68 - Un dolor inigualable.

El grito ahogado de la mujer, llama la atención de todos. Mi hermano, inmediatamente se acerca a ella, y de su cintura, saca una navaja.

— No llores, porque de lo contrario, tendré que escribir mi nombre sobre tu piel, y no será con este hermoso y elegante cuchillo — Los ojos de la castaña, estaban inundados de lágrimas, y se aguantaba las ganas de sollozar, mientras, movía la cabeza de arriba, abajo, aceptando las órdenes —. Ahora ve a cocinar algo. Tengo hambre.

— Me estoy cansando, Armando — manifiesto, una vez que quedamos solos. Me pongo de pie, y camino hacia las escaleras. Pese que estoy esposado, iré a buscar a mí madre. Algo me dice que algo malo ha ocurrido —. La voy a buscar por mi cuenta.

— ¿A dónde vas? Ven aquí, hermanito.

— ¿Qué le has hecho a mí madre? — Vuelvo a preguntar, avanzando hacia arriba. Sus pasos se acercan a mí, y de un tirón, me manda para atrás, haciéndome caer.

Gruño por el golpe, pero creo no haberme roto nada. Sin embargo, no puedo quedarme quieto. Vue
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