Violet se había levantado temprano a pesar de no haber pegado un ojo anoche. Sentía el cansancio hacer mella en su cuerpo, pero se obligó a salir de la cama apenas los primeros rayos del sol se colaron en la habitación. Aún con la pijama puesto, se dirigió a la cocina a preparar el desayuno. Quizás no sería la mejor comida en comparación a las de su tía Regina, pero lo importante era el detalle, ¿No? Pensó. La joven cortó el tomate en finas rodajas, procediendo luego a hacer lo mismo con la cebolla. Cuidadosamente, colocó ambos ingredientes sobre la rebanada de pan integral. Dudó por un momento si Dominic preferiría que agregara espinacas, pero finalmente optó por limitarse a la lechuga y el jamón. Luego, se dispuso a preparar un desayuno más elaborado. Batió con destreza los huevos y los revolvió en la sartén, agregando el crujiente tocino. Exprimió naranjas frescas para obtener un jugo natural y al estar listo, lo sirvió en un vaso y colocó todo en una bandeja, procurando no
Dominic había decidido regresar a la ciudad para ponerse al día con su trabajo pendiente. Violet anhelaba poder quedarse otros días más para brindar compañía a la tía Regina, no obstante, el deber la reclamaba. Ahora que contaba con un empleo, no podía darse el lujo de faltar en su primer día. —Espero que vengas pronto y me encuentren con vida, mira que no sabemos cuándo será la última vez que veamos a alguien —emitió Regina, provocando que la joven la observara espantada por sus palabras. —¡Tía! No diga eso —reprochó Violet con seriedad—. Aún le quedan muchos años de vida y prometo que vendré a visitarla antes que acabe el año, ¿De acuerdo? —Bien, espero que cumplas tu promesa. Y por favor, trae a un chico la próxima vez —susurró esto último para que solo ella escuchara, pero Dominic, que se encontraba cerca, logró percibirlo. Notó el sonrojo en las mejillas de Violet, y ocultó una sonrisa divertida ante las ocurrencias de su tía. —Ya es tarde, debemos irnos —mencionó Dominic, c
Era un brillante lunes por la mañana cuando Violet cruzó la puerta del comedor, apresurándose a tomar una tostada que se llevó a la boca mientras se terminaba de acomodar el cabello en una coleta alta. La luz del sol se filtraba a través de la ventana, iluminando el espacio con un cálido resplandor.—Buenos días —saludó a sus tíos, quienes se encontraban absortos en su desayuno, disfrutando de la tranquilidad del inicio del día.—¿No vas a comer, cariño? —inquirió Olivia, levantando la vista con una mezcla de preocupación y cariño. Violet negó con la cabeza, sintiendo la urgencia del tiempo.—Voy tarde, ya luego veré qué compro —le aseguró, intentando calmar la inquietud de su tía, antes de despedirse y salir de casa a toda prisa.Se dirigió a la estación del transporte público, donde aguardó impaciente bajo el techo, refugiándose de la leve lluvia fría que había comenzado a empapar su ropa. Ese día, había decidido arreglarse un poco más de lo habitual; llevaba unos pantalones anchos
"¿Cómo lo sabía?" se cuestionó confundida, pero pronto se dio cuenta de lo tonta que era su pregunta. Era obvio que su hermana le había mencionado aquel detalle.—Gracias —respondió, sentándose en una de las sillas frente al escritorio de caoba, que emanaba un aire de sofisticación.—No es necesario que mantengas las formalidades conmigo. A diferencia de Kylian, yo solo me encargo de unas pocas cosas —comentó Sebastián en un tono relajado, como si intentara hacerla sentir más a gusto.—Lo tendré en cuenta —respondió Violet, sintiendo que la tensión comenzaba a disiparse.—Bien. Al ser tu primer día aquí, puedes tomarte tu tiempo para conocer a tus compañeros y hablarnos de ti. Pero antes, ¿puedo obtener tu número? —su pregunta la desconcertó por un momento, y la joven lo miró con confusión.—¿Eh? S-sí, claro —terminó diciendo, mientras él sonreía de manera ladeada.—Pero, ¿puedo saber para qué lo necesitas? —preguntó, sintiéndose un poco cautelosa.—Ah, no te preocupes. Es para agrega
