62 - Él nos encontró.
Todo el lugar era lleno de lujos; los jardines eran exquisitamente hermoso, mucho más que la antigua mansión. Al parecer, la anterior dueña, era amante de las flores, y quizás yo también lo sería, si no tuviera que trabajar tanto para convertirme en una mujer fuerte e independiente, pese a que mi apellido me respaldaba.

Cuando llegamos a la entrada, un hombre abre la puerta para nosotros.

— Señora Brusquetti, un placer tenerla aquí. La habitación principal ya se encuentra preparado, para su descanso — informa, mientras tiene la cabeza agachada, como si fuera un sumiso a mí merced.

Sé que los hombres de mi padre son así, pero siempre les pedía que no lo hicieran, porque me incomodaba.

— No es necesario la reverencia — susurro.

— Es muestra de respeto, hacia nuestra señora — dice, y mi corazón golpea fuerte. Soy su señora.

— Es mejor que vayamos a descansar, Kerianne, luego hablaremos de esto con el señor Arturo — susurra mi amiga, instándome a ingresar dentro de la casa.

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