Capítulo 8
Me dirijo hacia la salida mientras Camilo, furioso, se levanta intentando alcanzarme. El dueño del restaurante lo agarra del cuello de la camisa y le pregunta —¿No vas a pagar?

—Que pague mi esposa, yo no tengo dinero —responde señalándome con el rostro enrojecido.

Me doy la vuelta y le respondo —Quien ordena es quien paga, además ya solicité el divorcio, así que no soy tu esposa.

Mientras me dirijo a la calle para tomar un taxi, veo cómo el dueño sigue sujetando firmemente a Camilo. Al llegar a mi edificio, el camión de la mudanza ya se había ido. Todo salió perfecto; al subir a ver el apartamento vacío me invade una sensación de alivio. Antes de irme, de una patada, tiro el bulto de cobijas que tenía en la esquina. Por fin me había quitado un gran peso de encima.

El proceso de divorcio transcurrió sin problemas, con todas las evidencias claramente expuestas. Camilo no pudo defenderse; el día que recibimos los papeles solo me seguía cabizbajo. Cada pocos pasos se detenía, jadeando —Xi
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