Solo recuerdo un día, en la que fui realmente feliz; y fue cuando me enteré que tenía que casarme con el hombre que amaba, que amo. pero jamás imaginé que él no aparecería el día de mi boda.
Solo mandó unos documentos firmados, que constataban que éramos marido y mujer. No hubo un brindis por ello, no existió una celebración de ensueño, ni felicitaciones por parte de su familia.
Simplemente, me dieron una cabaña al fondo de la casa, que ni siquiera se les da a los empleados, creyendo ingenuamente, que mi esposo no sabía nada; sin embargo, al día siguiente, cuando lo llamé, mi corazón se rompió por la mitad, y así, cada día un poco más, hasta que comprendí, que él no vendría a salvarme, y su familia siempre me despreciaría.
— Me has robado al hombre que amo… — gritaba mi cuñada.
— Has lo quieras, al fin de cuentas, has conseguido ser una Brusquetti… — murmuraba con ira la madre de mi esposo.
— Este será tu hogar. Ve cómo sobrevivir, porque no obtendrás ni un solo peso de nuestro dinero… — mascullaba mi suegro.
— La sociedad no te conocerá como la señora Brusquetti… — repetía mi cuñada.
— Eres una oportunista…
— No es más que una pordiosera, que se aprovechó del buen corazón de nuestro señor — decían los empleados.
Todas y cada una de esas palabras me estrujaban el alma, me rompían el corazón, me hacían sentir miserable, pero algún día todo cambiará.
Pero la que más me ha lastimado fueron las palabras de él.
— Tú y yo no seremos nada más que desconocidos ante la sociedad. Tú no eres nada para mí, más que una simple sabandija oportunista. Una sanguijuela. Sufrirás el haberme hecho esto.
Algún día, les cerraría la boca a todos.
KERIANNE BACAB. Todo estaba deslumbrante, las luces decorativas, brillaban en el techo, haciéndolo parecer un cielo estrellado, en la oscura noche. Las orquídeas, con su clásico color blanco, eran las favoritas del abuelo, porque le recordaban a su esposa, al igual que al hermano mayor de mi esposo y, por ende, no debían faltar nunca en los eventos que se organizaba. Era el cumpleaños número veintidós de mi cuñada, y su nieta favorita. Esposa del hermano, de mi ausente esposo. Cada año, lo celebraban con un gran banquete, en el que asiste, todas aquellas personas de la élite. Dándole lo mejor, por ser la viuda. Cuando su esposo murió, Arturo tuvo que tomar el puesto como cabeza del hogar; pues el abuelo ya estaba viejo para asistir a la empresa. Sin embargo, no vive en la misma ciudad hace tres años, y la verdad, no tengo idea de cómo se ha de ver actualmente, porque ni siquiera en las redes he logrado localizarlo. En mi caso, para ellos solo soy la niña pobre y sumisa, al que su
Al día siguiente, mientras salía de la casa para ir al hotel a continuar trabajando, e invirtiendo el dinero ganado; me encuentro con el conserje, o, mejor dicho, la mano derecha del señor Brusquetti. Realmente fue una noche aterradora, me dolía las rodillas hasta no poder, y estaban lastimadas. Pero tener que seguir aguantando a este hombre y a toda la familia por más tiempo es algo que por hoy no quería hacerlo. — Señorita Bacab, este documento se lo manda el señor Arturo. Si puede revisarlo por favor — dice, extendiendo una carpeta. — Lo revisaré cuando llegue del… — Ahora — interrumpe, sentenciando la orden si espacios a contradicciones. Ruedo los ojos, por esa actitud tan hostil que tiene conmigo. Abro la carpeta y comienzo a leer, frunzo el ceño, y de vez en cuando, miro al hombre frente mío con una sonrisa de superioridad — ¿Es el divorcio? — Como ves, el señor quiere deshacerse de ti — escupe y yo sonrío. Cuando yo solicité, ni siquiera obtuve una respuesta, por lo que,
ARTURO BRUSQUETTI. Desde que pisé estas tierras, me he topado con varias sorpresas, pero la que indiscutiblemente atrajo mi atención, es esa pequeña mujer, tan atractiva, tan empoderada y tan fuerte a la vez. Me recuerda a mi esposa. O en términos concretos, mi ex esposa. La descarada había firmado el divorcio. Kerianne era la mujer más alucinante que mis ojos habían tenido la oportunidad de conocer, pero nunca creí, que tendría que llegar a tales artimañas para conseguir casarse conmigo y convertirse en una Brusquetti. Aun así, después de tres años de matrimonio, nunca ha mostrado ningún tipo de problemas, no me ha exigido absolutamente nada, y se ha mantenido al margen de los medios. Lo que significa, que se conformó con el dinero que deje para ella, luego de casarnos. No la iba a dejar desamparada. Pese a estar molesto, mande a preparar la mejor habitación para ella, a llenar su guardarropa y un auto a su nombre. Era mi esposa al final de cuentas, una Brusquetti y la mujer que
