El sol comenzaba a despuntar en el horizonte, iluminando el huerto de la tía Regina con una luz dorada que realzaba los colores vibrantes de las hortalizas. Sin embargo, a medida que Fabián y Violet se adentraban en el lugar, la belleza de la mañana se veía empañada por la devastación que les aguardaba. Las hortalizas, que alguna vez habían sido el orgullo del lugar, mostraban signos evidentes de daño. Los tomates, antes brillantes y jugosos, estaban mordisqueados y marchitos. Las lechugas, despojadas de sus hojas más tiernas, parecían lamentar su destino. Violet sintió un nudo en el estómago al observar la escena, una punzada de compasión por aquellos roedores que, en su búsqueda desesperada de alimento, habían arrasado con el esfuerzo de la tía Regina.—La valla no servirá de nada —comentó Fabián, sus brazos cruzados sobre el pecho—. Son más listos de lo que piensas. Pueden excavar y llegar hasta los cultivos sin problema.Sus palabras resonaron en el aire fresco de la mañana, y Vi
Horas más tarde, Violet había descendido al comedor, donde la cena aguardaba servida sobre la mesa. Contempló los apetecibles platillos y su estómago gruñó en respuesta, presa de una voraz hambre. Después de almorzar, Violet se había encerrado en su habitación y, sin darse cuenta, se había sumido en un profundo sueño, despertando sobresaltada al percatarse de la hora. Extendió la mano con la intención de tomar un pedazo del tentador queso, pero se contuvo rápidamente al escuchar la voz de su tía. —¿Dominic bajará a cenar? —preguntó Regina, al no ver a su sobrino. —No lo sé, acabo de llegar —respondió Violet. —Ve a buscarlo, hija. Quizás no sabe que la cena está lista —ordenó Regina, y ella asintió sin protestar, aunque le disgustaba tener que cruzar palabras con Dominic. Violet subió las escaleras, resoplando con fastidio. Al detenerse frente a la puerta de Dominic, llamó con los nudillos, pero al no recibir respuesta, se atrevió a girar el pomo y asomar la cabeza. La habitació
—Compartiré mi receta contigo cuando me traigas a un chico. Mira que no me has presentado todavía a ninguno —la joven, que estaba tomando agua, se ahogó y comenzó a toser, provocando que su rostro se enrojeciera. —¿Estás bien? —preguntó el preocupado muchacho a su lado, y le ofreció una servilleta. —S-sí, lo estoy. Gracias —le aseguró mientras secaba su mentón. Una sonrisa se dibujó en el rostro de Regina al ver la escena frente a ella, había notado el interés de Fabián hacia su sobrina. Y le pareció estupendo, sin embargo, sabía que no era el chico que ella quería. De soslayo, miró al pelinegro que no había levantado los ojos del plato, concentrado en su comida, como si intentara ignorar por completo al resto. Pudo percibir la tensión de su cuerpo ante la atención que le demostraba Fabián a Violet, y solo pudo confirmar sus sospechas. Regina los conocía y daba por hecho lo que creía. Su intuición nunca fallaba, pensó la anciana. La cena transcurrió sin mayores problemas. La
Violet se había levantado temprano a pesar de no haber pegado un ojo anoche. Sentía el cansancio hacer mella en su cuerpo, pero se obligó a salir de la cama apenas los primeros rayos del sol se colaron en la habitación. Aún con la pijama puesto, se dirigió a la cocina a preparar el desayuno. Quizás no sería la mejor comida en comparación a las de su tía Regina, pero lo importante era el detalle, ¿No? Pensó. La joven cortó el tomate en finas rodajas, procediendo luego a hacer lo mismo con la cebolla. Cuidadosamente, colocó ambos ingredientes sobre la rebanada de pan integral. Dudó por un momento si Dominic preferiría que agregara espinacas, pero finalmente optó por limitarse a la lechuga y el jamón. Luego, se dispuso a preparar un desayuno más elaborado. Batió con destreza los huevos y los revolvió en la sartén, agregando el crujiente tocino. Exprimió naranjas frescas para obtener un jugo natural y al estar listo, lo sirvió en un vaso y colocó todo en una bandeja, procurando no
