Violet se encontraba en el aeropuerto, ansiosa y emocionada, esperando abordar su vuelo a California. Había salido temprano, y la atmósfera vibrante del aeropuerto sólo incrementaba su entusiasmo. Afortunadamente, viajaría en primera clase, un lujo que su familia podía permitirse, y no podía evitar sentirse profundamente agradecida por los servicios que le ofrecían. Su tía Olivia había conseguido un boleto en cuanto supo que Violet iba a viajar, aunque una pequeña inquietud la acompañaba."¿Qué pensaría Dominic al verla allá?"Era evidente que él estaría en California por motivos de trabajo. Pero la idea de coincidir con él la llenaba de dudas y preguntas. "¿Se enojaría con ella al enterarse de que también había venido?" se cuestionó, tratando de sacudirse esa preocupación.Mientras tanto, la azafata pasó ofreciendo snacks y dulces. Violet tomó un puñado para calmar un poco su estómago, que ya comenzaba a protestar por la falta de comida. —Gracias —dijo con una sonrisa, y la azafata
Encontrar un taxi disponible resultó ser más complicado de lo que había imaginado. Sin embargo, después de varios minutos, logró detener uno en las ajetreadas calles de California. Violet descendió del vehículo, agradeciendo al amable chófer, y se encaminó hacia la imponente casa que se alzaba a unos metros de distancia. La fachada mantenía aquel aire antiguo y pintoresco que recordaba con cariño. Cada detalle de ese lugar estaba grabado en su memoria, pues su infancia había sido la etapa más feliz de su vida, especialmente cuando pasaba el tiempo con la tía Regina, quien siempre la consentía. Subió los pocos peldaños que llevaban a la puerta de madera y golpeó con los nudillos, aguardando ansiosa a que se abriera. En cuestión de segundos, el rostro de una señora mayor apareció, mirándola con asombro. —¿Violet? ¡Hija, qué alegría verte! —exclamó, mostrando una amplia sonrisa que acentuó las arrugas de su rostro. —Tía Regina, cuánto la he extrañado —respondió la joven mientras la a
Dominic despertó en la casa de la tía Regina, aquella anciana dulce y consentidora que había sido como una madre para él. Recordaba con cariño los meses en que ella se había encargado de él, mientras su madre, Olivia, lidiaba con un embarazo complicado de su hermana, Emma. La tía Regina había abierto su hogar con los brazos abiertos, convirtiéndose en un refugio seguro para él.Se estiró en la cama, sintiendo sus extremidades un poco entumecidas, y deslizó sus pies envueltos en las pantuflas peludas sobre la alfombra, dirigiéndose al baño para una ducha. La noche anterior no había tenido tiempo para asearse; apenas su cabeza tocó la almohada, se quedó profundamente dormido. Hacía tiempo que no descansaba tan bien como lo había hecho allí, en el hogar que una vez había sentido como suyo. Después de ducharse, se vistió con una polera blanca y pantalones caqui, optando por usar de nuevo los tenis que había traído. Eran más cómodos que las pantuflas peludas que la tía Regina le había pre
El sol comenzaba a despuntar en el horizonte, iluminando el huerto de la tía Regina con una luz dorada que realzaba los colores vibrantes de las hortalizas. Sin embargo, a medida que Fabián y Violet se adentraban en el lugar, la belleza de la mañana se veía empañada por la devastación que les aguardaba. Las hortalizas, que alguna vez habían sido el orgullo del lugar, mostraban signos evidentes de daño. Los tomates, antes brillantes y jugosos, estaban mordisqueados y marchitos. Las lechugas, despojadas de sus hojas más tiernas, parecían lamentar su destino. Violet sintió un nudo en el estómago al observar la escena, una punzada de compasión por aquellos roedores que, en su búsqueda desesperada de alimento, habían arrasado con el esfuerzo de la tía Regina.—La valla no servirá de nada —comentó Fabián, sus brazos cruzados sobre el pecho—. Son más listos de lo que piensas. Pueden excavar y llegar hasta los cultivos sin problema.Sus palabras resonaron en el aire fresco de la mañana, y Vi