Sonreí por la forma en que la he llamado. Kaeri era una de las chicas más hiperactivas, nunca estaba quieta, además de ser una de las mujeres más inteligentes. Nunca imaginé que, en un futuro, llegaríamos a esto, de lo contrario, seríamos una pareja normal. Su ambición por hacerse una mujer de dinero, llevó a que nos alejemos por completo. Ni siquiera tenía el valor de verle la cara a tan venenosa serpiente. Cada cierto tiempo, mi madre o Patricia, llamaban para dar sus quejas al respecto, la cuestión es que no entendía que tanto hacía, cuando le dejé lo justo para sus gustos caros, lo suficiente, para sus viajes, y esas cosas superficiales que, de seguro, ella buscaba. Pese al odio que sentía por ella o por la situación, no podía desampararla. Kerianne era mi esposa, y aunque quiera evitarlo, y la evité, durante mucho tiempo, quería que tuviera lo mejor. Tres años de no verla, y en un accidente amanecí con una mujer. Jamás imaginé que aquella chica sería justamente ella, y que se
KERIANNE BACAB. El momento más importante de mi vida, estaba a punto de suceder. Hacía una semana que volví a casa, sin embargo, no lograba enfrentar a papá y no porque no quisiera, sino porque tuvo un viaje de emergencia. Estaba sentada en la sala principal, con mi madre a mi lado, dándome ánimos, como si fuera una fanática. Ella estaba feliz, pero no sabía si mi padre estaría igual. Al final de cuentas, soy su hija adoptada. El mundo no sabe eso, y casi siempre me ha mantenido oculta por seguridad. A simple vista me mirarán y no creerían que soy una Bacab, no hay parecido alguno. Pero el mundo sabe que hay una heredera legítima. Es por eso, que salir con ellos eran peculiarmente fácil, pero a su vez, complicado por el hecho de ser oculta como hija de ellos por seguridad. Una situación rara. La puerta se abre, y escuchamos sus pasos acercarse, sintiéndome con cada sonido, hundirme en el sofá, mis piernas temblar y mi corazón acelerarse. Ideando maneras de huir y al mismo tiempo,
El edificio donde provenía toda la fortuna de mi familia, era exageradamente inmensa y muy majestuosa. Nada que antes no había visto, pero en los tres años que estuve ausente, he visto de cerca las necesidades de las personas que han trabajado para mí. Después de varias respiraciones, me puse de pie y me bajé del vehículo para enfrentar lo que se venía. Sabía que no sería fácil, y los comentarios despectivos hacia mi persona aumentarían, por la nula información de mi procedencia. Con pasos firmes, camine hacia la entrada principal, con la asistente personal de mi padre, que, desde hoy, estaría a mi lado. Y, al atravesar la puerta principal, todas las miradas voltearon hacia nosotros observándome principalmente a mí. — ¿Quién será esa mujer? — pregunta una de las chicas. — ¡Es muy hermosa! — Y elegante — mascullaba otra. — A de ser muy rica. Tiene los zapatos de la última colección de Fabricio — decía otra, feliz como si unos zapatos te calificaran. Ignorando cada uno de sus
ARTURO BRUSQUETTI. No había rastros de mi ex esposa. Al parecer en verdad había desaparecido de la faz de la tierra. Mi mano derecha no lograba dar con ella y lo peor, es que a mí me desesperaba bastante. No entendía por qué. En este momento, me encontraba saliendo de la oficina. Mi abuelo pidió habar seriamente conmigo, y aunque no tenía las ganas de entablar conversación con él, irremediablemente debo hacerlo. Es el amo y señor de la casa. — Abuelo… Aquí estoy. ¿De qué quería hablar? — pregunto, sentándome en frente de él. — Hola, hijo. El tema que quiero tratar, es muy importante. Pero quiero que sepas que no te voy a obligar — Su manera de hablarme ya me da una idea de lo que se trata, pero prefiero evitar meter la pata. — Te escucho — incentivo, cruzando una de mis piernas. — ¿Qué te parece Patricia? — Arqueo una de mis cejas. — Buena — respondo. — Quisiera que se convierta en la señora de la casa — Asiento. — Entonces hazlo. Es la viuda de una Brusquetti —
El verla con varios hombres cuidándola, ha despertado mi curiosidad de saber el motivo principal. Dejo claro que se verían en la noche por lo que encargué a mi escolta vigilarla de cerca. Cuando la noche llegó, mi mano derecha me informa todo lo que ha averiguado. Principalmente sobre la situación a la que se vio obligada a vivir mi madre ésta mañana. — Su madre no es grata por ser de su familia y ofender a una Bacab — dice lo cual me sorprende bastante. — ¿A quién rayos ha ofendido mi madre ahora? — A su ex esposa — confiesa temeroso lo cual si me sorprende bastante. ¿Por qué eso sería un problema? Ella no proviene de una familia adinerada, y cuando preguntaban sobre ello, siempre respondía que eran humildes. Realmente, es imposible que sea ella la misma persona. — ¿Dónde se encuentra? — En el restaurante de abajo, con la gerente — informa. Sin dudar, me pongo de pie y me encamino hasta ella para obtener una respuesta. Cuando logro visualizarla quedo sorprendido por l