercó a nosotras con una expresión apesadumbrada.—Pido discu
Maeve—Lo más difícil de todo, es saber que no estará aquí el día de la graduación... —se lamentaba Sarah, su voz quebrándose en las últimas palabras.Sus lágrimas caían silenciosamente mientras tomaba un trago de su copa, el licor brillando bajo la luz de la sala como lágrimas doradas.Habíamos decidido despedirnos de Dani de la manera en que a ella le hubiera gustado estar con nosotras: bebiendo y recordando los buenos tiempos.Cada sorbo era un brindis silencioso por su vida, por los momentos que compartimos, por las risas que resonaban en nuestras memorias como ecos de un pasado que ahora nos parecía demasiado lejano.La sala estaba envuelta en una quietud rota sólo por el ocasional sonido de sorbos y sollozos suaves.Clau, normalmente la más fuerte de nosotras, se mantuvo en silencio, su mirada fija en la pequeña foto de Dani que habíamos colocado en el centro de la mesa, rodeada de flores blancas.—Ella habría querido que nos riéramos, que contáramos sus historias con nosotras..
MaeveEl chico inclinó su cabeza hacia mí, su nariz rozando la delicada piel de mi cuello. Un escalofrío me recorrió el cuerpo, tanto por el frío del aire nocturno como por el miedo que me envolvía. Su aliento, caliente y pesado, soplaba contra mi piel mientras inhalaba profundamente.—Hueles tan bien, —murmuró con una voz suave y peligrosamente amenazante. —No he podido olvidar tu olor desde la fiesta.Intenté zafarme, pero su agarre solo se apretó con más fuerza, sus dedos presionando hasta el punto de dolor en mi brazo. La proximidad forzada y su control físico eran abrumadores y estaba nauseabunda.—Tuve que contentarme con la otra chica, —continuó, su tono casi melancólico pero con un filo oscuro. —Ella llevaba tu olor... aunque no cumplía con la promesa del sabor que tú prometías.El horror y la repulsión me invadieron mientras las implicaciones de sus palabras se hacían claras.Dani había sido un sustituto, un medio para llegar a mí, y la culpa y la rabia se entrelazaron dentro
KaneLa puerta de mi apartamento se cerró con un clic suave detrás de mí, un sonido que marcó el fin de la noche de una manera mucho menos grata de lo que habría querido.El eco de ese clic resonó en el espacio vacío, mezclándose con el zumbido tenso de mis pensamientos. La imagen de aquel chico, con sus manos y sus labios sobre Maeve, seguía grabada en mi mente, provocando que mi cuerpo aún temblabara con una mezcla de adrenalina y rabia.Sin pensarlo, arranqué la ropa que llevaba puesta, como si con eso pudiera arrancar también los recuerdos de la noche. Todo fue a parar en una bolsa negra, encerrando también mis emociones desbordadas.Con movimientos mecánicos, saqué mi teléfono y marqué el número de Ada. Ella respondió al segundo tono, su voz cargada con un tono juguetón y seductor que en otro momento podría haber tolerado mejor.—Espero que la llamada sea para invitarme a cenar, te he estado trabajando mucho para ti... —sus palabras flotaban en un intento de seducción que encontr
KaneMaeve repitió las reglas del juego con una mezcla de seriedad y un brillo travieso en sus ojos.Mientras se alejaba ligeramente, su peso se apoyó en sus brazos, y luego, con un movimiento sensual y rápido, se incorporó sobre mi regazo, haciéndome consciente de cada punto de contacto entre nuestros cuerpos.—Regla uno, no puedes soltarte, —murmuró, su voz un susurro bajo y seductor. Pero su expresión cambió ligeramente, un pensamiento cruzando su mente. —O sea, si sé que puedes hacerlo, solo te pido que no lo hagas, ¿sí?—Lo prometo, ángel. —Asentí, mi garganta seca, mientras me comprometía a quedarme atado con la precaria corbata.Maeve, al ver mi acuerdo, sonrió satisfecha y se reacomodó sobre mí. Su abrigo aún la cubría, pero la forma en que comenzó a bajar lentamente el cierre, me hacía arrepentirme de la promesa que le había hecho.—Regla dos, —continuó, mientras su mano seguía bajando el cierre, cada movimiento deliberado y tentadoramente lento, —debes responder con total ho