— Esta mansión está tan abandonada. — mascullo, mientras veo las ineficiencias de los jardineros, obteniendo una vista poco favorecedora. Si así de mediocre es aquí afuera, no me sorprendería ver cómo es por dentro —. No entiendo como madre lo permite. Mauricio no responde nada. Son exactamente las siete de la noche. Hora exacta de la cena. No sé estacionamos en frente mismo de la mansión, mientras mi escolta, baja y rodea el coche, para abrir la puerta. Cuando pongo un pie fuera, doy varias respiraciones profundas, para inmediatamente, convertirme en el hombre duro en el que me convertí. La puerta se abre, y sin siquiera mirar al mayordomo de mi familia, paso por su lado. Al pie de la escalera, se encuentra mi madre, con ojos enrojecidos y emocionados de verme. Corre hacia mi, para envolverme entre sus brazos. — Mi niño. ¡No sabes cuánto te he extrañado! — exclama, y solo hago una mueca, fingiendo una sonrisa. — ¿Por qué estás aquí, madre? — Es mi pequeño, Arturo. No seas injust
El vuelo se convirtió en algo tenso, y aunque quería entender muchas cosas de lo que estaba pasando en mí vida, mi prioridad es Kerianne, por lo que, cualquier cosa que no tenga que ver con ella, resultaba insignificante para mí. ¿Alguna vez se han enamorado, y han cometido el error de alejarse, para no lastimar a esa persona? Yo lo hice, pero quería protegerla de mí, de mi dolor, de mi furia. ¡Qué grave error cometí! Ahora; sin embargo, tengo la oportunidad de redimirme, y solo bastó su firma, para darme cuenta de toda la manipulación que ambos vivimos. Después de divorciarme, logré enterarme de cada uno de los secretos de mi familia, y es lo que me trae aquí. Después de divorciarme, pude darme cuenta del inmenso error que cometí al hacerlo. Casi pierdo a la mujer que amo por la ambición de otros, y eso, debo redimirlo. Estamos aterrizando en algún punto de Estados Unidos, con las manos temblorosas. Cuando salgo del avión, encuentro a una pila de hombres, formados en fila, que, a
KERIANNE BACAB. — Estoy bien — susurro, en los brazos del hombre que amo. apunto de entrar en un colapso, por verme desangrar. El miedo invade mi mente, por el pequeño retoño que llevo en mi vientre, intentando no perder el conocimiento, como Arturo me lo pidió. El frio me abraza cada cierto tiempo, sin comprender exactamente lo que está sucediendo. — Vas a estar bien. Ya llegamos — mastica las palabras con dificultad, mientras grita por ayuda a la par, que me levanta en brazo. Está tan asustado como lo estoy yo. — No quiero morir — confieso —. No ahora. Es loco confesar eso. Antes no temía a la muerte, y aguantaba cualquier tipo de adversidades; pero, cuando un ser indefenso depende de ti, todo tu mundo cambia, todo pensamiento, idealización, cambia. No podía marcharme de este mundo, sin luchar por este bebé. — No lo harás. Yo estaré contigo — calmaba mis nervios, mientras sostenía mi mano, y las enfermeras intentaban a toda costa, apartarlo de mí. — Señor, no puedes avanzar má
Todo el lugar era lleno de lujos; los jardines eran exquisitamente hermoso, mucho más que la antigua mansión. Al parecer, la anterior dueña, era amante de las flores, y quizás yo también lo sería, si no tuviera que trabajar tanto para convertirme en una mujer fuerte e independiente, pese a que mi apellido me respaldaba. Cuando llegamos a la entrada, un hombre abre la puerta para nosotros. — Señora Brusquetti, un placer tenerla aquí. La habitación principal ya se encuentra preparado, para su descanso — informa, mientras tiene la cabeza agachada, como si fuera un sumiso a mí merced. Sé que los hombres de mi padre son así, pero siempre les pedía que no lo hicieran, porque me incomodaba. — No es necesario la reverencia — susurro. — Es muestra de respeto, hacia nuestra señora — dice, y mi corazón golpea fuerte. Soy su señora. — Es mejor que vayamos a descansar, Kerianne, luego hablaremos de esto con el señor Arturo — susurra mi amiga, instándome a ingresar dentro de la casa.
