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Después de una larga jornada, el árabe llegó a casa, quería descansar pero una vez puso un pie en la habitación, se sintió tan solo... nunca antes había experimentado un vacío como aquel; se preguntaba qué había cambiado en él para sentirse distinto, como si algo le faltara, de pronto la imagen de Juliette llegó a su cabeza

Justo cuando se sentó en la cama, recibió una llamada repentina de parte de su madre. Mirella hace mucho que no lo veía, él tampoco había ido esos días a visitarla.

—Madre, ¿qué ocurre?

—Karim, probablemente estás cansado, pero quería escucharte al menos unos minutos. ¿Estás bien?

Se desinfló sobre la cama.

—Así es, de hecho acabo de llegar del trabajo, pero estoy bien, madre. ¿Querías saber algo más?

—¿Cómo está ella?

—Juliette debe estar dormida.

—Karim, solo te pido que la cuides, por favor.

El árabe suspiró.

—Las cosas están bien entre nosotros, no te preocupes. ¿Por qué no la llamas directamente? Ella tiene un teléfono —recordó.

—Sí, pero por la hor
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