Horas más tarde, Violet había descendido al comedor, donde la cena aguardaba servida sobre la mesa. Contempló los apetecibles platillos y su estómago gruñó en respuesta, presa de una voraz hambre. Después de almorzar, Violet se había encerrado en su habitación y, sin darse cuenta, se había sumido en un profundo sueño, despertando sobresaltada al percatarse de la hora. Extendió la mano con la intención de tomar un pedazo del tentador queso, pero se contuvo rápidamente al escuchar la voz de su tía. —¿Dominic bajará a cenar? —preguntó Regina, al no ver a su sobrino. —No lo sé, acabo de llegar —respondió Violet. —Ve a buscarlo, hija. Quizás no sabe que la cena está lista —ordenó Regina, y ella asintió sin protestar, aunque le disgustaba tener que cruzar palabras con Dominic. Violet subió las escaleras, resoplando con fastidio. Al detenerse frente a la puerta de Dominic, llamó con los nudillos, pero al no recibir respuesta, se atrevió a girar el pomo y asomar la cabeza. La habitació
—Compartiré mi receta contigo cuando me traigas a un chico. Mira que no me has presentado todavía a ninguno —la joven, que estaba tomando agua, se ahogó y comenzó a toser, provocando que su rostro se enrojeciera. —¿Estás bien? —preguntó el preocupado muchacho a su lado, y le ofreció una servilleta. —S-sí, lo estoy. Gracias —le aseguró mientras secaba su mentón. Una sonrisa se dibujó en el rostro de Regina al ver la escena frente a ella, había notado el interés de Fabián hacia su sobrina. Y le pareció estupendo, sin embargo, sabía que no era el chico que ella quería. De soslayo, miró al pelinegro que no había levantado los ojos del plato, concentrado en su comida, como si intentara ignorar por completo al resto. Pudo percibir la tensión de su cuerpo ante la atención que le demostraba Fabián a Violet, y solo pudo confirmar sus sospechas. Regina los conocía y daba por hecho lo que creía. Su intuición nunca fallaba, pensó la anciana. La cena transcurrió sin mayores problemas. La
Violet se había levantado temprano a pesar de no haber pegado un ojo anoche. Sentía el cansancio hacer mella en su cuerpo, pero se obligó a salir de la cama apenas los primeros rayos del sol se colaron en la habitación. Aún con la pijama puesto, se dirigió a la cocina a preparar el desayuno. Quizás no sería la mejor comida en comparación a las de su tía Regina, pero lo importante era el detalle, ¿No? Pensó. La joven cortó el tomate en finas rodajas, procediendo luego a hacer lo mismo con la cebolla. Cuidadosamente, colocó ambos ingredientes sobre la rebanada de pan integral. Dudó por un momento si Dominic preferiría que agregara espinacas, pero finalmente optó por limitarse a la lechuga y el jamón. Luego, se dispuso a preparar un desayuno más elaborado. Batió con destreza los huevos y los revolvió en la sartén, agregando el crujiente tocino. Exprimió naranjas frescas para obtener un jugo natural y al estar listo, lo sirvió en un vaso y colocó todo en una bandeja, procurando no
Dominic había decidido regresar a la ciudad para ponerse al día con su trabajo pendiente. Violet anhelaba poder quedarse otros días más para brindar compañía a la tía Regina, no obstante, el deber la reclamaba. Ahora que contaba con un empleo, no podía darse el lujo de faltar en su primer día. —Espero que vengas pronto y me encuentren con vida, mira que no sabemos cuándo será la última vez que veamos a alguien —emitió Regina, provocando que la joven la observara espantada por sus palabras. —¡Tía! No diga eso —reprochó Violet con seriedad—. Aún le quedan muchos años de vida y prometo que vendré a visitarla antes que acabe el año, ¿De acuerdo? —Bien, espero que cumplas tu promesa. Y por favor, trae a un chico la próxima vez —susurró esto último para que solo ella escuchara, pero Dominic, que se encontraba cerca, logró percibirlo. Notó el sonrojo en las mejillas de Violet, y ocultó una sonrisa divertida ante las ocurrencias de su tía. —Ya es tarde, debemos irnos —mencionó Dominic, c