Dominic había decidido regresar a la ciudad para ponerse al día con su trabajo pendiente. Violet anhelaba poder quedarse otros días más para brindar compañía a la tía Regina, no obstante, el deber la reclamaba. Ahora que contaba con un empleo, no podía darse el lujo de faltar en su primer día. —Espero que vengas pronto y me encuentren con vida, mira que no sabemos cuándo será la última vez que veamos a alguien —emitió Regina, provocando que la joven la observara espantada por sus palabras. —¡Tía! No diga eso —reprochó Violet con seriedad—. Aún le quedan muchos años de vida y prometo que vendré a visitarla antes que acabe el año, ¿De acuerdo? —Bien, espero que cumplas tu promesa. Y por favor, trae a un chico la próxima vez —susurró esto último para que solo ella escuchara, pero Dominic, que se encontraba cerca, logró percibirlo. Notó el sonrojo en las mejillas de Violet, y ocultó una sonrisa divertida ante las ocurrencias de su tía. —Ya es tarde, debemos irnos —mencionó Dominic, c
Era un brillante lunes por la mañana cuando Violet cruzó la puerta del comedor, apresurándose a tomar una tostada que se llevó a la boca mientras se terminaba de acomodar el cabello en una coleta alta. La luz del sol se filtraba a través de la ventana, iluminando el espacio con un cálido resplandor.—Buenos días —saludó a sus tíos, quienes se encontraban absortos en su desayuno, disfrutando de la tranquilidad del inicio del día.—¿No vas a comer, cariño? —inquirió Olivia, levantando la vista con una mezcla de preocupación y cariño. Violet negó con la cabeza, sintiendo la urgencia del tiempo.—Voy tarde, ya luego veré qué compro —le aseguró, intentando calmar la inquietud de su tía, antes de despedirse y salir de casa a toda prisa.Se dirigió a la estación del transporte público, donde aguardó impaciente bajo el techo, refugiándose de la leve lluvia fría que había comenzado a empapar su ropa. Ese día, había decidido arreglarse un poco más de lo habitual; llevaba unos pantalones anchos
"¿Cómo lo sabía?" se cuestionó confundida, pero pronto se dio cuenta de lo tonta que era su pregunta. Era obvio que su hermana le había mencionado aquel detalle.—Gracias —respondió, sentándose en una de las sillas frente al escritorio de caoba, que emanaba un aire de sofisticación.—No es necesario que mantengas las formalidades conmigo. A diferencia de Kylian, yo solo me encargo de unas pocas cosas —comentó Sebastián en un tono relajado, como si intentara hacerla sentir más a gusto.—Lo tendré en cuenta —respondió Violet, sintiendo que la tensión comenzaba a disiparse.—Bien. Al ser tu primer día aquí, puedes tomarte tu tiempo para conocer a tus compañeros y hablarnos de ti. Pero antes, ¿puedo obtener tu número? —su pregunta la desconcertó por un momento, y la joven lo miró con confusión.—¿Eh? S-sí, claro —terminó diciendo, mientras él sonreía de manera ladeada.—Pero, ¿puedo saber para qué lo necesitas? —preguntó, sintiéndose un poco cautelosa.—Ah, no te preocupes. Es para agrega
A pesar de que el clima era adverso, Dominic no dudó ni un instante en salir a correr temprano por la mañana. El reloj marcaba las seis cuando, decidido, puso un pie fuera de su habitación, listo para ejercitarse. Descendió a la cocina en busca de una botella de agua y, tras llenarla, salió de su hogar trotando hacia la cancha deportiva, que se encontraba a tan solo unas cuadras de distancia. Aunque contaba con un gimnasio bien equipado en casa, prefería comenzar su calentamiento en aquel espacio abierto, donde podía disfrutar de la amplitud y la libertad de movimiento.Esa mañana, había despertado sobresaltado, una experiencia que no era nueva para él. Las pesadillas lo acosaban con más frecuencia de la que le gustaría admitir, y este mal sueño solo contribuía a empañar su estado de ánimo, que, casualmente, reflejaba el mal tiempo. Los nubarrones oscuros en el cielo presagiaban que pronto se desataría una tormenta sobre la ciudad.Mientras corría, el viento frío le azotaba el rostro,