ARTURO BRUSQUETTI.— Cuéntame todo lo que sabes — ordeno, a uno de mis hombres —. Necesito saber dónde se metió Smith. Es el único que puede ayudarme aquí, pese a las circunstancias.— Ya lo hemos encontrado. Y, efectivamente, su hermano ha dado con el paradero de la señora Bacab, y la seguridad ha aumentado por cualquier eventualidad. — La molestia era notable en mi rostro, pues, de igual forma nos ha encontrado.— No me siento cómodo — confieso. La puerta se abre, dado paso al señor Smith, en un estado deplorable, completamente diferente al hombre altanero que conocí.— ¿Me has mandado a buscar? — inquiere, con la misma arrogancia de siempre.— Me alegra saber que no has perdido el toque. Te necesito aquí — explico —. No preguntes demasiado, porque me cuesta demasiado responder.— ¿Qué necesitas de mí?— Quiero que te hagas cargo de la empresa, mientras la señora Bacab se encuentra ausente. Estará siempre pendiente, pero no podrá hacer oficina — Su ceño se frunce —. Buscaría a otra
— Familia, ya llegué — grito, desde la entrada, y la primera persona en recibirme, es justamente la misma que extrañé en todo el día.— ¡Arturo! — exclama, envolviéndome con un abrazo efusivo —. Hoy realmente te he extrañado demasiado, no me dejes tanto tiempo sola.— Prometo no hacerlo, cariño.— ¿Cómo estuvo tu día? — pregunta, mientras nos dirigimos hacia el comedor, donde ya sus amigos están sentados.— Bien, Armando fue a verme. Más bien, me llamó, pero logramos localizarlo. Sigue dentro de la ciudad — Su rostro se contrae, volviéndose completamente sería —. Solo dejó una serie de amenazas, que ya conocía.— A mí, me ha enviado un correo — confiesa.— ¿Te sientes bien? — consulto, presionando su mano, ya en la mesa. Todos tienen sus ojos sobre nosotros.— Sí. Tengo un poco de miedo, pero estoy bien al final de cuentas. Ya no quiero que nos haga daño.— Y no lo hará — interviene su amiga —. El señor Arturo te cuida muy bien, y nos trajo aquí contigo, para que te sientas tranquila.
KERIANNE BACAB.Los días fueron pasando, hasta convertirse en meses. Ya mi embarazo estaba tomando forma y, Arturo, se mostraba cada vez más emocionado, como protector.No obstante, yo me sentía aislada. El aburrimiento comenzaba a apoderarse de mis sentidos más sensatos, llevando a convertirme en una persona con poca gracia. Lo sabía. Mis amigos a penas me aguantaban por todas mis quejas. Diría que eran las hormonas, pero también era la sensación de ser encerrada sin derecho a ver la ciudad.Desde que estoy aquí, no hay salidas a cenar, ni de compras, ni cine, ni fiestas ni nada. Todo se resume a la habiracion, cocina y despacho, el lugar donde pasó la mayor parte del tiempo trabajando para no pensar.La puerta se abre, y un Arturo muy sonriente, ingresa por la puerta con sus hombres, cargados de cosas. Si es lo que creo que es, no hay Dios que me convenza que me quede aquí un minuto más.— ¿Qué son esas cosas? — consulto.— ¡Oh, m****a! — masculla Paula, sentándose en el sofá.— ¿Qué
Cuando bajaba por las escaleras, Arturo ya se encontraba esperando al pie de ella. Yo me encontraba temblando como si fuera mi primera cita, y un tanto nerviosa, por no gustarle. En realidad, sí es mi primera cita, por lo que los nervios eran normales, según mi amiga. Cuando voltea a verme, su sonrisa se amplía y y traga en seco. Toma mi mano y deja un beso sobre ella, sonrojándome. Lo sé, porque siento mi rostro calentarse y su sonrisa ladeada me confirma. — Presumido. — Estás hermosa, amor — responde en su lugar. Mi cuerpo automáticamente hace efecto —. ¿Y, si nos quedamos? Me aparto un poco, para ver si está hablando en serio; sin embargo, apenas veo su rostro, me doy cuenta que está bromeando conmigo. — También te ves guapo — devuelvo en su lugar —. ¿A dónde me llevarás? Prefiero cambiar de tema, antes de que, en verdad, decida no salir. Suelta una sutil y sexy risa. — Es una sorpresa. Es nuestra cita. — Su voz sale áspera, mientras, continúa estudiándome —. ¡Dios! Eres enca