Durante el transcurso del día estuvo ausente. En la tarde, cuando estaba sentada en el sofá de la elegante sala de estar, absorta en sus propios pensamientos, escuchó el sonido de la puerta principal abrirse. Pensó que se trataba de Karim, cuyo regreso habría sido anunciado por la mucama Melanie, no ocurrió, porque ella le informó de la presencia de Paulina, la inesperada visitante.Juliette no sabía quién era ella. Paulina, de pie en medio de la sala, se volvió hacia la puerta con una mirada intensa, ansiosa por ver a Karim. Juliette se puso de pie, un nudo de tensión oprimiéndole el pecho, preguntándose por qué esa mujer estaba ahí. Nunca antes la había visto. —¿Quién eres? —le exigió saber, a lo que la aludida tragó duro —. Ah, debes ser su nueva conquista. —¿Quién eres tú? Yo soy la esposa de Karim —trató de sonar segura.Ella abrió la boca, antes de reclamar, ya estaba mirando la entrada de la persona que buscaba. Él árabe se tens
Una vez a solas, el árabe la observó. Ella no estaba bien, se miraba bastante molesta, desquiciada. Sus ojos eran poseídos por la locura. —Estoy casado y espero un hijo, ¿por qué vienes después de mucho tiempo? Lo nuestro terminó, acéptalo. —¿Ella realmente te gusta? Karim, yo soy la única mujer a la que debes amar —casi soltó en una súplica —. Déjala, acaba con este matrimonio estúpido y déjame ser parte de tu vida. —¿No lo entiendes? No sé en qué idioma debo hablar para que comprendas que se acabó, lo nuestro llegó a su final para siempre. Lo miró con los ojos llenos de lágrimas. —¿Para siempre? ¡Maldita sea! Estás siendo demasiado cruel —emitió llorando. —Necesitas ayuda, no estás bien. Que yo sepa me detestas, me querías lejos, tampoco querías el bebé. "No quiero tener en mi vientre el hijo de un monstruo," eso me dijiste... Ahora lamentas que lo nuestro haya terminado y me echas la culpa por el aborto, ¿acaso te obligué? Sí, te di la orden, pero tú tomaste la decisión. Asum
Mirella parpadeó sobre él. No se esperaba la visita de su hijo esa mañana. La mujer intentó estar serena, pero la imprevista llegada del árabe, la puso intranquila. Sabía que algo ocurría, el semblante rígido de Karim, sus labios rectos, la seriedad rodeando sus facciones lo confirmó. —¿Podrías decirme qué...—Madre, ¿alguna vez has querido irte lejos de aquí? —inquirió para su sorpresa, ella miró a todos lados como si estuviera siendo vigilada, y abrió los ojos de par en par. —¿Por qué me preguntas eso? Karim, alguien podría escucharte.—A eso me refiero, ¿quieres vivir el resto de tu vida temiendo? —soltó y ella bajó la cabeza. —¿A qué te refieres? Karim, frustado y enardecido soltó una risa seca. —Sabes de lo que hablo. Mi padre te continúa pisoteando, no te da el lugar que mereces, solo lo obedeces porque temes lo que pueda pasar si le desobedeces —expresó clavando directamente los ojos en ella. La mujer sorbió por la nariz y negó —. Mamá, basta, ya no más. ¿No quieres saber
Karim exhaló un profundo suspiro mientras cerraba la carpeta sobre su escritorio. Eran pasadas las once de la noche y su despacho en casa seguía iluminado, evidencia de otra larga jornada laboral. Últimamente, trabajaba hasta altas horas de la madrugada, incapaz de desconectar. Su mente permanecía nublada por la complejidad de lo que sucedía en su vida. Se levantó de su silla, sintiendo cómo su cuerpo le pesaba más de lo habitual. Una punzada de malestar le recorrió la cabeza, haciéndole fruncir el ceño. Quizás sí debía tomarse un descanso, pensó mientras se encaminaba hacia la habitación. Melanie apareció frente a él. —Señor, ¿se le ofrece algo? —No, descuida. ¿Por qué estás despierta? —Tuve que hacer algo extra, ya iré a descansar. —¿Dónde está Diana? —Ella se ha ido a dormir hace una hora, también ha terminado la jornada un poco tarde. —De acuerdo, buenas noches. —Bien, igualmente. Con su permiso. Ella se retiró, Karim se desvió de su habitación e ingresó a la d
