Capítulo 7
Sus ojos se iluminaron y me siguió cautelosamente. Lo llevé en coche a un restaurante donde solíamos comer. Tomó el menú con familiaridad y empezó a pedir platos grasientos y salados, mirándome esperanzado.

—No he podido comer ni dormir bien, esposa, no nos divorciemos —me suplicó.

Me reí con ironía, recordando sus ronquidos que retumbaban en el pasillo.

Al ver mi silencio, continuó: —Buscaré trabajo, confía en mí, he cambiado.

Golpeé la mesa suavemente mientras lo observaba sudar. Solo llevaba sentado un momento y ya se abanicaba por el calor.

—¿No te quejabas de que te controlaba demasiado?

Se sorprendió y respondió con voz pesada: —Antes no valoraba lo que tenía, tu control era por mi bien.

Hizo una pausa y mencionó a Paulina con resentimiento: —Esa mujer seguro lo hizo a propósito, sabiendo que en mi familia hay antecedentes de diabetes e hipertensión —se quejó de cómo ella lo dejaba comer sin control ni ejercicio.

Mientras se secaba el sudor, me miró inquisitivamente: —Ella no me
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