A pesar de que el clima era adverso, Dominic no dudó ni un instante en salir a correr temprano por la mañana. El reloj marcaba las seis cuando, decidido, puso un pie fuera de su habitación, listo para ejercitarse. Descendió a la cocina en busca de una botella de agua y, tras llenarla, salió de su hogar trotando hacia la cancha deportiva, que se encontraba a tan solo unas cuadras de distancia. Aunque contaba con un gimnasio bien equipado en casa, prefería comenzar su calentamiento en aquel espacio abierto, donde podía disfrutar de la amplitud y la libertad de movimiento.Esa mañana, había despertado sobresaltado, una experiencia que no era nueva para él. Las pesadillas lo acosaban con más frecuencia de la que le gustaría admitir, y este mal sueño solo contribuía a empañar su estado de ánimo, que, casualmente, reflejaba el mal tiempo. Los nubarrones oscuros en el cielo presagiaban que pronto se desataría una tormenta sobre la ciudad.Mientras corría, el viento frío le azotaba el rostro,
Hace diez años atrás...Violet se detuvo en la puerta de la cancha, el sonido del baloncesto rebotando y las voces de sus compañeros llenando el aire. Observaba con atención a los chicos de último año jugar, pero su mirada se centraba en Dominic. Su cabello negro, empapado de sudor, se había adherido a su frente mientras corría de un lado a otro, el ceño fruncido en una expresión de intensa concentración. La forma en que se movía, con una mezcla de agilidad y fuerza, la fascinaba. En silencio, se encontró hipnotizada por el juego, sintiendo un cosquilleo de admiración que se transformaba rápidamente en algo más profundo y complicado.—¿Otra vez acosando a Hoffmann, eh? —la voz de su amiga, Alba, la sacó de su ensimismamiento, y Violet dio un respingo, sorprendida.—No es cierto, veo el partido —se defendió, desviando la vista de la cancha, pero los ojos de Alba, que achicaron en un gesto de incredulidad, la hicieron sentir expuesta.—Pero si odias el baloncesto. La única razón por la
Las semanas habían transcurrido rápidamente. Entre el ajetreo de la galería y el proyecto, Dominic apenas había tenido tiempo para pensar en algo que no fueran los pendientes por terminar. La falta de descanso se había vuelto evidente; apenas lograba dormir bien en esos días tan ocupados. Decidió bajar a la cocina en busca de un aperitivo que calmara su hambre, y salió de casa sin siquiera probar el desayuno.Subió al auto, colocando algunas de las cosas que necesitaría para el día, y encendió el motor. No había recorrido mucho cuando el sonido de su móvil interrumpió el silencio, mostrando en la pantalla el nombre de su madre, acompañado de una fotografía de ellos dos juntos.—Madre —respondió, activando el altavoz.—Cariño, hoy hemos quedado a cenar todos juntos en el lugar de siempre. No lo has olvidado, ¿verdad? —preguntó su madre, y él torció el gesto, negando con la cabeza a pesar de que ella no podía verlo.—Claro que lo recuerdo —mintió, aunque en realidad lo había olvidado—.