Karim, abrió los ojos al amanecer y se encontró con ella a su lado. Juliette era tan hermosa, incluso con todo el cabello revuelto; ella era perfecta. Abandonó la cama y se fue a su habitación para tomar una ducha; ese sábado que no iría a la oficina, quiso hacer algo diferente, por eso después de comer junto a Juliette, la invitó a una salida. La joven sorprendida lo miró. —¿Estás seguro? Ella que no había cruzado más al otro lado, desde que se escapó, suspiró hondo. —Sí, es un día soleado y quiero despejar la mente. —¿Ya no te sientes mal? —No, solo un ligero dolor de cabeza, apuesto a que si doy una caminata, desaparecerá —dio por hecho. —Iré a cambiarme. —Te espero. Asintió y le dedicó una sonrisa antes de marchar. Él se quedó observando su ida, aturdido con su propio comportamiento, realmente esa mujer le interesaba, sentía algo por ella que lo tiraba al abismo, sin protección. Cuando volvió, se quedó boquiabierto al verla con aquel vestido ceñido que caía s
Esa noche, comerían juntos. La comida fue preparada siguiendo las instrucciones de Karim, quien esperaba que Juliette tuviera un gran apetito, ya que la mesa estaba llena de deliciosos platillos. En particular, quería que ella degustara un poco de cada cosa, ya que se trataba de auténticas comidas árabes. —Lo siento, perdí la noción del tiempo —explicó haciendo acto de presencia. Él reparó en ella, en su aspecto, se miraba un poco apagada. Sus facciones denotaban lo mucho que derramó lágrimas. Incluso esforzándose por ocultar estar lúgubre, era evidente que no estaba bien. —Ven, de seguro tienes hambre. —Así es. Karim comenzó a explicar cada platillo mientras lo servía. Primero, le ofreció el hummus, un puré cremoso de garbanzos mezclado con tahini, ajo y limón. Juliette tomó un trozo de pan pita y lo sumergió en el hummus, llevándoselo a la boca. Su expresión de sorpresa fue instantánea. El árabe se sentía más aliviado por cambiar su estado de ánimo. —¡Esto es delic
Mirella se recostó en la cama, respirando profundamente mientras intentaba concentrarse en las notas relajantes de la música que sonaba en su habitación. Sin embargo, su mente no lograba despejarse. Las preocupaciones y las dudas se arremolinaban en su interior, oscureciendo cualquier intento de alcanzar la calma. Cerró los ojos por un momento, tratando de alejar los pensamientos que la atormentaban. Pero fue en vano. La imagen de su esposo Raid, amenazando, imponiendo como solía, se mantenía grabada en su memoria. Le aterraba. Ella salió de la habitación, de pronto se detuvo al oír la voz de Raid en el pasillo. Con cautela, se acercó lo suficiente para poder escuchar sin ser descubierta. —Sí, todo está saliendo según lo planeado —dijo Raid en tono confidencial—. Juliette es una ilusa que no tiene ni voz ni voto, ella firmará esos documentos. Será pan comido. Mirella contuvo la respiración, sintiendo que su corazón se aceleraba. ¿Documentos? ¿Juliette? Algo no estaba bien.
Días después...Aquel lunes Karim, entró a la casa apresuradamente, llamando a Juliette sin obtener respuestas. Estaba preocupado desde que ella no le contestó ni una de las llamadas que le hizo. Un extraño presentimiento lo invadió cuando la buscó por todos lados y no la encontró. Melanie y Diana estaban preocupadas. —Juliette estaba hace un momento en la habitación —indicó Diana confundida.Melanie ingresó y revisó junto a Karim, no la encontraron. Entonces Karim sintió una corazonada, mientras se dirigía hacia el baño. Al llegar, la escena que encontró lo dejó horrorizado.Juliette estaba tendida en el suelo, inconsciente, con un charco de sangre a su alrededor. El cúter con el que había intentado cortarse las venas yacía a un lado. Karim se arrodilló junto a ella, el pánico apoderándose de cada uno de sus movimientos.—¡Juliette! ¡Juliette, por favor, reacciona! —gritó desesperado, tomándola entre sus brazos.Su piel estaba fría y pálida. Karim presionó las heridas en sus muñe