A pesar de que el clima era adverso, Dominic no dudó ni un instante en salir a correr temprano por la mañana. El reloj marcaba las seis cuando, decidido, puso un pie fuera de su habitación, listo para ejercitarse. Descendió a la cocina en busca de una botella de agua y, tras llenarla, salió de su hogar trotando hacia la cancha deportiva, que se encontraba a tan solo unas cuadras de distancia. Aunque contaba con un gimnasio bien equipado en casa, prefería comenzar su calentamiento en aquel espacio abierto, donde podía disfrutar de la amplitud y la libertad de movimiento.Esa mañana, había despertado sobresaltado, una experiencia que no era nueva para él. Las pesadillas lo acosaban con más frecuencia de la que le gustaría admitir, y este mal sueño solo contribuía a empañar su estado de ánimo, que, casualmente, reflejaba el mal tiempo. Los nubarrones oscuros en el cielo presagiaban que pronto se desataría una tormenta sobre la ciudad.Mientras corría, el viento frío le azotaba el rostro,
Hace diez años atrás...Violet se detuvo en la puerta de la cancha, el sonido del baloncesto rebotando y las voces de sus compañeros llenando el aire. Observaba con atención a los chicos de último año jugar, pero su mirada se centraba en Dominic. Su cabello negro, empapado de sudor, se había adherido a su frente mientras corría de un lado a otro, el ceño fruncido en una expresión de intensa concentración. La forma en que se movía, con una mezcla de agilidad y fuerza, la fascinaba. En silencio, se encontró hipnotizada por el juego, sintiendo un cosquilleo de admiración que se transformaba rápidamente en algo más profundo y complicado.—¿Otra vez acosando a Hoffmann, eh? —la voz de su amiga, Alba, la sacó de su ensimismamiento, y Violet dio un respingo, sorprendida.—No es cierto, veo el partido —se defendió, desviando la vista de la cancha, pero los ojos de Alba, que achicaron en un gesto de incredulidad, la hicieron sentir expuesta.—Pero si odias el baloncesto. La única razón por la
Las semanas habían transcurrido rápidamente. Entre el ajetreo de la galería y el proyecto, Dominic apenas había tenido tiempo para pensar en algo que no fueran los pendientes por terminar. La falta de descanso se había vuelto evidente; apenas lograba dormir bien en esos días tan ocupados. Decidió bajar a la cocina en busca de un aperitivo que calmara su hambre, y salió de casa sin siquiera probar el desayuno.Subió al auto, colocando algunas de las cosas que necesitaría para el día, y encendió el motor. No había recorrido mucho cuando el sonido de su móvil interrumpió el silencio, mostrando en la pantalla el nombre de su madre, acompañado de una fotografía de ellos dos juntos.—Madre —respondió, activando el altavoz.—Cariño, hoy hemos quedado a cenar todos juntos en el lugar de siempre. No lo has olvidado, ¿verdad? —preguntó su madre, y él torció el gesto, negando con la cabeza a pesar de que ella no podía verlo.—Claro que lo recuerdo —mintió, aunque en realidad lo había olvidado—.
Violet se miró al espejo después de haberse preparado, y se sorprendió al ver su reflejo. Su rostro estaba naturalmente maquillado, pero aún así se veía tan linda. La transformación era notable; el trabajo de Emma había dado sus frutos, y la satisfacción de su amiga se reflejaba en su sonrisa.—Emma, esto es... me encanta —exclamó Violet, abrazando a la joven con entusiasmo, quien le devolvió el gesto con el mismo fervor—. Gracias, en serio.Emma hizo un mohín, restándole importancia a su destreza. Aquel conjunto de falda y camisa con blazer que vestía Violet era parte de su colección personal. Aunque Violet tenía la posibilidad de vestirse con ropa más costosa, siempre había preferido lo sencillo. Sin embargo, no pudo rechazar el hermoso regalo que su amiga le había hecho, un conjunto de tres piezas en un delicado color azul claro.—¿Y bien? ¿Hay alguna novedad? —preguntó Emma, mientras terminaba de aplicar un intenso labial rojo en sus labios—. Me he enterado de que Sebastián trabaj