KERIANNE BACAB.La noche cayó sobre la mansión, y pronto nos instalamos, al club que se supone, asistirían. Las luces de seguridad iluminaron cada rincón. En las pantallas, observábamos los monitores con atención, esperando el movimiento de los enemigos. Sabíamos que no tardarían en llegar, y cada segundo que transcurría era una pulsación acelerada en el reloj de la confrontación.De repente, una alarma sonó en la sala de reuniones. Las cámaras mostraban a un grupo de individuos aproximándose a la entrada principal. La tensión se apoderó del ambiente mientras los agentes de seguridad se preparaban para enfrentar la amenaza.— Es ahora o nunca —dije, mirando a Arturo.La verdad, me encontraba eufórica, y cierto miedo se instaló en mi pecho, al recordad las cosas horribles que nos hicieron. No podía flaquear ahora.Nos dirigimos hacia la entrada principal, donde la confrontación era inminente. La idea era, que no vieran en ese lugar. Los guardias rodeaban el club, sus posturas firmes y
ARTURO BRUSQUETTI.El sonido del teléfono cortó el silencio de mi oficina. Mientras me preparaba para tomar la llamada, la expectación se apoderó de mí. El nombre de Mauricio brillaba en la pantalla, y mi corazón latía con la esperanza de buenas noticias.— Señor, soy Mauricio. Necesitaba que supieras que he despertado del coma. Estoy bien, aunque todavía estoy asimilando todo.Una oleada de alivio inundó mi ser. Durante semanas, la incertidumbre había nublado mi mente, pero ahora la noticia de que Mauricio había despertado era como un rayo de luz en la oscuridad. Agradecí a quien correspondiera por la buena nueva y le prometí a Mauricio que estaría a su lado tan pronto como pudiera.Al salir, me encontré con la presencia de mi esposa, y una sonrisa radiante.— ¿Te has enterado?— Sí. Iba por ti para ir al hospital — Las lágrimas de felicidad no tardaron en aparecer, y aunque odiaba verla llorar, esta vez hasta yo deseaba hacerlo.— Vámonos.Cuando llegamos al hospital, casi no había
ADELANTO... Los años habían pasado considerablemente para la familia Brusquetti, y ahora, sus dos hijos ya eran adultos. Al menos uno de ellos lo era. Holly Brusquetti, es una estudiante de medicina, que planea realizar su residencia en uno de los mejores hospitales del país. Una chica estudiosa, muy inteligente y ni hablar de la rebeldía que poseía. Amaba a su familia, pero era tan rebelde, que se encontraba en la mira de su padre, molesto porque pese a ser una hija excepcional, no hacía más que dedicarse a ser el orgullo de ellos, a comparación de su hermano, que era lo contrario ella. Los padres de Holly, no sabían de las andanzas en la que se encontraba el hijo menor, pero cuando la hija mayor de los Brusquetti se enteró, de las aberraciones, no dudó en ponerle un escarmiento al jovencito. — ¿En qué te has metido, Raúl? — preguntaba su hermana, indignada; sin embargo, al joven no le importaba. Él decía que la vida era demasiado corta para desperdiciarlo como lo hace su hermana,
Solo recuerdo un día, en la que fui realmente feliz; y fue cuando me enteré que tenía que casarme con el hombre que amaba, que amo. pero jamás imaginé que él no aparecería el día de mi boda. Solo mandó unos documentos firmados, que constataban que éramos marido y mujer. No hubo un brindis por ello, no existió una celebración de ensueño, ni felicitaciones por parte de su familia. Simplemente, me dieron una cabaña al fondo de la casa, que ni siquiera se les da a los empleados, creyendo ingenuamente, que mi esposo no sabía nada; sin embargo, al día siguiente, cuando lo llamé, mi corazón se rompió por la mitad, y así, cada día un poco más, hasta que comprendí, que él no vendría a salvarme, y su familia siempre me despreciaría. — Me has robado al hombre que amo… — gritaba mi cuñada. — Has lo quieras, al fin de cuentas, has conseguido ser una Brusquetti… — murmuraba con ira la madre de mi esposo. — Este será tu hogar. Ve cómo sobrevivir, porque no obtendrás ni un solo peso de nuestro
