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Horas más tarde, Violet había descendido al comedor, donde la cena aguardaba servida sobre la mesa. Contempló los apetecibles platillos y su estómago gruñó en respuesta, presa de una voraz hambre. Después de almorzar, Violet se había encerrado en su habitación y, sin darse cuenta, se había sumido en un profundo sueño, despertando sobresaltada al percatarse de la hora.

Extendió la mano con la intención de tomar un pedazo del tentador queso, pero se contuvo rápidamente al escuchar la voz de su tía.

—¿Dominic bajará a cenar? —preguntó Regina, al no ver a su sobrino.

—No lo sé, acabo de llegar —respondió Violet.

—Ve a buscarlo, hija. Quizás no sabe que la cena está lista —ordenó Regina, y ella asintió sin protestar, aunque le disgustaba tener que cruzar palabras con Dominic.

Violet subió las escaleras, resoplando con fastidio. Al detenerse frente a la puerta de Dominic, llamó con los nudillos, pero al no recibir respuesta, se atrevió a girar el pomo y asomar la cabeza.

La habitació
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