Violet se miró al espejo después de haberse preparado, y se sorprendió al ver su reflejo. Su rostro estaba naturalmente maquillado, pero aún así se veía tan linda. La transformación era notable; el trabajo de Emma había dado sus frutos, y la satisfacción de su amiga se reflejaba en su sonrisa.—Emma, esto es... me encanta —exclamó Violet, abrazando a la joven con entusiasmo, quien le devolvió el gesto con el mismo fervor—. Gracias, en serio.Emma hizo un mohín, restándole importancia a su destreza. Aquel conjunto de falda y camisa con blazer que vestía Violet era parte de su colección personal. Aunque Violet tenía la posibilidad de vestirse con ropa más costosa, siempre había preferido lo sencillo. Sin embargo, no pudo rechazar el hermoso regalo que su amiga le había hecho, un conjunto de tres piezas en un delicado color azul claro.—¿Y bien? ¿Hay alguna novedad? —preguntó Emma, mientras terminaba de aplicar un intenso labial rojo en sus labios—. Me he enterado de que Sebastián trabaj
Dominic se apartó un poco, como si la realidad lo hubiera golpeado, mientras Violet sentía que el calor se extendía por sus mejillas. Se volvió hacia su amiga, tratando de ocultar la confusión que había invadido el momento.Ni ella misma sabía lo que había estado a punto de pasar si ella no hubiera interrumpido. "¿Acaso Dominic había estado a punto de besarla?" Pensó todavía más confundida.—Nada, solo... estábamos charlando —respondió Violet, su voz un poco más alta de lo habitual, sintiéndose repentinamente cohibida.Emma levantó una ceja, claramente escéptica, pero decidió no insistir más.—De acuerdo... —dijo, sonriendo débilmente—. Solo quería saber si venían adentro, mamá y papá se marcharon hace minutos porque se sentían cansados. Pero les dijo que nos quedaríamos otro rato para ver los fuegos artificiales.Violet respiró hondo, agradecida por el cambio de tema, y asintió, mirando de nuevo hacia el mar, que reflejaba las luces distantes de la ciudad.—Sí, claro. Vamos a dentro
Dominic tomó una respiración profunda, como si estuviera reuniendo el valor necesario para hablar. —Violet, sé que no soy muy bueno con las palabras, pero quiero disculparme contigo por ser tan grosero —su voz era firme, pero en su interior, un torrente de emociones lo asediaba.La joven lo miró, sus ojos llenos de curiosidad y algo de preocupación. —Dominic, no tienes que...—No, déjame terminar —interrumpió él, sintiendo que debía ser claro en su intención—. Sé que tus intenciones han sido buenas e intentas ayudarme. Solo te pido que trates de comprenderme. Nunca he sido de expresar a los demás cómo me siento y, cuando lo hago, no es de la mejor manera.Dominic mordió su labio inferior, sintiéndose incómodo y avergonzado. Había mantenido la vista fija en cualquier parte de la estancia menos en ella, como si los libros antiguos y las estanterías llenas de historias pudieran ofrecerle una excusa para evitar su mirada. Sabía que había sido borde, que sus respuestas habían sido más c
El trayecto al trabajo de Violet le resultó sorprendentemente breve, sintiendo que su destino estaba más cerca de lo que había imaginado. Quizás era la nueva conexión que había comenzado a forjar con Dominic, una sensación de comodidad que no experimentaba desde hacía mucho tiempo. La cercanía que había entre ellos le agradaba, y había una amistad que creía haber perdido años atrás. Aunque el pelinegro aún se mostraba reservado, al menos hablaba un poco más sobre su vida personal. Le había comentado que tenía planes de retomar la terapia, lo cual alegró a Violet.—Haces lo correcto; me alegra mucho que busques ayuda, Dominic —dijo mientras posaba la mano en su hombro, en señal de apoyo. Él asintió, agradecido—. Sin duda, te sentirás mejor pronto.—Eso espero —suspiró, dirigiéndole una mirada de reojo.—Ya verás que sí —le aseguró la joven, animándolo—. Bueno, nos vemos más tarde. Gracias por el aventón.—De nada —respondió Dominic, guiñándole
Sofía se encontraba sentada en su oficina, rodeada de documentos desordenados y una computadora que parpadeaba con notificaciones sin leer. La luz del sol se filtraba a través de la ventana, iluminando el espacio de trabajo, pero su mente estaba sumida en la oscuridad. Los ecos de la conversación con Sebastián aún resonaban en su cabeza, como un tambor que no dejaba de sonar. La ira que había sentido en su habitación ahora se había transformado en un rayo de determinación. Estaba decidida a actuar. Con las manos temblorosas, tomó su teléfono y comenzó a buscar información sobre Violet, la chica que había capturado la atención de Dominic. No había mucho de ella, salvo fotos con la familia Hoffmann y otras de pequeños. Mientras navegaba, su corazón latía con fuerza. Cada clic en la pantalla era un paso más cerca de descubrir la verdad. Pero no había nada, ninguna evidencia que confirmara las palabras de su hermano. Sin embargo, una imagen apare