KERIANNE BACAB. Todo estaba deslumbrante, las luces decorativas, brillaban en el techo, haciéndolo parecer un cielo estrellado, en la oscura noche. Las orquídeas, con su clásico color blanco, eran las favoritas del abuelo, porque le recordaban a su esposa, al igual que al hermano mayor de mi esposo y, por ende, no debían faltar nunca en los eventos que se organizaba. Era el cumpleaños número veintidós de mi cuñada, y su nieta favorita. Esposa del hermano, de mi ausente esposo. Cada año, lo celebraban con un gran banquete, en el que asiste, todas aquellas personas de la élite. Dándole lo mejor, por ser la viuda. Cuando su esposo murió, Arturo tuvo que tomar el puesto como cabeza del hogar; pues el abuelo ya estaba viejo para asistir a la empresa. Sin embargo, no vive en la misma ciudad hace tres años, y la verdad, no tengo idea de cómo se ha de ver actualmente, porque ni siquiera en las redes he logrado localizarlo. En mi caso, para ellos solo soy la niña pobre y sumisa, al que su
Al día siguiente, mientras salía de la casa para ir al hotel a continuar trabajando, e invirtiendo el dinero ganado; me encuentro con el conserje, o, mejor dicho, la mano derecha del señor Brusquetti. Realmente fue una noche aterradora, me dolía las rodillas hasta no poder, y estaban lastimadas. Pero tener que seguir aguantando a este hombre y a toda la familia por más tiempo es algo que por hoy no quería hacerlo. — Señorita Bacab, este documento se lo manda el señor Arturo. Si puede revisarlo por favor — dice, extendiendo una carpeta. — Lo revisaré cuando llegue del… — Ahora — interrumpe, sentenciando la orden si espacios a contradicciones. Ruedo los ojos, por esa actitud tan hostil que tiene conmigo. Abro la carpeta y comienzo a leer, frunzo el ceño, y de vez en cuando, miro al hombre frente mío con una sonrisa de superioridad — ¿Es el divorcio? — Como ves, el señor quiere deshacerse de ti — escupe y yo sonrío. Cuando yo solicité, ni siquiera obtuve una respuesta, por lo que,
ARTURO BRUSQUETTI. Desde que pisé estas tierras, me he topado con varias sorpresas, pero la que indiscutiblemente atrajo mi atención, es esa pequeña mujer, tan atractiva, tan empoderada y tan fuerte a la vez. Me recuerda a mi esposa. O en términos concretos, mi ex esposa. La descarada había firmado el divorcio. Kerianne era la mujer más alucinante que mis ojos habían tenido la oportunidad de conocer, pero nunca creí, que tendría que llegar a tales artimañas para conseguir casarse conmigo y convertirse en una Brusquetti. Aun así, después de tres años de matrimonio, nunca ha mostrado ningún tipo de problemas, no me ha exigido absolutamente nada, y se ha mantenido al margen de los medios. Lo que significa, que se conformó con el dinero que deje para ella, luego de casarnos. No la iba a dejar desamparada. Pese a estar molesto, mande a preparar la mejor habitación para ella, a llenar su guardarropa y un auto a su nombre. Era mi esposa al final de cuentas, una Brusquetti y la mujer que
Sonreí por la forma en que la he llamado. Kaeri era una de las chicas más hiperactivas, nunca estaba quieta, además de ser una de las mujeres más inteligentes. Nunca imaginé que, en un futuro, llegaríamos a esto, de lo contrario, seríamos una pareja normal. Su ambición por hacerse una mujer de dinero, llevó a que nos alejemos por completo. Ni siquiera tenía el valor de verle la cara a tan venenosa serpiente. Cada cierto tiempo, mi madre o Patricia, llamaban para dar sus quejas al respecto, la cuestión es que no entendía que tanto hacía, cuando le dejé lo justo para sus gustos caros, lo suficiente, para sus viajes, y esas cosas superficiales que, de seguro, ella buscaba. Pese al odio que sentía por ella o por la situación, no podía desampararla. Kerianne era mi esposa, y aunque quiera evitarlo, y la evité, durante mucho tiempo, quería que tuviera lo mejor. Tres años de no verla, y en un accidente amanecí con una mujer. Jamás imaginé que aquella chica sería justamente ella, y que se